La idea de renovación urbana como aggiornamiento viene de un paradigma de gestión primermundista, pero su exportación al mundo en desarrollo se hace a fuerza de omitir la causa madre de la crisis de sus ciudades. Parte de un entramado nacional de enormes desigualdades a prueba de promociones industriales de ocasión o intentos desperdigados de polos de desarrollo se convierte en destino constante de desplazados que hacen crónico al desfasaje entre necesidades y servicios o segregación urbana. La macrocefalia, ciudades que concitan el 40 o 50% de la población de un país, no existe en el mapa norteamericano o en el de la UE, donde crecen proporcionalmente de menor a mayor. La razón es el combate que el Estado dio a la asimetría territorial. El macrismo ha preferido subordinar un abordaje riguroso a la cosmética de la renovación.
El “face-lifting” del sur, los tímidos esfuerzos en villas frente a su fenomenal incremento, son poco para la urbe que debe su pujanza a bonaerenses que la enriquecen a diario con su trabajo, y cuya funcionalidad sistémica no condice con la dimensión desde la que se la aborda. Un presidente, una gobernadora y un intendente de la provincia y ciudad más importantes del país del mismo signo político es un alineamiento planetario. No sólo para desterrar la excusa de la Gral. Paz como frontera o abstracción conveniente a la banalidad analítica, sino para reinsertar en el mapa con políticas de Estado a las economías regionales, combatiendo su signo expulsivo. Convertir estridentes anuncios de obra pública en hechos y un manejo integrado del AMBA es ir a la raíz: la brecha entre “renovación” y “apropiación”.
El proyecto para la 31 y 31 bis va en la línea pero es selectivo y escaso, “hay que abrirle calles a la pobreza” y a toda informalidad urbana. Una ciudad puede buscar su identidad en espacios de usos diversos interesantes que la “pongan en valor”, pero debe interpelarse por su aprovechamiento público sin ambages. ¿Puede un ciudadano de uno de los cientos de villas y asentamientos sin agua potable, cloacas, o capital cultural gozar una propuesta de civilizada urbanidad como la Usina del Arte? La respuesta no invalida la obra, pero invita a repensar prioridades. Cada centavo gastado debe beneficiar e incluir al mayor número de habitantes posible. El RER (Red de Expresos Regionales) es apropiación en estado puro. Acercará a millones a su trabajo, dándolo al mismo tiempo. (junto con oxígeno al Gobierno). Experiencia inédita tanto en gestión integrada: el aumento de frecuencia de trenes hacia el Obelisco depende del compromiso de intendentes del Conurbano en el reemplazo de barreras por pasos bajo nivel o puentes. Como de largo plazo: su conclusión en ocho años, demanda consensos que trasciendan toda eventual discontinuidad política. Cambiemos, que contiene su estigma neoliberal, impugna por anacronismo ideológico la sola idea de que el gran desafío para una ciudad incluyente es extraño a su ADN. Pero si los “hechos no palabras” de su línea de campaña son ponderados en CABA, un nubarrón ensombrece incólume algún que otro acierto. Al sacrificar el carácter público originario, la concesión de tierra para torres exclusivas, de alta ociosidad, o shopping sacrifica la potencial habitabilidad popular o uso como espacio verde regulador de inundaciones, multiplica la demanda de servicios colapsando redes y transfiriendo el costo a los vecinos. Agua, energía, conectividad son cualidades de un suelo cuya gestión satisface la renta privada y municipal mientras quita derecho social al territorio. La ausencia de servicios es ausencia de vivienda formal a la que se asocian. El suelo ocupado, que supera con creces su acceso vía mercado, de baja calidad carece de agua potable, cloacas y recolección. Su provisión es reconocimiento institucional, y vía jurídica para su reclamo. El hacinamiento resultante de la falta de planificación en tierra escasa, la acumulación de basura que obliga a su quema, genera un ambiente crítico para millones. Integrar villas y asentamientos seriamente son los únicos pasos posibles. No hay excusas. No hay apropiación sin calidad de vida.
*Geógrafo UBA- UNY.