La campaña electoral ya está a toda marcha. Sin embargo, siguen ausentes hasta aquí diversos temas que parecen olvidados en el marco de las propuestas, que son de carácter legislativo y resultan vitales en la vida cotidiana del pueblo.
Un claro ejemplo de ello tiene que ver con el impuesto a las ganancias sobre los salarios de los trabajadores y cuáles son los gastos que se pueden deducir a la hora de calcular su liquidación.
Es sabido que un trabajador casado y con dos hijos , cuya mujer no trabaja, tributa a partir de un sueldo bruto de $ 11.560; si tiene personal doméstico declarado, este monto se eleva poco más de mil pesos, y si además tiene prepaga médica, un crédito hipotecario razonable, un buen seguro de vida y dona dinero a alguna asociación o fundación, recién empezaría a tributar aproximadamente a partir de 16 mil pesos mensuales de ingresos, esto sin contar lo que recupere de los gastos por consumos realizados con tarjeta de crédito o débito en el exterior.
Por otro lado, una madre soltera con dos hijos, que alquila un departamento de dos ambientes, no tiene mucama, no tiene crédito hipotecario, no viaja al exterior ni tiene medicina prepaga, desde ya no posee seguro de vida y percibe un salario bruto de $ 11.560 mensuales, del cual le quedan de bolsillo 9.600, además debe pagar $ 1.900 por año de impuesto a las ganancias.
Estamos hablando de una situación de grandes sectores de la población, donde más del 34% de los hogares en Argentina, según datos del censo 2010, está a cargo de mujeres; esto es, más de 4.100.000 de familias de las cuales el 24,4% son madres solteras, es decir, 1.012.361 hogares.
La situación de vivienda presenta números que también invitan a poner el foco sobre ellos. Hay en nuestro país, siempre según el censo 2010, más de 1.960.000 hogares en situación de alquiler, cuando en 2001 eran 1.120.000.
Esto implica que vastos sectores de la sociedad están abarcados en una o ambas de las características descriptas, y considerando las deducciones permitidas actualmente, no parece razonable que se deje de lado este tipo de circunstancias, que podrían ser más que compensadas cobrando impuesto a las ganancias sobre los plazos fijos de más de un millón de pesos a nombre de un mismo titular.
Estos son sólo algunos de los casos que no escuchamos discutir por parte de las diferentes opciones electorales que vemos a diario en los medios. Al tiempo que esto sucede, al regresar al hogar, el boleto de colectivo le cuesta lo mismo al gerente que gana $ 25 mil por mes y a la madre soltera que percibe $ 8.300 de salario, y ambos tienen subsidiada la luz a valores similares.
Cabe entonces hacerse la pregunta de si en momentos en los que nos invitan a acompañar sus proyectos en este tiempo electoral tendrán la deferencia de presentar alguno que tenga efectos concretos en la vida de todos. Yo aún no pierdo las esperanzas.
*Economista / UBA.