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ecos del 25 de mayo

Cuatro años, doble K

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Martín Churba es un delicado diseñador top que entendió muy bien los beneficios de la devaluación para la industria textil y, mejor aún, el marketing pingüino.

Churba consiguió un socio japonés.

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Churba produce ropa con piqueteros de La Matanza y con kollas de Tilcara.

Acaba de decir Churba, en una entrevista: “Arranqué esta época con un presidente estrábico, de quien tomé que no somos perfectos y que siempre hay, al menos, dos maneras de ver las cosas. Aprendí más de su gesto que de su actuar. Esta década me dio la posibilidad de pensar en la dualidad como una capacidad de convivencia. Somos como mínimo dos en todo”.

Es inteligente Martín Churba. Y le va bien. Muy bien. No está solo en esa sensación.

A cuatro años de la llegada del estrábico Néstor Kirchner a la Casa Rosada, los encuestadores oficiales salieron a la calle a preguntar:

—¿Cómo ve usted la situación del país respecto de mayo de 2003?

Y el 77,3% respondió:

—Ha mejorado.

Preguntaron también:

—¿Cómo cree usted que será su situación económica?

Y el 55% contestó:

—Mejor.

En síntesis: la inmensa mayoría estamos seguros de que todo está mucho mejor que cuando estábamos saliendo del último abismo, acaso el peor de la historia.

En síntesis 2: somos más los conformistas que los optimistas, que, aun así, seguimos siendo mayoría.

Según las mismas encuestas, el Presidente de la Nación ha perdido unos 30 puntos de imagen positiva, aunque continúa siendo el dirigente político mejor visto por la sociedad: aún atesora unos 50 puntos, más o menos.

El último mes resultó crucial en la definición de esa pérdida. Es como si hubiese crecido cierta voluntad masiva de descubrir que, proyectada en reversa, la película de la estabilidad política, el imperio de los derechos humanos y el crecimiento económico contiene un mensaje satánico articulado en seis capítulos:

- El aumento de la canasta de alimentos, muy por encima de los disneylandianos precios oficiales.

- El estallido de Santa Cruz y la intolerante militarización de la provincia presidencial.

- El hartazgo por la ineficiencia de los transportes subsidiados, paros de subtes y batahola de Constitución inclusive.

- El incesante aumento de la inseguridad urbana.

- El aumento de las campañas sucias contra periodistas independientes y políticos opositores.

- El escándalo de los sobornos en la obra pública, ya popularizado como Caso Skanska.

¿Se trata, como en la fábula medieval del Rey Desnudo, del complot de unos malos asesores que convencieron al monarca de que andaba vestido con un lujo que sólo los hijos del pecado no podían apreciar?

¿O será que empieza a resultar atractivo el paulatino strep-tease político que suele provocar el siempre desgastante ejercicio del poder?

El despido de dos funcionarios por el escándalo de los gasoductos y la consecuente intervención del Enargas y de Nación Fideicomisos podrían bastar para satisfacer a los partidarios de la primera opción. En este caso, el accionar simultáneo de dos juzgados, junto a la aparición cotidiana de nuevas pruebas y más inquietantes protagonistas, permiten adivinar (en medio de una interna política cada día más salvaje) que los caídos serán más. Y más “pesados”.

Hay quienes, en cambio, se inclinan por la teoría del strep-tease (es decir, por la versión de un presidente que acumuló demasiado poder y está en condiciones de “gastar a cuenta”).

Estos observadores suelen transitar con inagotado predicamento los pasillos del PJ y otras estructuras de la política y el sindicalismo tradicionales, y están convencidos de que la única discusión realmente importante de estas horas radica en la opción “Pingüino o Pingüina” para definir la fórmula presidencial oficialista. Creen que la tan agitada nominación de Cristina significaría una muda de ropa demasiado abrupta. Un cambio indeseable de las reglas del juego. Un “patear el tablero”.

Es más: sostienen por lo bajo que “en cuanto se decida que el candidato es el Presidente, las aguas van a estar más tranquilas y sucesos como los de Constitución o Santa Cruz van a dejar de existir”. Entre ellos se anotarían Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y Luis Barrionuevo. Y suenan amenazantes.

Ante unos y otros, Néstor Kirchner agita la misma bandera: el factor Cristina.

“Yo creo que Cristina le puede dar al país la calidad de estadista, la superación de calidad institucional que necesita, la experiencia, la reflexión, el estudio. No tengo duda de que podría llegar a ser un paso superador muy importante para los argentinos”, le dijo el Presidente, el jueves pasado, a Magdalena Ruiz Guiñazú. Un día después, en Mendoza, les alzó las manos a la Primera Dama y al radical K Julio Cobos, aunque sin explicitar ninguna definición.

Cristina le sirve a Kirchner para demostrar que está mejor vestido que nadie: a falta de uno, el Frente para la Victoria tiene dos candidatos. Valga otra metáfora del talentoso Martín Churba: “La ropa es la piel social. No soy yo, pero habla de mí, tiene que mostrar lo que yo quiero que los otros vean de mí. La ropa es una herramienta de comunicación social”.

Cristina le sirve a Kirchner para insinuarles a sus enemigos internos que está dispuesto a enfrentarlos a una “fiera” mucho menos pragmática y tolerante que él mismo.

¿Cristina le sirve a Kirchner para cambiar el eje del debate público?

Por lo pronto, la Pingüina sigue midiendo menos que el Pingüino en las encuestas de imagen y de intención de voto. Y en esas mismas encuestas empieza a expresarse el crecimiento del bando de los que rechazan una candidatura de ella. Tal vez quieran elegir un presidente y no mantener a una familia completa.

Cuatro años. Dos K. El desnudo por traición. Y el que se desviste a propósito, movido por las circunstancias. Ojalá no quedemos todos en cueros.