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Economía

Consumidos y sin consumir

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Filósofa política. Debra Satz, doctora en el Instituto de Massachussets (MIT) y su libro Por qué algunas cosas no deberían estar en venta. | cedoc

Mientras sigue girando la calesita de las ambiciones políticas, las internas, las trenzas, los pactos, las zancadillas y las transas, la Cámara Argentina de Comercio informa que el consumo, tras los índices de febrero, continúa estancado como lo está desde mediados de 2022 y, comparado con enero, marcó un retroceso desestacionalizado de 1,7%. Con una inflación de más del 6% mensual y del 100% anual no son necesarios informes económicos ni sesudos análisis de especialistas para saber lo que los ciudadanos de a pie, que transitan la calle, acuden a los comercios y pagan por todo para sobrevivir, saben por su experiencia: cada vez se consume menos y el consumo se restringe a lo necesario. Esto no tiene que ver con un cambio cultural y filosófico que impulsa a la población a vivir mejor con menos y a abandonar el consumismo voraz y depredador, sino que es efecto de una continua mala praxis económica, producto a su vez de la carencia de una visión política integral e integradora, capaz de diseñar un modelo de país convocante.

Si esta noticia es mala de por sí, porque refleja el deterioro continuo de la calidad de vida para una porción mayoritaria de la ciudadanía, es también un indicador negativo para quienes ven en el consumo el motor impulsor de la economía. ¿Pero son los índices crecientes de consumo los que generan crecimiento económico? ¿El consumo es causa o es efecto del crecimiento y la salud de una economía? Al margen de las teorías y discusiones económicas hay algo que aparece como una obviedad. Para consumir primero es necesario producir. Y esto por dos razones. La primera es que se consume lo que se produce, si nada se produce nada se consume. Y la segunda es que la actividad productiva permite a quienes participan de ella obtener el dinero que luego vuelcan al consumo. Y hay además un tema interesante, que la filósofa política Debra Satz, doctorada en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), plantea en su libro Por qué algunas cosas no deberían estar en venta. Esto es la calidad y la función de lo que se consume. “Se considera que la situación de las personas mejora cuanto más satisfacen sus propias (y consistentes) preferencias”, escribe Sats. Y a continuación advierte: “Algunas preferencias corresponden a necesidades de verdad urgentes, mientras que otras son, sin más, frívolas. Sin dudas, es más importante satisfacer las necesidades de quienes viven, según el ejemplo de Amartya Sen, en la más grande de las miserias que sobrecargar las arcas de quienes ya viven rodeados de lujos”. Si la producción de bienes y servicios apunta a los últimos, la economía contribuirá a hacer más ancha y profunda la brecha de la desigualdad. Y para enfocarse en los primeros, que son siempre los más numerosos, es necesaria una política con visión y sensibilidad social, de la que carecen los gobiernos en la Argentina, aunque a menudo pretendan disimularlo con la máscara del populismo.

Pero todo esto queda en bambalinas cuando, como ocurre hoy y aquí, cualquier tipo de producción (salvo, al parecer, la destinada al narcotráfico) está entorpecida o directamente vedada por un gobierno que navega sin brújula y a la deriva por el oscuro mar de su tiempo final, y por una economía desbocada cuyo gestor organiza negocios propios o de socios y allegados mientras intenta trucos de magia que fracasan groseramente en su desembozada intención de ser candidato primero y presidente después. En México se llama sueño guajiro a este tipo de fantasías desmadradas, por las cuales las personas están dispuestas a cualquier cosa.

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Lo que de veras activa y mantiene viva a una economía es la inversión en primer término y la producción como consecuencia. El consumo es la frutilla del postre, no la raíz del árbol. Cuando se pretende comenzar por él lo que se hace es poner el carro adelante del caballo. La inversión, a su vez, necesita reglas de juego claras y estables y garantía de rentabilidad. Nada de esto está en el menú del Gobierno ni de quienes le disparan fuego amigo tras haberlo ungido. De manera que lo único que se consume es la paciencia, los proyectos, el patrimonio y el futuro de la mayor parte de la sociedad.

*Escritor y periodista.