Sus viejos posteos de Facebook funcionan casi como una fuente arqueológica. Una declaración de principios cuando solo tenía sueños: aún no había gloria deportiva ni cláusulas de 120 millones de euros, solo idas y vueltas arriba de colectivos por el conurbano, mucho cansancio y muchas frustraciones. “Estoy super mal. Nada me sale y tampoco tengo suerte. Yo sé que un día va a llegar”, escribía en octubre de 2015, con apenas 14 años. No sabía –nadie sabía– que esos días llegarían y serían tan luminosos como los de estos últimos meses.
Porque la carrera de Enzo Fernández dio un giro tan abrupto y veloz que sorprende incluso ahora viéndolo en retrospectiva. Hace apenas dos años, ese día que tanto soñaba de adolescente había llegado: en enero de 2021 salió campeón con el Defensa y Justicia de Hernán Crespo de la Copa Sudamericana 2020, tras vencer 3 a 0 a Lanús. Tan clave fue que la Conmebol lo incluyó en el Equipo Ideal de la Copa.
Jugaba en Defensa y Justicia porque River lo había cedido por un año. Y le fue tan bien en Florencio Varela –con el Halcón también venció al Palmeiras por la Recopa Sudamericana– que Marcelo Gallardo le pidió a la dirigencia de River que interrumpiera el préstamo. Disfrutarlo con otro equipo era un desperdicio deportivo.
Ya de vuelta en Núñez, Enzo comenzó a brillar. Aquel día que había soñado en su casa de San Martín quizás era alguno en el Monumental: el de los golazos con la banda roja en el pecho, la obtención holgada de la Liga Profesional 2021 o el del Trofeo de Campeones. Enzo era el mejor futbolista del River campeón, la plataforma que construyó para volar al Benfica de Portugal. Para volar a Europa.
Pero mucho antes de eso, en 2016, cuando todavía faltaban cuatro años para que llegara a Primera, cuando Enzo jugaba de cuatro o de ocho en las inferiores de River, escribía en su Facebook: “Nadie sabe del sacrificio que hago…, el barro que piso, las lluvias que sufro, el frío que paso, el calor que me sofoca, la tierra que me raspa…, nadie sabe. Todos ven a ese que sale a la cancha vestido con la ropa del club limpia y en una cancha más o menos presentable, pero nadie ve a ese que semana tras semana se rompe el orto yendo a entrenar”. Fernández quería llegar. Luchaba por llegar. Y llegó.
Y probablemente pensó que el día que él soñaba y escribía en 2014 no había sido ni la final ganada con Defensa y Justicia ni los títulos con River, sino el 18 de diciembre de 2022, cuando levantó la Copa del Mundo con la Selección argentina. El país estaba de fiesta, y Enzo estaba en el centro de esos festejos colectivos.
Después del Mundial, se convirtió en el futbolista de moda. El Chelsea lo quiso comprar, Benfica rechazó la propuesta, pero el club de Londres volvió un mes más tarde y se lo llevó por 121 millones de euros.
“Jugar al fútbol es patear una pelota”… Sí, para el sin sangre que lo ve de esa forma. Para mí es mi vida, lo que quiero que me dé de comer, lo que quiero que me haga disfrutar, lo que quiero para darles una buena vida a mis seres queridos, lo que quiero para llegar y decir ‘no fue fácil pero lo logré’. Nadie ve mis esfuerzos y sacrificios…, pero lo mejor de todo es que yo sí lo sé. Entonces me podrás criticar, pero mientras vos hablás…, yo no te escucho porque estoy entrenando”, posteó en 2016.
Ayer Enzo Fernández debutó en Stamford Bridge con la camiseta blue del Chelsea. Fue 0 a 0 contra el Fulham. Llevó el cinco en la espalda y su nombre: Enzo. El estadio estaba llenísimo y su primer tiempo fue digno de crack: dio dos asistencias exquisitas y se convirtió en el eje del mediocampo. En el segundo tiempo, su juego se diluyó un poco, pero en el balance, el debut fue más que positivo. “Yo sé que un día va a llegar”, escribió. En su carrera, con apenas 22 años, ya tiene varios días para atesorar en la memoria.
Nuevos dueños, nuevas artimañas financieras
Con más de 600 millones de euros gastados esta temporada, el Chelsea hizo saltar la banca, aunque suscita varias preguntas y dudas sobre la viabilidad económica y deportiva de la institución.
En la forzada venta del pasado año por la guerra en Ucrania, el antiguo propietario ruso Roman Abramovich comprometió al comprador a mantener un nivel de inversión que permitiera a los blues mantener su estatus deportivo. Una expectativa que los nuevos dueños, liderados por el estadounidense Todd Boehly, superaron con los 300 millones de euros gastados en junio y la misma cantidad en este mercado de pases, que sobre la hora tuvo la ficha récord de 121,3 millones de euros por Enzo Fernández.
La UEFA aplica desde hace años el Fair-Play Financiero (FPF), pero Boehly y Clearlake, el fondo de inversión que lo acompaña a la cabeza del club, creen haber encontrado cierta defensa alargando la duración de los contratos, lo que permite extender en el tiempo las amortizaciones de pago. Fofana firmó así hasta 2029, Badiashile hasta 2030 y Fernández y Mudryk hasta 2031. Tiempo suficiente para dibujar una ingeniería financiera que permita mantener la burbuja.