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desafío

Diversidad y grieta

Votar y que el que gane resuelva no alcanza. La casa es de todos.

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Puja. | Pablo Temes

Largo confinamiento para  algunos, salida obligada y cuidada de otros; relajamiento responsable y no de algunos otros; comedores barriales que no alcanzan; virus que se expande con una curva que nos hace sentir en el buen camino y economía que se sigue desarmando sin horizonte ni estrategia de salida; provincias que abren hacia adentro, espacios que cierran. La incertidumbre y la duda flotan en el aire.

El virus sigue afuera y no tiene fecha de defunción… despacito y sin prisa va desnudando nuestras verdades más profundas. Un Estado que se necesita fuerte y que hace agua en tantos lugares, y a los chapuzones;  algunos funcionarios heroicos intentando remendar roturas vitalicias; una sociedad fortalecida, que se muestra en las miles de organizaciones intermedias atajando la emergencia; dirigentes políticos de todos los colores que al mostrarse desnudos, no pueden ocultar su verdadera dimensión; algunos que están a la altura y que donde les toca entienden la hora y juegan sin pensar en su lugar sino en su misión, y otros que todavía creen que aun en medio de la crisis, se pueden pelear sillas, disputar intereses, como si la clase política fuera una más en el reparto y no la que representa a los que no pueden estar en la mesa.

Lo que está pasando en EE.UU. a partir del abuso policial puso luz sobre algunos abusos nuestros, y nuestras propias discriminaciones. Como contracara, la muerte de bomberos argentinos apagando un incendio. Ni Una Menos, dando el grito contra la violencia que nos mata, y un fiscal liberando autores de una violación con una figura que nos repulsa. Reuniones importantes sin mujeres. Mesas de concertación y medidas que nadie sabe dónde se acordaron. Discurso y hechos. Desnudos.

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Todos y cada uno de los hechos de esta semana dieron lugar a ríos de tinta en cada lugar de la grieta. Uso y abuso de la información para descalificar la posición del otro, extremarla y “moralizarla”. Siempre hay una posición que está bien y una que está mal. Y siempre yo estoy en la que está bien. Obvio.

La sensación de que la sociedad y la opinión comienzan a agrietarse de nuevo. Cada hecho nuevo da lugar a descalificar la posición del otro y a minar la esperanza de que encontremos comunes que nos lleven a un mismo lugar.

Convivir con lo diferente es el desafío de este siglo. Ya no existen sociedades homogéneas, a veces ni culturalmente. Todos los países tienen hoy ciudadanos que practican culturas de sus ancestros, que a veces hablan otras lenguas, y que profesan diversas religiones. La diversidad es una marca de época. Pero no está aún claro el desafío que plantea en la forma de organizarnos.

¿Cómo se convive con la diferencia? ¿Es tan mala la grieta si expresa que pensamos diferente? ¿Qué es lo malo de la grieta? ¿Por qué algunos militamos el camino del medio?

Para vivir juntos y organizarnos necesitamos algunas reglas. Estar de acuerdo en algunas cosas que permitan que ese vivir nos “sirva” a todos, es decir nos beneficie a todos. No podemos encontrar esas reglas mirando sociedades tan distintas como las que ya están desarrolladas, cuyos problemas en este clivaje de la grieta y la desigualdad no son parecidos a los nuestros.

¿Cuál es la grieta de nuestras sociedades, las latinoamericanas, o las de la periferia, esas que no resolvimos el problema del desarrollo? Convivimos sabiendo pero sin querer asumir, con una sociedad dividida en dos… con globalizados y excluidos. Quizas en Argentina con esa franja del medio que sube y baja entre unos y otros. Pero esa grieta está desnuda. Ahí cerquita la vemos ahora.

Frente a esa grieta real, concreta, de vida. Donde lo que nos diferencia es todo: condiciones, posibilidades, historia, futuro. ¿Cómo respondemos como sociedad? ¿Qué regla nos damos para convivir y desarrollarnos?

¿Pensar alternativas nos diferencia? ¿Hay grieta en la manera en que queremos resolver nuestro destino? En esa grieta, ¿qué lugar tiene esta otra grieta? No en lo discursivo, sino en los hechos… porque los dos lados de la grieta tuvieron el poder el suficiente tiempo como para dejar mojones de futuro, y aquí estamos… desnudos sin resolver lo más importante… una y otro se preocuparon más por destruir lo que el otro había hecho que por encontrar de dónde agarrar para seguir construyendo la casa de todos.  

¿Podemos pensar diferente, y tener convicciones y fe distintas, y vivir en un mismo país buscando un destino común? Porque esa es la pregunta. No se resuelve, está visto, con votar y que quien gana resuelva. No ha funcionado por ahí. Necesitamos acordar entre todos algo que las diferencias no lo destiñan. Y admitir la diferencia. Aceptar pensar diferente. Construir con el diferente.

Que nuestro destino en el mundo sea con Brasil y Chile es casi una certeza. No habrá lugar en un mundo que se repliega para ir solos a dar la pelea de los que quedamos afuera. Y si los presidentes de esos países piensan distinto a nosotros, solo tenemos que marcar que pensamos distinto, pero animarnos a construir con ellos también. No son nuestras ideas las que están en juego, sino el destino de nuestros pueblos.

El desafío de acordar con el que piensa distinto requiere más coraje que el de defender la propia bandera. Y habla de que respeto más al ser humano que a sus ideas. La superioridad moral que alegan algunos colegas de uno y otro lado de grieta atenta contra la construcción de un devenir común.

Porque si nos va mal, si seguimos dejando gente afuera, esta otra grieta no tendrá sentido, discutiremos en café y en universidades, pero el argentino de al lado seguirá con hambre y sin futuro, porque no habremos encontrado la manera de juntos encontrar el camino para ellos.

*Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.