COLUMNISTAS

Con el mismo olor

Un análisis de la visita del presidente ruso Vladimir Putin y su par chino Xi Jinping, y de los acuerdos comerciales contraídos con ambas potencias.

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Hay acontecimientos importantes que no pueden ni deben ser ignorados. Al margen de quién gobierne, la Argentina, como toda nación, tiene expectativas, intereses, problemas y necesidades, que trascienden los mandatos presidenciales. En aoenas una semana, Buenos Aires se convierte en escala de dos hombres poderosos, que son a su vez líderes políticos de dos naciones enormemente influyentes. Ya pasó por aquí el presidente ruso Vladimir Putin y aunque es cierto que -en realidad- su viaje a America Latina fue por la cumbre de las naciones conocidas como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Putin vino a la Argentina y mantuvo conversaciones con la presidente Cristina  Kirchner.En pocas horas más nos estará visitando el presidente de la República Popular China, Xi Jinping. Xi y Putin son dos realidades a las que hay que confrontar, porque significan, del lado argentino, una sensible transformación de nuestras prioridades internacionales.

 Quiero pensar esta noche en términos peronistas. No desde el corazón –cosa que no me podría exigir a mí mismo– sino al menos desde la formalidad, y desde lo que realmente patrocinó y llevó adelante el general Juan Perón, cuando comenzó su gobierno en 1946. El 9 de julio de 1947, como recordaba días atrás el economista Carlos Leyba, al festejar un aniversario de la Independencia nacional para hacerlo coincidir con la proclamación de la “independencia económica”, el general Perón dijo que se trataba de que la Argentina “se emancipara económicamente de los poderes capitalistas foráneos, que han ejercido su tutela, control y dominio bajo las formas de hegemonías económicas condenables”.

A continuación, Perón proponía “movilizar las inmensas fuerzas productivas nacionales y concertar los términos de una verdadera política, para que en el comercio internacional tengan base de discusión, negociación y comercialización los productos del trabajo argentino, y quede, de tal modo, garantizada para la república la suerte económica de su presente y su porvenir”.

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La semana pasada, en una de sus habituales exhibiciones de irresponsabilidad política y civil, Amado Boudou fue designado para representar a la presidente en la ceremonia del 9 de Julio, en Tucumán, desde convirtió la declaración de la independencia económica de 1947 en 1946. Pero hubo algo todavía más grave, si es que quedan peronistas con suficiente edad para escandalizarse: “Tuvieron que pasar décadas –dijo ese 9 de julio el esta noche presidente Boudou– desde 1946 hasta 2003, para que llegara Néstor Kirchner para ocuparse de la deuda”. Lo vitoreaban los militantes de La Cámpora”, para quienes pasó totalmente inadvertido, por su precaria o nula formación histórica, que entre 1946 y 2003 hubo por lo menos otros dos gobiernos peronistas: el de Héctor José Cámpora y el de Juan Domingo Perón.

Sin embargo, para Boudou, cuando inunda de elogios a la actual situación, no es preciso recurrir siquiera a un libro de historia. Pero esto es lo de menos: Florencio Randazzo, firme precandidato presidencial para 2015, viene de decir que “el gobierno kirchnerista es el más peronista de los últimos 50 años”. ¿Y los de Cámpora y Perón?

Vamos a los números para tratar de entender de qué estamos hablando. La Argentina ha encarado de una manera subrepticia –porque esto no ha sido producto de un gran debate nacional- una transformación decisiva de sus polos de orientación estratégica en el mundo. La Argentina ha resuelto ser proveedora principal de productos con poco o escaso valor agregado, a Rusia y a China. Cuando Perón hablaba en 1947 la soja no existía; hoy, en 2014, Randazzo ha comprado, pagando en efectivo mil vagones ferroviarios a China. Son vagones construidos por mano de obra china, con tecnología china y con mantenimiento chino.

