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Dólares

Kicillof-Fábrega: crónica de una muerte anunciada.
| Cedoc

“Había una vez un muchacho honesto que tuvo la idea de que los hombres se hundían en el agua sólo porque estaban poseídos por la idea de la gravedad. Si ellos apartaban esta idea de sus cabezas, digamos considerándola como una superstición, una idea religiosa, entonces se hallarían a cubierto de un modo sublime contra cualquier peligro que proviniera del agua”.

(Prefacio de La ideología alemana, de Karl Marx y Friedrich Engels)

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“En la Argentina insultan a los fondos y los llaman buitres, pero la causa del problema es la propia Argentina. Ha vivido durante décadas por encima de sus posibilidades, no paga sus deudas y está por eso casi aislada del sistema internacional de crédito”.

(Wolfgang Schauble, actual ministro de Finanzas de Alemania)

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Kicillof no cree que la emisión sea la causa de la inflación. Como el muchacho honesto del prefacio de La ideología alemana, cree que si la gente apartara esa idea errónea de su cabeza se podría emitir en un año casi la mitad de todo el circulante, aspirando sólo una parte como deuda, sin generar inflación, porque la inflación es culpa de los empresarios que quieren capturar mayor parte de los ingresos de los trabajadores (plusvalía), aumentando los precios más que los salarios como parte de la puja distributiva.

Cuando Wolfgang Schauble, el ministro de Finanzas de Alemania, el país del mundo más preocupado por la inflación porque la padeció más que ningún otro, dice que la Argentina vive por encima de sus posibilidades, está hablando del déficit que en la década del 90 se financió con deuda externa y ahora se financia con emisión. El default fue la consecuencia de la deuda pasada y la inflación es la consecuencia de la emisión actual.

El problema en ambas décadas tuvo el mismo origen: costos laborales superiores a la productividad, comparada con otros países, lo que nos dificulta exportar productos con mano de obra local y ser crónicos importadores de productos con mano de obra extrajera más productiva que la nuestra.
Hasta que la situación explota, se produce una devaluación importante y, ahí sí, volvemos a ser competitivos (el dólar recontraalto previo a la convertibilidad y el del post default de 2002) para luego ir licuando de a poco ese colchón. El dólar a 14 pesos, entre muchas señales, indica un nivel en que las empresas argentinas volverían a ser muy competitivas en el comercio internacional.

Como el kirchnerismo cree que la inflación se produce porque los empresarios se quedan con parte de los incrementos de sueldos aumentando más los precios, para agrandar la emisión monetaria sin que se espiralice la inflación, acrecienta el sistema de control de precios: Ley de Abastecimiento, mano dura en el Banco Central.

Pero la falta de dólares es la señal de la pérdida de competitividad de nuestra producción, y la producción la hacen personas. Es políticamente incorrecto hablar de la productividad laboral como también decir que el asistencialismo si se convierte en crónico puede terminar siendo contraproducente para el propio asistido. Los candidatos a suceder a Cristina tampoco quieren mencionar el tema.

Saben que no se baja una inflación del 40% (y ojalá que no sea del 50% en diciembre de 2015) sin cobrarles costos a quienes reciben beneficios superiores a sus esfuerzos ya sea porque ganan mucho fácilmente o porque reciben poco pero sin hacer casi nada pudiendo ser productivos. El aumento de la emisión para financiar el aumento del gasto público se relaciona con lo anterior en todas sus variantes (desde la corrupción hasta el clientelismo).

Si la soja duplica su valor en dólares y el Estado se apropia de esa renta, se puede utilizar ese agregado para crear bienestar. Pero si se usa todo para el consumo (el “vivir por arriba de sus posibilidades” del ministro de Finanzas alemán), se termina teniendo que importar energía, neutralizando el efecto. Si próximamente Vaca Muerta generara otro ingreso de dólares que también se usara para financiar consumo con la creación de más subsidios y empleos no productivos, volveríamos a consumirnos los dólares. Y lo que es peor, nos haría cada vez más débiles. En el último debate presidencial en Brasil, Dilma dijo que su país reinvertirá la renta del petróleo descubierto en el mar para educación, cambiando así un recurso no renovable por otro permanente como es la capacitación de sus trabajadores.

Cristina Kirchner dijo que Argentina no fabrica (imprime) dólares. Se equivoca, sí los fabrica produciendo bienes competitivos que se puedan exportar y sustituyendo importaciones genuinamente, no por limitarlas.

Fábrega. Por qué Fábrega fue eyectado, y antes se rechazó el acuerdo con los litigantes ante Griesa que Fábrega había tejido con el anticipo de bancos locales, quizá pueda encontrar respuesta en Jorge Brito, dueño del Banco Macro.

Producto de haber compartido cuarenta años de bancos, Fábrega tenía una relación cercana con Brito. A la vez, Brito se autotitula amigo de Massa, y Massa presidente es el peor de todos los escenarios posibles para Cristina Kirchner.

Que a través de Brito el presidente del Banco Central que el kirhnerismo nombró pudiera terminar al servicio de Massa a partir de 2016, y que Brito (con Fábrega) quedara como el salvador de la Argentina para que no entrara en default (“un San Martín”, fue la figura que usó la Presidenta) pudo haber sido una herida narcisista imposible de tolerar para Cristina Kirchner, justo en un tema como el de la reestructuración de la deuda, que su marido dejó como legado.

Y prefirió soportar seis meses de turbulencias económicas, en el caso de que llegue a un acuerdo con los holdouts a partir de enero, cuando deje de tener vigencia la cláusula RUFO (como anunció PERFIL en su título de tapa del domingo pasado), o dieciocho meses si finalmente le dejara el tema a su sucesor, que tragarse el sapo de ver encumbrado al mayor aliado financiero del político al que considera un traidor.

Paralelamente, el nuevo presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, fue gran aliado de Moreno, quien ya desde 2011 venía responsabilizando a Brito de ser promotor de una “conspiración financiera” y líder del “club de la deuda” que alimentaba la fuga de capitales y la suba del dólar.

Y por último, los medios profesionales hablaban siempre bien de “la sensatez” de Fábrega, y eso en el entorno kirchnerista es equivalente a una sentencia de muerte que el único –por ahora– que pudo sobrevivirla es Scioli.