El ministro de Economía, Axel Kicillof, presionaba en las últimas para tener injerencia total en el directorio del Banco Central y, en definitiva, en todo el manejo de la política cambiaria y monetaria, que hasta ahora le había sido retaceada por los esfuerzos del despedido Juan Carlos Fábrega.
La novedad ayer fue el forzado éxodo de fabreguistas, directivos de carrera financiera a quien el ex titular del BCRA les había pedido que se quedaran. Eduardo Barbier renunció ayer por la mañana, justo cuando se publicó en el Boletín Oficial la designación de Pedro Martín Biscay, uno de los alfiles de Alejandro Vanoli en ella CNV (ver aparte). Fábrega también le había pedido a Juan Carlos Belmonte que permanezca en la entidad.
Belmonte, que se encuentra fuera del país no había tomado una decisión hasta ayer, y en su entorno señalan que “es difícil que se quede”.
Belmonte, que hoy ocupa la última silla de la línea de Fábrega se había desempeañado en el Banco Nación donde era el máximo responsable de auditoría. Había compartido con el ahora superministro el viaje a la conferencia la ONU. Hay, entre las segundas líneas del Banco Central un fuerte concenso sobre su nivel de profesionalismo y fuera de la entidad lo definen como una persona “querida y respetada”.
Otras fuentes consultadas descartaron que tras las salida de Fábrega, Belmonte tenga alún margen de inferencia en las medidas que ya comenzó a tomar la entidad.
El problema adicional para Belmonte es que ocupa “la” silla más codiciada por Kicillof. Es el superintendente de entidades financieras y bancos, que aplica las regulaciones sobre las empresas a las que el Gobierno le apunta por operar con bonos y divisas.
En primer término, uno de los directores del BCRA, Germán Feldman, hombre de gran confianza de Kicillof, tendría ese puesto clave. “Axel quiere tener gente de suma confianza en los puestos importantes que hacen al control y al manejo de los mercados”, señaló una fuente del Ministerio de Economía. Así, también se entiende lasalida de Juan Carlos Isi, un histórico gerente general de la entidad y su reemplazo por Jorge Rodríguez.
El vicepresidente del organismo, Miguel Pesce, en principio continuaría en su puesto, y debajo de él, también lo harían Waldo Farías y Santiago Carnero, en funciones desde antes del arribo de Fábrega. “Son pingüinos”, dicen en los bancos. Aún está firme en su silla Sebastián Aguilera, traído del Chaco por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aunque nadie sabe qué ocurrirá en caso de que el hombre que habla todas las mañanas decidiera volver a su provincia de origen. Según el artículo 6º de la Carta Orgánica hay hasta 8 directores. Si se van los fabreguistas más una vacante que quedaba, entre Vanoli, pero sobre todo Kicillof, podrán terminar de delinear un Banco Central a medida que con aval del Congreso llegue hasta 2019.