Se asiste a la crónica de una situación anunciada: el campo minado que la administración de Cristina Fernández de Kirchner le dejó a la de Mauricio Macri va haciendo sentir inexorablemente el peso de sus consecuencias. “No habrá luna de miel para el nuevo gobierno sea cual fuere el candidato que ganare”, señalábamos en esta columna poco antes de la segunda vuelta electoral que consagró al actual presidente. No era un presagio sino una certeza producto del conocimiento de los datos negativos que emanaban del análisis de las distintas variables de la economía argentina. Es algo en lo que, salvo el kirchnerismo duro, coincidieron todos los postulantes que tomaron parte de la competencia electoral por la presidencia. “Por eso no puedo aceptar que se critiquen medidas que son producto de lo que nosotros fuimos causantes”, dijo el ex titular de la Anses Diego Bossio, a quien Carlos Zannini llamó para decirle que, a causa de su alejamiento del bloque de diputados del Frente para la Victoria, para Cristina Fernández estaba “muerto”.
Como siempre ocurre, frente a un sinceramiento de la economía de la envergadura del que se está atravesando, una cosa es decirlo y otra cosa es vivirlo. En el decirlo aparece la comprensión de la problemática que está en el origen del verdadero descalabro económico que recibió el actual gobierno. En el vivirlo se manifiesta, en cambio, el impacto que esto genera en las aspectos esenciales que hacen a la vida diaria de cada persona según su circunstancia, por lo que el que menos tiene es el que más sufre los efectos adversos de estos ajustes. Al Gobierno le corresponde, pues, no sólo reconocer un problema sino buscar las soluciones. Para eso se postularon y para eso los eligieron. Es como cuando alguien va al médico; primero le interesa saber qué le está pasando –el diagnóstico–; y después, espera –demanda– que acierte con el tratamiento que lleve a la cura. Por supuesto que hay tratamientos que acarrean dolores; pero en esos casos, el médico busca paliarlos hasta que, si la terapéutica es la correcta, la cura llegue.
Macri está ansioso por este tema. Comienza a comprender que los tiempos políticos y las exigencias del día a día no siempre van de la mano. Alfonso Prat-Gay le dijo que hay que mantener la firmeza y que la reducción del déficit fiscal será el instrumento clave que llevará a poner freno a la inflación. La falta de cifras por parte del Indec le genera al Gobierno otro problema, ya que no todos creen que lleve tanto tiempo lograr obtener números creíbles. A falta de ello, se conocieron los inquietantes datos de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, que hablan de una inflación de 4,1% en el mes de enero. Este guarismo deja descolocado al ministro de Hacienda, quien hace unos días había señalado que el índice estaría “más cerca del 3%”.
En busca de soluciones el Gobierno está requiriendo la ayuda de los consumidores. Conceptualmente es una herramienta válida si va acompañada de otras medidas. Esa fue la causa del poco éxito que tuvo durante la administración de CFK. El lunes saldrá publicada en el Boletín Oficial la resolución que el pasado viernes firmó el secretario de Comercio y que habilita legalmente a llevar adelante este sistema informático de monitoreo de precios.
Esta resolución obliga a las cadenas de supermercados (con facturación de más de 463 millones de pesos anuales) a informar un listado diario de, en principio, mil productos y sus precios, por cada punto de venta particular.
Si el producto publicado no está o no corresponde el precio, habilita a la Secretaría de Comercio a elevar una sanción aplicando la Ley de Lealtad Comercial y la de Defensa del Consumidor.
En cuanto a los jubilados, desde la Secretaría de Comercio están tratando de implementar un acuerdo con la Anses para que, en cada delegación o club de jubilados, el organismo pueda ayudar y enseñar a los jubilados a usar esa herramienta.
La idea es que este sistema, además de ayudar al consumidor, le permita al Gobierno establecer precios de referencia y así intentar limitar sus asimetrías. “Esta no es una herramienta antiinflacionaria. Es una herramienta que le da más poder al consumidor. Esperamos poder tenerla funcionando para el 15 de marzo”, reconoce una voz desde la Secretaría de Comercio. Por lo que se sabe, esta medida se iba a presentar dentro de cuatro meses, una vez que caducara Precios Cuidados, pero las circunstancias llevaron al jefe de Estado a avanzar rápidamente en su implementación. Macri está muy preocupado por la inflación, cuyo impacto negativo en la encuestas se está haciendo sentir fuertemente.
La reunión con los líderes sindicales fue producto de esta situación, que complica las venideras negociaciones paritarias. En el encuentro, que marcó también un cambio de época –Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Jerónimo Venegas habían sido borrados del mapa por CFK–, el Presidente, quien reconoció el problema de la inflación y lo justo del reclamo gremial, les dijo que necesitaba su ayuda. Los sindicalistas atendieron las explicaciones, pero insistieron en que mantendrán sus posturas. Habrá que ver qué efecto tiene para modificarlas el aumento del mínimo no imponible, el desdoblamiento de las paritarias, la reducción del IVA a los alimentos de la canasta básica y el pago de parte de la deuda que el Estado tiene con las obras sociales. Dentro de este clima de diálogo, el Gobierno comete un error al marginar a los gremios estatales, con los que las diferencias son mayores. Eso lo hacía CFK.
En lo político, las cosas le vienen saliendo mejor al Gobierno. El buen trato hacia los gobernadores está dando sus frutos, ayudado esto por el indiscutible malestar que a lo largo de su mandato generó CFK en sus propias filas.El proceso de fractura dentro del FpV es imparable. La información dice que las nominaciones a la Corte Suprema de los doctores Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz serán aprobadas, al igual que las de los embajadores y militares. En relación con los decretos de necesidad y urgencia, la impresión es la misma. “Nada tarda tanto como aquello que no se empieza”, una frase de Alain refleja algo de lo que el oficialismo parece estar aprendiendo rápidamente: la clave para manejar este difícil momento exige mucha muñeca política, algo que una concepción excesivamente gerencial del Gobierno pareció ignorar.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.