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Disolutos de dos tipos

16-4-2023-Logo Perfil
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En una escena memorable de La noche de Varennes (Ettore Scola, 1982), Giacomo Casanova (Marcello Mastroianni) y otros viajeros se ven obligados a bajar de la carroza para que los caballos, liberados del peso de los pasajeros, puedan ascender una pendiente. Los viajeros, entre ellos la soprano Virginia Capacelli (Laura Betti), caminan un corto trecho, que la cantante aprovecha para entonar un pasaje del Don Giovanni de Mozart, lo que da pie a Casanova para comentarle a la Capacelli que una de las escenas de esa ópera fue escrita por él. La escena en cuestión es la conocida con el nombre de “El catálogo”, en la que Leporello, el criado de Don Giovanni, entona un aria a Donna Elvira, haciendo un recuento de todas las amantes que tuvo su amo, tratando de que la mujer comprenda que ella es solo una más en la lista. Naturalmente, lo dicho por Casanova en la película de Scola es absolutamente cierto.

Al parecer, Lorenzo da Ponte, encargado de escribir el libreto de Don Giovanni, llegado a un punto tuvo que aceptar que a ese paso no llegaba al estreno de la ópera, por lo que recurrió a Giacomo Casanova, que por dinero hacía cualquier cosa. La escena que le tocó fue justamente esa, la del catálogo, y esa es la razón por la que en la película de Scola Casanova la recuerda palabra por palabra. 

Es extraño que justamente el nombre de Don Juan y el de Casanova sean corrientemente usados como sinónimos, cuando en realidad están más cerca de ser antónimos. Hay varias confusiones que giran en torno a Casanova: hay quien sigue llamándolo libertino, aun después de la aparición tardía en escena del Marqués de Sade, al lado del cual Giacomo Casanova parece un adolescente moralista y pudoroso. Del mismo modo se le adjudica al veneciano el título de donjuán, tal vez apelando a la imprecisa, y hasta diría errónea, definición que del adjetivo dan los diccionarios, que se resume en un lacónico “seductor de mujeres”, cosa que podría decirse incluso de aquel a que lo último que se nos ocurriría sería adjudicarlle el mote de donjuán. Seductor de mujeres, de acuerdo, ¿pero de cuántas? 

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Dejemos el diccionario y vayamos a los hechos: Don Giovanni deja detrás de sí un reguero de mujeres que juran matarlo; Casanova deja detrás de sí un reguero de mujeres que lo adorarán durante el resto de sus vidas. Pero a fin de cuentas, ¿Historia de mi vida de Casanova no es en parte un catálogo extendido al estilo del que cuidadosamente redacta el criado Leporello? Podría decirse que sí, en sentido estricto: Casanova rememora sus amores pasados y cuenta las vicisitudes que lo llevaron a conocer a determinadas damas y a enamorarse y enamorarlas, pero si bien es un dissoluto, no hay en él un solo rasgo de punizione, las dos palabras que caracterizan a todos los Don Juan, al de Da Ponte, claro está, pero también a los anteriores, a los de Tirso de Molina, Molière, Antonio de Zamora y Goldoni.

Hay un hecho relatado en Historia de mi vida que tal vez sirva para ilustrar todo esto: Casanova, en un de los raros momentos en que tiene dinero y carece de tiempo para seducir a alguna cristiana devota (Casanova amaba los desafíos), decide ir con una prostituta. Cuando terminan de hacer el amor, la prostituta se larga a llorar. Casanova pregunta qué le pasa y ella le cuenta que un caballero de un pueblo cercano, que como es imaginable no sabe nada de cómo la muchacha se gana la vida, la pidió en matrimonio, y que se acerca la fecha límite para que ella presente la dote, de 30 mil ducados, dinero del que carece y no podrá nunca conseguir en breve plazo. Casanova se viste, vuelve a su hotel, toma una bolsa, mete dentro los 30 mil ducados, vuelve al prostíbulo, arroja la bolsa sobre la cama y le dice a la muchacha: “Ahí tienes el dinero, cambia tu vida”. Algo que jamás hubiese hecho Don Juan.