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sufrida clase media

Crisis y menosprecio

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Clase media. | cedoc

La foto de la pirámide socioeconómica en lo que va de la cuarentena desaconsejaría seguir concibiendo un ajuste económico a partir de la ya castigada clase media.

Nada más con ver que para ser considerada como tal una familia tipo con vivienda propia en la Ciudad de Buenos Aires necesita ganar $71.369, según el último reporte de la Dirección de Estadísticas del GCBA, queda en evidencia que el carné de admisión dejó de ser para cualquiera. Es más, el valor de la canasta informada por el INDEC para que una familia tipo no sea considerada pobre asciende a $47.216, mientras que el ingreso medio difundido por el propio instituto de estadísticas es de $28.769.

La comparación entre estas dos cifras, con una brecha que se hace creciente, ilustra la erosión de la clase media y el crecimiento de la pobreza, que en la última medición alcanzó el 40%.  Dicho de otra manera, expresan la angustia de estar perdiendo el tren de la movilidad social, que viene embargando cada vez a más compatriotas.

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La caída del salario real del sector privado registrado desde que comenzó la cuarentena, que acumulaba un 6,9% al mes de julio en base al congelamiento de las paritarias, ha contribuido a deteriorar esa comparación. A ello se suma, además, la pérdida de puestos de trabajo. Sólo en los tres meses que van entre abril y junio se perdieron 3,75 millones de empleos, un 18% del total de ocupados del primer trimestre del año, en lo que fue la caída más vertiginosa en el nivel de ocupación de la historia reciente, de una magnitud mucho mayor incluso a lo ocurrido durante la crisis de la Convertibilidad.

Nada más que en la última generación, la clase media argentina, orgullosa representante de las tres cuartas partes de la población, descendió al actual piso del 45% y, peor aún, algunas mediciones ya la ubican por debajo del tercio.

En el resto del continente sucedió todo lo contrario en este lapso: la franja intermedia creció del 20 al 35%. En los años 2000 el boom de commodities   ayudó a sacar a 60 millones de personas de la miseria. Ahora, con la pandemia, la pobreza volverá a los niveles de 2005, a partir de una contracción económica estimada en el 8,1% por el FMI para la región, y en Argentina peor aún, en 11,8%.

La consultora W, de Guillermo Oliveto, hizo una distinción muy importante debajo de los fríos porcentajes económicos, sobre cómo se percibe esta degradación de los ingresos: 8 de cada 10 de los que perdieron posiciones aún cree ser de clase media porque sigue compartiendo esos valores. Todavía no se resignan a perder calidad en la educación, la salud o a tener un techo propio y progresar.

Sus abuelos, complementariamente al ascenso social, anhelaban que los hijos “fueran alguien”, que se quemaran las pestañas y asegurasen el porvenir de su futura familia. No avizoraban riesgos de caer en la pobreza.

De esa clase media emergió un talento nacional que se esparció por el mundo y que hoy inclusive vemos florecer en una pujante industria local del conocimiento, que se convirtió en el tercer complejo exportador detrás del sojero y el automotor. Es un patrimonio construido a puro mérito que debe enorgullecernos.

El estallido de la burbuja financiera en 2007, y ahora la pandemia, profundizaron la desigualdad que se ha venido gestando globalmente en los últimos 30 años y que afecta a la clase media, cuyos ingresos aumentaron un tercio menos que los de la minoría más rica. Los gobiernos intentan mitigar estos movimientos en lugar de convalidarlos descalificando al mérito. El mayor desconcierto, novedoso para nuestra clase media resiliente frente a los escenarios más complicados, es el menosprecio de los que pretenden socavar su esencia, basada en la superación personal y el esfuerzo cotidiano, para sumarla en una cada vez más larga lista de “culpables”, mientras se promueven ejércitos clientelares en un país quebrado, condenando a cada vez más compatriotas a la pobreza.

*Vicepresidente del Banco Ciudad (@Fernandoeliasok).