¿Cuáles son los intereses de estas dos grandes súper potencias, China y Rusia, en la Argentina? Examinemos ligeramente el comercio con Rusia, ya que Putin estuvo algunas horas entre nosotros:  les vendemos fruta, cítricos, carne, lácteos. No lo dice Pepe Eliaschev; lo dice la Cámara de Comercio Ruso Argentina, que acabo de consultar. Rusia nos vende productos nucleares, vehículos, farmacéuticos, tecnología. ¿No se parece mucho esto a la realidad de lo que era la Argentina de 1947, cuando Perón reclamó la independencia económica?

¿Qué busca China en la Argentina? Materias primas, argentinas, a cambio de materias de alto valor agregado chino. ¿Y en dónde se va a insertar el capital chino, tanto sea el estatal, dominante, como algunas formas mixtas con el sector privado? En proyectos de aprovechamiento energético. China es dueña de una de las grandes cerealeras de la Argentina, Nidera, y también de instalaciones portuarias (participa del Belgrano Cargas) y se ha convertido en el principal proveedor llave en mano con personal chino para tareas, aquí en la Argentina. Además, siguiendo la información del economista Carlos Leyba, China provee equipamiento, participa de obra y servicios públicos y es proveedor dominante en la maquila de Tierra del Fuego, lo que acá llaman “la industria electrónica”.

Acá hay una opción geopolítica. La Argentina, más allá de los exaltados discursos sobre independencia económica y la verborrea progresista de que esto nos desendeuda, sencillamente está ratificando un viejo curso de nuestro país, pero con otros socios dominantes. Soy consciente de que el mundo de 2014 es incomparable con el de 1947, cuando salíamos de la Segunda Guerra Mundial, y que en consecuencia, el fenómeno de la integración mundial del capitalismo, que había oportunamente advertido y pronosticado por en 1974 asesinado profesor Silvio Frondizi, ha ido recorriendo los pasos previsibles. Porque si el mundo comenzaba a globalizarse bajo el concepto de integración mundial, como subrayaba Silvio Frondizi allá por 1946 en su famoso y mítico libro “La realidad argentina”, hoy, casi 80 años después, el mundo cada vez más es un sólo mercado.

Sin embargo, la Argentina reitera un recurso de muy corto plazo y de muy escaso aliento. Vamos a buscar a China y a Rusia, países con los que este gobierno no tiene diferendos políticos ni culturales, porque comparten similares conceptos autoritarios. Este gobierno jamás abrirá la boca para condenar ninguna violación de los derechos humanos tanto en como en Rusia. Se acerca la Casa Rosada a estas dos grandes súper potencias, pero por ahora seguimos siendo igualmente incapaces que hace 70 años para proponer un tipo de intercambio más sofisticado, que permita generar mano de obra argentina, además de transformación real de nuestra matriz productiva y verdadero valor agregado.

Es una paradoja, que es necesario subrayar, que Randazzo hable del gobierno más peronista del último medio siglo. La negación de lo que era el proyecto estratégico –esté uno de acuerdo totalmente o no con él– del general Perón, es explícita. Uno no sabe si adjudicarlo a la ignorancia, a la escasa formación cultural o al oportunismo ramplón de los dirigentes del gobierno. Son muy importantes las visitas del presidente ruso Putin y del presidente chino Xi. Lejos de mí desautorizar estos hechos, que hablan de una conexión que el país debe realizar. Sin embargo, cuando se recorre la letra chica de los acuerdos, todo parece indicar que la Argentina se repite a sí misma, con el agregado inefable de un gobierno que se presenta como seudo progresista y sin embargo, por ahora, no logra modificar el paradigma central: la Argentina sigue siendo un país dependiente de vender productos de su naturaleza e importar manufacturas producidos por otros. Lo mismo que hace 70 años, pero con otros socios y con el mismo olor.

 

(*) Emitido en Radio Mitre, el martes 15 de julio de 2014.