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Con la primavera volvió el nopasanadismo

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Volvió el optimismo al equipo presidencial. | NA

Hace dos meses, en uno de los momentos más álgidos de la crisis, se advertía desde aquí el peligro del discurso público oficial optimista y negador que encaraban los dos protagonistas principales del Ejecutivo, Macri y Peña. Desde entonces, el Presidente morigeró ese estilo (de hecho, apeló a un relato a veces cruel del ajuste) y el jefe de Gabinete directamente se llamó a silencio.

Sin embargo, en la que acaso fue la mejor semana del Gobierno en el último medio año, brotaron otra vez señales riesgosas respecto de que acá no pasa nada y casi de que estamos condenados al éxito, como se jactaba Duhalde. La quietud del dólar, la media sanción del Presupuesto y el nuevo OK del FMI se suman para Cambiemos a la primavera cronológica.

Así, el ministro Dujovne asegura que se desaceleran los aumentos de precios, según indicadores semanales a los que accede el Gobierno. Se obvia la parte bajo cero en la que está inmersa la economía, motor principal y costoso de semejante "éxito".

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En privado, con vistas a los florecidos jardines de Olivos, tanto Macri como Peña insistieron en que está todo tranquilo y encarrilado. Y que sólo hay que esperar a que pase el verano (con mucho turismo interno producto de la brutal devaluación) para que la calle comience a sentir los beneficios de la reactivación. Más jugado resultó aún el vicejefe Andrés Ibarra, quien no tuvo empacho en señalar ayer a Clarín que "esta es la receta que nos saca adelante: es un modelo revolucionario y progresista". Auguro que Sarlo no se lo va a querer perder.

A un año de los comicios, Macri, Peña y Duran Barba ya saben sobre qué universo de votantes tienen que trabajar para que el nopasanadismo termine dando sus frutos.

Se podría creer de verdad que no pasa nada, si no fuera por las dificultades socioeconómicas que quedan expuestas en estos tiempos. Pero también por las indisimulables fisuras abiertas dentro del oficialismo. Ahí está por ejemplo Vidal, que acumula bronca por los recursos que pierde. O el tándem Frigerio-Monzó, hacedor esencial de la aprobación en Diputados del Presupuesto, pero con un destemplado pedido de explicación presidencial (gatillado a partir de un conductor radial) por las concesiones hechas a algunos gobernadores peronistas. Hay más casos crujientes.

Tal vez el nopasanadismo macripeñista esté alimentado además por la creencia reeleccionista, coherente con el optimismo sobre que a partir del segundo trimestre de 2019 las señales económicas serían más alentadoras. Amén, claro, de una oposición peronista que depende de una líder con bajo techo o de dirigentes aún sin peso.

Algunos números parecen avalar aquella fe. Una de las principales encuestadoras acaba de entregar a una importante cámara empresarial un estudio reservado con datos más que interesantes. Macri tiene un 34% de aprobación de gestión, muy por debajo del apoyo que recogían Néstor y Cristina Kirchner en los terceros años de sus respectivos mandatos y solo por encima del que recibía Menem en su segundo período.

A esta altura de la anterior elección presidencial, esto es un año antes, Macri estaba instalado en un cómodo tercer puesto, detrás de Massa y Scioli. Pero sin el desgaste del actual ejercicio de la presidencia: disfrutaba de las mieles de su segunda administración en la Ciudad de Buenos Aires.

Aun con este tipo de complicaciones, la medición arroja que un candidato de Cambiemos está todavía por encima de cualquier postulante por la oposición (33 a 31%), pese a que ganan los indecisos. A un año de los comicios, Macri, Peña y Duran Barba ya saben sobre qué universo de votantes tienen que trabajar para que el nopasanadismo termine dando sus frutos.