“Mauricio es Macri”, repetía Néstor Kirchner como si fuera el abracadabra que hiciera caer la careta del candidato Macri, abriendo la puerta a su verdadera personalidad de empresario rico y noventista. Corría 2003 y con el partido predecesor al PRO, Compromiso para el Cambio (“cambio” estaba en su génesis), había perdido el ballottage con Aníbal Ibarra. Recién dos años después, y junto con Ricardo López Murphy, funda el PRO, es electo diputado y comienza su cursus honorum para, en 2007, ser electo por primera vez jefe de Gobierno de la Ciudad y reelecto luego en 2011. Doce años esperando que lo que en realidad cambiara fuera la marea que, después de la embriaguez neoconservadora de los 90, se pasó al polo opuesto del populismo durante todo lo que va del siglo XXI .
Hoy Mauricio puede volver a ser Macri porque cambió la marea y su presidencia es el premio a la resistencia de haber soportado más de una década navegando contra la corriente, lo que le reconocen aun quienes no simpatizan con él como persona ni con los principios que creen que representa.
Su idea de llegar a ser presidente comenzó a mediados de los 90, cuando el éxito todavía estaba de moda y ser Macri no era piantavotos como lo fue en 2003. Su modelo de primero ser una celebridad con mucha aparición en los medios de comunicación, luego presidente de un club de fútbol muy popular, para después ingresar en la política por la puerta grande tuvo el antecedente inspirador de Berlusconi, quien llegó a presidir Italia en 1994, nueve años después de haber sido el presidente del club de fútbol Milan (para Macri pasaron ocho años desde que fue presidente de Boca hasta llegar a ser jefe de Gobierno de la Ciudad) y de aparecer en sus propios medios tras fundar la primera cadena de televisión privada de Italia y comprar Mondadori, la mayor editorial de revistas de su país.
Macri, 23 años más joven que Berlusconi, no precisó comprar las revistas para aparecer en ellas, porque en la década que lleva el PRO tuvo dos matrimonios y tres parejas estables: Isabel Menditeguy, Malala Groba y Juliana Awada, sumado a las parejas de su padre, también prolífico en lo amoroso.
Pero aquel Macri berlusconiano tuvo que reinventarse para adaptarse a los gustos de un electorado que no sólo en Argentina repudiaba el hiperbolismo capitalista de cuando creyó en el fin de la historia y Berlusconi, tras ser tres veces jefe del gobierno italiano, terminaba condenado tanto por corrupción como por prostitución de menores.
Berlusconi, así como Blair en Inglaterra y Aznar en España, pagó el costo político de haber apoyado a George Bush en la invasión a Afganistán e Irak. Y el propio Bush terminó como uno de los presidentes de Estados Unidos más repudiados de la historia cuando Barack Obama se impuso en las elecciones de 2009. Ahí Obama pasó a ser el nuevo modelo político de Macri.
No sólo con su eslogan de campaña “yes we can” Obama y los Estados Unidos inspiraron a Macri. En la contratapa de la edición especial por la asunción de Macri de PERFIL de ayer (http://e.perfil.com/Esperanza) se citaba el concepto de soft power aplicado a la interdependencia, que fue desarrollado por el ex decano de la escuela de gobierno de Harvard, Joseph Nye, para la política internacional y podría ser adaptable a la fragmentación política argentina y la necesidad del PRO de desarrollar alianzas para construir gobernabilidad seduciendo a peronistas. También hubo inspiraciones en el uso intensivo de las redes sociales para hacer campaña electoral, con las que Obama innovó en 2009 y logró ser elegido presidente por primera vez. Cuando recién llegaban los teléfonos inteligentes consiguió 3 millones de donantes en línea, 15 millones de seguidores en redes sociales, un billón de correos electrónicos enviados y 35 mil grupos de voluntarios en línea.
Pero el eslogan “yes we can”, literalmente traducido en “sí, se puede”, es apenas la síntesis de un discurso en muchos aspectos casi calcado.
Obama pronuncia por primera vez su “yes we can” tras ganar las primarias en el estado de Carolina del Sur y agrega: “Tenemos hambre de cambio” y “estamos preparados para volver a creer”. Convocó a la “unidad nacional” para cambiar “la política que utiliza la religión (ideología) como muro separador (grieta) y el patriotismo (nacionalismo) como maza”. “El cambio no será fácil, necesitará tiempo, habrá contratiempos y a veces cometeremos errores”. “No nos conformemos con las mismas divisiones y dramas que afectan a la política de hoy”. “No nos digan que el cambio no es posible. Sí se puede. Sí podemos cambiar. Sí se puede curar a nuestra nación. Sí podemos apoderarnos de nuestro futuro”.
Otra similitud es que Obama apeló al espíritu de los inmigrantes que habían llegado a hacer los EE.UU.: “¿En qué otro país el hijo de un inmigrante negro podría llegar a presidente si no fuera en uno con valores muy profundos de superación?”. Y Macri también habló de recuperar ese espíritu de los inmigrantes que vinieron a la Argentina a construir su futuro siendo él mismo argentino de primera generación, hijo de un inmigrante italiano, aunque luego hubiera tenido mucho éxito.
Nuestras PASO podrían ser comparables con las primarias de Estados Unidos, donde Obama comenzó debajo de quien marchaba primera en las encuestas de la oposición: Hillary Clinton, para terminar superándola, como hizo Macri con Massa. También Obama ganó en las dos costas, las áreas más desarrolladas, perdiendo en el interior del país, comparable con el triunfo de Macri en las provincias centrales y la derrota frente al peronismo en el norte y el sur.
La inspiración en Obama no pudo no haber sido fruto de Duran Barba, profesor en George Washington University de Gestión Política y autor del libro Mujer, sexualidad, internet y política; los nuevos electores latinoamericanos. Pero fue Macri quien tuvo la capacidad de reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Veremos si puede seguir adecuándose.