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Desigualdad

Cosas para quitarte

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La pobreza llegó a su peor nivel en 20 años: alcanza al 57,4% de los argentinos. | NA

La vida es un despojo. Un despojo que no para. Un despojo para siempre.

Empieza con un despojo, una bocanada que despoja. Termina con un despojo, con despojos para nosotros, con despojos para otros. Entre esos dos puntos solo consiste en eso.

Si pudiese pensarse la vida como una continuidad sería, sin dudas, una continuidad de despojos. Si pudiese pensarse la vida como una interrupción sería, sin dudas, una interrupción de despojos.

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Nadie sobrevive teniendo todo, sosteniendo todo, apilando todo. Lo nuevo es siempre una forma nueva de quitar algo que se tenía. Quiero conocer qué es lo que me sacará esto. Qué me sacará este hecho que se impuso, esta aparición, qué me sacará cuando parece que no queda nada. Siempre queda algo por sacar, las ganas de no ser sacado que luego serán la angustia por lo sacado que luego será la esperanza por el próximo saqueo que luego será la desilusión por un saqueo que no fue, que no fue del todo, que nunca es todo. Dijo que sacó lo mejor de sí, que lo sacó. No lo despertó, no lo encendió, no lo agrandó, lo sacó. Quiero saber qué me van a sacar para saber qué tengo.

Los despojos suelen ser inciertos. Incierta su magnitud, incierta su profundidad, incierta su sutileza o su tosquedad. No es común prepararse para un despojo aunque sí es común, en ocasiones, verlo venir. A veces el despojo se anuncia sin vacilar, con tanta expresión que parece falso. Las verdades sin vueltas son esquivas. Otras veces el despojo adopta formas vaporosas. Quienes lo detectan, en cualquier caso, se empeñan en decir lo no dicho o en encender lo admitido. Es un zamarreo. Un puñado de agua que se junta entre las manos y se arroja. Pero quien no quiere verlo no lo verá. Se le presentará de todas las maneras, se lo dirán con todas las palabras, se lo mostrarán en todos los colores. Pero quien no quiere verlo no verá.

El “entre” la justicia y la política

Es que para ver un despojo, un despojo hecho, un despojo por hacerse o uno haciéndose, hay que poder hablar de despojos. Y ubicarlos. Nadie será jamás despojado de lo que no sabe que tiene. Porque tener no es solo tener en soledad, tener lo que no pueden tener otros. También se tiene de un modo más extenso, se tienen cosas impalpables, se tienen cosas que en este instante no se tienen pero que hacen otras cosas. Se tienen condiciones, que no son cosas o son muchas cosas en función, condiciones para que esto que tengo, esto a lo que me aferro, encuentre razón. Condiciones para que esto que no tengo encuentre razón.

Un sabor rodea a los despojos ajenos, a los que se creen ajenos. Como si aquello que se quita allá se sumara acá. Tiene que ver con la gimnasia del despojo que la hacen tan bien los que lo ejecutan como los que lo festejan. Me alegra tu despojo porque no es un despojo, es una vuelta, un regreso al orden justo. Me está volviendo, no lo veo, no lo siento, no repercute, no está, pero me está volviendo, ahí viene. Puedo esperar.

Debe aprenderse a soportar los despojos. Ellos deben aprender a soportar los despojos, a pasar el mal trago, este trago sin fondo. Te están despojando de lo que no tenías. Ya lo vas a entender. Aunque lo tuvieras, aunque lo sintieras, aunque repercutiera. Lo que se resta allá se suma acá. Puedo esperar.

Lo justo es que no me despojen, lo justo es que sí los despojen. Quiero saber quién me hizo esta justicia a la que no se le mueve un pelo.

La vida es un despojo. Pero ciertos despojos reclaman ser puestos contra las cuerdas, llamarlos despojos, decirlos despojos. Despojos en extensión. Aquello que se despoja allá también se despoja acá. Quiero saber quién me hizo creer que la lágrima que allá despoja una sonrisa es acá una sonrisa que despoja una lágrima.

Incluso esto que estamos perdiendo no lo daría por ya perdido.

*Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).