COLUMNISTAS

Con las manos vacías

Las palabras de la Presidente en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pronunciadas en un recinto prácticamente vacío, marcan el final de la costosísima gira por Roma y Nueva York.

La mandataria tildó de "terroristas económicos" a los fondos buitre.
| AFP

Pese a los intentos tenaces y tesoneros, que hace uno para modificar, de alguna manera, el enfoque tópico del editorial de cada dia, el activismo mediático, y sobre todo, el voltaje retórico de la presidente, torna inevitable centrarse en lo que ella dice, más que en lo que hace. Esta semana sus palabras se han ido desparramando desde Roma hasta Nueva York. A estas horas seguramente la fornida comitiva presidencial estará iniciando el regreso a la Argentina. En la Argentina no hay San Pedro del Vaticano ni Naciones Unidas de Nueva York. Hay problemas, manifestaciones, premuras, faltantes, cuestiones abiertas.

Sin embargo, la Presidente ha seguido hablando. Y aun cuando yo he perdido toda capacidad de asombro, debo subrayar una vez más que las palabras de Cristina Kirchner este 24 de septiembre son asombrosas. No encuentro un término más pertinente y veraz para describir lo dicho por ella ante el recinto semivacío de la Asamblea General de las Naciones Unidas. He enfatizado en varias oportunidades –mis palabras se encontrar fácilmente en mi sitio web, www.pepeeliaschev.com – que la Asamblea General de las Naciones Unidas, que ya está por cumplir setenta años de reuniones anuales, es un organismo esencialmente consultivo de repercusión mediática en el que solo tienen consecuencias las palabras de los poderosos. No es el caso de la presidente de la Argentina.

Ella habló este miércoles 24 pasado el mediodía, ante la 69ª. asamblea, y como era previsible, había muy poca gente escuchándola. Pero lo importante no es tanto el escenario –que se podrá decir que no es responsabilidad de ella: la Argentina es un país que hoy no suscita apasionamiento en el mundo– sino que en vísperas del comienzo del año nuevo judío, no tuvo mejor idea que criticar a la comunidad judía argentina cuando dijo: “Nos habían acompañado y se volvieron en contra”. Esto alude al fracasado memorándum con Irán que supuestamente iba a permitir un avance en la investigación del atentado contra la AMIA, que permanece perfectamente impune cuando ya han transcurrido veinte años de su verificación, en julio de 1994. “Pareció que se desataron los demonios (sic) internos y externos”, dijo Cristina Kirchner hablando de la comunidad Judía, en vísperas de año hebreo 5775. Hay un dato real, que personalmente he señalado desde un primer momento y la DAIA, acompañaron inicialmente, o al menos hicieron silencio cuando se anunció ese acuerdo clandestino con Irán, que me tocó revelar mucho antes de que tomara estado público. Pero ese “volverse en contra” que ella menciona es un argumento deleznable. Entre otras cosas, porque vino acompañado de opiniones respecto de la situación en el mundo, en Medio Oriente, y de cara al desafío del terrorismo, que son ya no solo asombrosas, sino agraviantes, además de desconcertantes.

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Ratificó que ella ha sido amenazada por Estado Islámico –ella habló de ISIS, esto es, Estado Islámico en Siria e Irak–por tener buena relación con el Papa y además, Cristina dixit, “porque patrocina la existencia de un estado palestino junto a estado israelí que ya existe”. Si por esto fuera, en realidad son decenas las naciones del mundo –la abrumadora mayoría– que reconoce la necesidad de un estado palestino. Sin embargo, no necesariamente los jefes de estado de esos países han sido amenazados, como ella dice haber sido amenazada, para no hablar de las buenas relaciones con el Papa Francisco, que no son una exclusividad de la Casa Rosada.

