Continúa de ayer: De Máximo a Guzmán
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Paul Watzlawick fue el alma máter de la célebre Escuela de Comunicación de Palo Alto, California, y autor del canónico libro Teoría de la comunicación humana donde se desarrollan los cinco axiomas básicos de la comunicación. El tercero prescribe: “La comunicación es una serie ininterrumpida de intercambio de mensajes. Los participantes en este proceso siempre introducen lo que se denomina ‘puntuación de secuencia de hechos’, que implica la estructuración del flujo comunicacional dentro del cual tanto el emisor como el receptor interpretarán su propio comportamiento como reacción ante el comportamiento del otro”.
El orden de la comunicación depende de la disposición de los participantes a aceptar el sistema de puntuación. Watzlawick utiliza irónicamente el ejemplo de la rata de laboratorio que diría “ya he adiestrado a mi experimentador para que cada vez que yo presione esta palanca él me dé de comer”. Invirtiendo el orden de puntuación en la comunicación, se invierte la secuencia de los hechos y consecuencia pasa a ser causa. Proceso habitual al que apelan los sofistas, los manipuladores y que se produce en ciertas disfunciones mentales.
Haciendo fracasar a funcionarios del Presidente termina creando funcionarios que no funcionan
La columna de ayer desarrolló el rompimiento del proceso de “puntuación de la secuencia de los hechos” de Máximo Kirchner y en esta de hoy, lo mismo en relación con Cristina. Al día siguiente de que su hijo en el acto realizado en Escobar responsabilizara al ex ministro de Economía por el aumento del dólar y la inflación que produjo su salida, Cristina Kirchner en su acto de El Calafate dijo que la renuncia de Martín Guzmán “fue un inmenso acto de irresponsabilidad política”.
Del calco argumental de Cristina y Máximo podría surgir un ejemplo de la comunicación paradójica a la que se refería Watzlawick, diciendo: “del tal astilla, tal palo”, al invertir el refrán donde los descendientes heredan características de los progenitores.
Invertir la puntuación de la secuencia de los hechos omite que Guzmán renunció por las presiones de quienes ahora critican que haya hecho lo que ellos mismos buscaban que hiciera. La profecía de un suceso lleva al suceso de la profecía. Haciendo que no puedan funcionar los funcionarios de Alberto Fernández termina habiendo funcionarios que no funcionan. Equivalente a ponerle una escalera al Presidente para que suba a cierta posición y luego sacársela para que quede a merced.
En el resto del discurso también se producen ejemplos de comunicación paradójica cuando la vicepresidenta proyecta sobre los demás conductas que ella practica: “Se trató de un enorme gesto de ingratitud al Presidente”; o que podría aplicar a ella misma: “Yo no hago distinción entre buenos funcionarios y malas personas”.
Salir a atacar a Guzmán cuando ya no puede responder no transmite fortaleza. Watzslawick escribió: “La impotencia es algo que se quisiera realizar cuando y porque uno se siente impotente: tan pronto como se elimina esa sensación de impotencia, desaparece también el deseo de venganza”.
Tampoco el cambio de ministro habría significado un cambio de ideas económicas en su reemplazante Silvina Batakis, como decía Epicteto: “No son propiamente las cosas lo que nos fastidia, sino las opiniones que tenemos sobre ellas”. Watzlawick también sostenía que quien no escucha su mal no puede oír.
Otro de los axiomas de la comunicación es su doble producción, una a nivel del contenido y la otra a nivel de la relación entre quienes se comunican, siendo este último aspecto muy influyente respecto del primero. “Qué se dice” lo aporta el contenido, mientras que el “cómo hay que interpretarlo” lo aporta la relación. Toda conducta y no solo el habla es comunicación.
En el capítulo sobre la comunicación patológica donde hay conflicto entre el contenido y la relación, allí Watzlawick escribe: “Hay situaciones en que una persona se ve obligada de un modo u otro a dudar de sus propias percepciones en el nivel del contenido a fin de no poner en peligro la relación vital con otra persona”, descripción que les podría caber a Alberto Fernández y a muchos de sus funcionarios, quienes para poder continuar la relación con el socio más fuerte del Frente de Todos, y en especial con la vicepresidenta, precisan dudar de sus propias percepciones para sobrevivir en la relación. Lo que se denomina “jugar el juego de no ver que se está jugando”.
El error de Guzmán (y en alguna medida de Alberto Fernández) pudo haber sido creer que podrían convencer a Cristina con datos.
En otro de sus libros, junto a Giorgio Nardone, Watzlawick escribe: “Cuando las formulaciones teórico-aplicativas se convierten en teorías autoinmunizantes (Popper), es propio de su naturaleza que se resistan denodadamente a cambiar, porque funcionan como sistemas autorreferentes (von Foerster) basados en mecanismos de autopoiesis (Maturana) porque representan para las personas que creen en ellas el fundamento de su identidad personal (Salvini), cuya estabilidad hay que proteger puesto que, si cae la teoría en que creen, se derrumba igualmente la identidad personal”.
Las creencias de Cristina Kirchner son autoinmunizantes. El error de Martín Guzmán (y en alguna medida de Alberto Fernández) pudo haber sido creer que podría convencerla con datos. Los datos no son nada frente a los conceptos. Cada cual construye la realidad que luego padece.