El cambio de Macri comenzó por él mismo. La contratapa de ayer (De Berlusconi a Obama) se dedicó a la reconversión que tuvo que hacer para desneoliberalizarse y adaptarse a los tiempos, incorporando literalmente el eslogan de Obama: “yes, we can”, más toda la propuesta de cambio de su discurso electoral. Cambio que luego en la práctica Obama no pudo producir por no contar con la suficiente cantidad de diputados y senadores. Desafío que también enfrentará Macri, aunque el defecto de tener la Argentina una democracia menos estructurada puede terminar haciéndole más fácil resolver ese problema.
Lo primero para decir sobre las promesas de cambio es que se trata de la promesa más repetida e incumplida de la política en todas las épocas y todos los países. Sólo hace falta que un ciclo alcance su nivel de obsolescencia (incluso de éxito cumplido) para que el cambio pase a ser un atributo deseable. Los propios competidores de Macri utilizaron el cambio en sus promesas: “El cambio justo” (Massa) y “Cambio con continuidad” (Scioli), demostrando que la palabra en sí misma puede ser un significante vacío, lo que en política no es necesariamente un defecto porque permite cargar de múltiples significados ese signo.
Un significante vacío es justamente aquel que posibilita que demandas diferentes converjan en un punto de anudamiento, esos enlaces de significados totalmente contingentes tienen la flexibilidad de adaptarse a los deseos de cada demandante. El peronismo funcionó en los últimos años como un exitoso significante vacío.
Pero, paralelamente, el concepto de cambio es esencial en ciencia porque lo contrario sería aceptar una cosmovisión estática. Cambio es inherente a lo vivo, mientras lo inmóvil, a lo muerto.
Desde una perspectiva darwinista, cambio es el progreso ascendente de la supervivencia biológica. Comparte esa perspectiva el mundo de la producción, donde cambio es equivalente a progreso y del cual seguramente Macri tuvo su inspiración inicial.
La teoría del cambio por niveles clasifica los del primer orden como aquellos reformistas, del tipo evolutivo, donde se introducen mejoras sin modificar las premisas esenciales del sistema. Y los cambios de segundo orden, como los revolucionarios que tienden a modificar el propio sistema.
¿Qué tipo de cambio será el que pueda introducir Macri? Obama ni siquiera pudo introducir cambios del primer orden. Pero para muchos el kirchnerismo produjo una alteración tan apreciable del sistema que el solo regreso a un equilibrio resultaría un cambio de segundo orden. En política, un verdadero cambio de segundo orden sería aquel que transforma las estructuras de poder, lo que declamativamente intentó el kirchnerismo.
Para la democracia, el recambio es visto como un virtuoso fin en sí mismo porque la alternancia, aunque fuera sólo movimiento circular, es la vacuna contra la dictadura.
Habría un cambio aun mayor, que es el cambio en sentido histórico, cuando lo que se transforma son las costumbres de manera permanente, un cambio de época. La posmodernidad postula una ruptura más veloz con todo lo que representa pasado porque en la modernidad prevalecía el lento enfoque causalístico que buscaba hasta encontrar una explicación sistemática que tuviera un correlato repetido en la relación causa-efecto. La desideologización de Macri y su desinterés por las cuestiones conceptuales le permiten adaptarse “líquidamente” a la labilidad posmoderna.
El cambio es imprescindible para resolver problemas, y por eso se hace más valorado cuando éstos abundan. Los problemas parten siempre de una insuficiencia de los medios para los fines.
Si hubiera suficiente cantidad de medios, no existiría el desafío de resolver los problemas y ya estarían resueltos. Los problemas se renuevan porque una vez alcanzado un nivel se deseará el siguiente, para el cual aún no se tienen los medios. Los recursos siempre serán escasos por definición. La ventaja de Macri es que a los ingenieros se los forma para resolver problemas de modo ingenioso, potenciando los recursos existentes.
El deseo de cambio implica insatisfacción y optimismo porque hace depender el futuro de la acción humana. Marx definía al ser humano como el animal que era capaz de mejorar las condiciones de su existencia física a través del trabajo. El cambio requiere una dosis de aventura porque si se contara con todas las certezas, no habría riesgo y el cambio ya se habría realizado.
Como los recursos siempre serán escasos por definición, el ser humano aislado nunca podrá construir un futuro mejor porque carecería de los medios. Esto hace que la aventura del progreso sea siempre una obra de conjunto que nadie pueda consumar sin la ayuda de los demás. Por eso el cambio precisa de la pasión contagiosa que es la esperanza y uno de sus productos: la alegría, que predispone a no conformarse con los medios existentes y aspira a un mundo siempre perfectible.
Se podría decir que las palabras líder y cambio van juntas porque el cambio siempre requiere el empeño de un hacer con otros, y será preciso coordinar cómo destinar esos esfuerzos. Sólo hay progreso cuando el cambio introduce valores en el transcurso de su proceso.
¿Qué entenderá Macri por cambio? Hay casi tantas ideas de cambio como personas, y en la vaguedad de su definición Macri encontró el punto de confluencia de deseos contradictorios que en la etapa de ser gobierno irá desilusionando. Quedan unos meses de luna de miel donde será hiperpoderoso. Si no aprovecha bien esta etapa, donde cambio incluye todo, el cambio se le puede volver en contra.