Pero esto se agrava si se analizan otras palabras que ella pronunció, cuando de manera insinuante y maliciosa se permitió preguntarse por la realidad verdadera del terrorismo. Dijo que tenía “dudas” sobre el papel de Occidente en el Medio Oriente; habló de Al Qaeda y de la –para mí, mal llamada– “primavera democrática árabe”; y de los terroristas del Estado Islámico. Pero en seguida se internó en el camino de los interrogantes ambiguos: “¿De dónde sacan las armas Al Qaeda y los talibanes? Mi país no fabrica armas”, dijo Cristina Kirchner. No, de la Argentina no salen las armas, señora presidente. Pero sí fabrican armas China y Rusia, entre tantos otros países que podrían perfectamente haber armado a Al Qaeda y los talibanes.

Las palabras presidenciales encarnan el pensamiento setentista que prevalece en el Gobierno, esa idea de que todo es una conspiración de los intereses occidentales. “Ahora es el ISIS el que degüella gente en la televisión, en una puesta en escena (sic) de la que desconfío”. ¿De qué desconfía, señora presidente? Hoy fue degollado otro rehén del Estado Islámico, en este caso de nacionalidad francesa. Son incontables las víctimas de esta banda terrorista siniestra que se ha convertido en una verdadera peste mundial.

Por otro lado, tratando de asociar una cosa con la otra sin que nadie pudiera comprender realmente cuál es el hilo de su razonamiento, la presidente dijo que su país –el nuestro, la Argentina– hoy está siendo “acosado por los fondos buitres”. Entonces, uniendo una cosa con la otra, pretendiendo que la opinión pública mundial es inculta o incapaz de comprender, los definió como “terroristas económicos que buscan propagar la miseria, la pobreza y el hambre”. Se hizo eco de un pensamiento llamativo: “Para combatir al terrorismo de Estado Islámico no se pueden hacer sonar los tambores de la guerra”. Todos nos quedamos esperando su receta, su prescripción. ¿Cómo hacer frente a este grupo que no solo ha perseguido a cristianos y a minorías religiosas sino que se ha convertido en peste letal para el propio mundo islámico? No postuló ninguna solución. Sencillamente dijo que “no se pueden hacer sonar los tambores de la guerra”.

¿Tiene la Argentina peso específico? ¿Tiene su presidente la altura, proyección, alcances y poder efectivo como para plantarse ante las Naciones Unidas postulando maneras de hacer frente al terrorismo? Y si lo tuviera – que no lo tiene - ,¿no sería correcto, congruente y razonable que postulara una determinada salida? ¿Acaso cree ella que Estado Islámico es el producto de la pobreza, la exclusión, el azote del “neoliberalismo”? Es un poco como los moto chorros argentinos que, pobrecitos, “no les queda otra alternativa que salir a robar”, como postulan Damián Szifrón y Pablo Echarri. ¿Que son esos terroristas degolladores, producto del explotador capitalismo internacional? Si ella lo cree, ¿por qué no lo dice? No se anima a decirlo, por eso dice que “no se pueden hacer sonar los tambores de la guerra”.

¿Y cómo, en consecuencia, proteger a las poblaciones perseguidas? ¿Cómo no hay de parte de la presidente de la Argentina, que se define como cristiana, una palabra solidaria, de acercamiento, para con esas comunidades perseguidas en varias naciones y sometidas a este tipo de califatos o de proyectos de califatos?

Lo hiriente e insultante, y así lo debería asumir no solo la comunidad judía, es que en una noche tan particular, en la que la primera estrella marca la llegada de un año nuevo recibido con deseos de dulzura, paz y felicidad para el año entrante, la señora presidente de la Argentina haya criticado a las instituciones judías porque “la abandonaron” a ella. Esto es lamentable y pone punto final a una larguísima y costosísima gira internacional de la que Argentina no trae absolutamente nada. Porque volvió al país exactamente como se fue rumbo a Roma y a Nueva York: llena de palabras, epítetos, desdenes, reproches y desprecios, y exenta de toda palabra que, si al menos no puede traer soluciones, aporte un poco de serenidad, contención, paz y armonía a la sociedad argentina.

(*) Emitido en Radio Mitre, el miércoles 24 de septiembre de 2014.