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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

El árbol de traba de importaciones tapó el bosque Mercosur-UE

La noticia más relevante a nivel comercial de este año quedó opacada por las repercusiones de las medidas informales de freno a las importaciones de alimentos.

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La noticia más relevante a nivel comercial de este año quedó opacada por las repercusiones de las medidas informales de freno a las importaciones de alimentos. Esa noticia fue el relanzamiento de las negociaciones para un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Este es un buen ejemplo de lo que pasa cuando se olvida aquella clásica advertencia: “Que mirar el árbol no nos tape el bosque”.

Las nuevas conversaciones, concretadas en la Cumbre de Madrid, tienen el objetivo de alcanzar no más allá de diciembre de este año un tratado interbloque. Este era (y es) el desafío más significativo que el Mercosur tenía por delante, y la primera etapa fue cumplida con éxito. Claro que lo más difícil, que es llevar la negociación a buen término, aún está por venir.

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Se trata de la posibilidad de alcanzar un acuerdo emblemático para el Mercosur, no sólo por la dimensión del bloque europeo, sino porque se trataría del primer acuerdo interbloque a nivel mundial. Y sobretodo, por el espaldarazo que podría significar para el sostenimiento y profundización del Mercosur, en un momento en que se encuentra cuestionado por la falta de resultados concretos.

Para la Argentina, es una oportunidad histórica para dar un salto cualitativo en materia de integración comercial. Lo que es aún más necesario si se tienen en cuenta los cuestionamientos que recibe por su política comercial calificada como defensiva. Darle un epílogo exitoso a la negociación implicará reducir sustancialmente los aranceles del Mercosur al ingreso de los productos europeos, incluso de carácter industrial, donde la Argentina tiene una debilidad relativa, lo que llevará a la toma de decisiones importantes en materia de política industrial. Es decir, no resignar los sectores industriales a la mayor competitividad europea, sino definir los sectores estratégicos y apoyarlos.

Reapertura. Hay coincidencia en señalar que en esta oportunidad lograron reunirse los elementos suficientes para insuflar vida a un factor clave sin el cual no es posible avanzar: la voluntad política. Y esta estuvo desde un inicio presente en los países que están ejerciendo la presidencia de ambos bloques: Argentina y España.

Entre los elementos que inclinaron la balanza, uno de los más importantes es la consolidación de Brasil como uno de los principales países emergentes a nivel mundial (lo cual quedó claro apenas superados los peores cimbronazos de la crisis financiera mundial), y el lógico interés de la Unión Europea por estrechar vínculos para tener un mejor acceso precisamente al mercado brasileño.

También tienen injerencia las pocas probabilidades de éxito que se le asignan a la Ronda Doha, dado que la Unión Europea siempre buscó privilegiar las negociaciones multilaterales a las bilaterales, como una forma de remover parte de los obstáculos de la negociación.

Por otro lado, la expansión de China en los últimos años ha comenzado a desafiar las exportaciones, la producción y las inversiones europeas en distintas zonas del mundo, por lo que se ven necesitados de consolidar su posicionamiento en el Mercosur, sobre todo en Brasil, para salvaguardar sus intereses. En particular, una de las industrias que más preocupación despierta es la automotriz, que está siendo afectada por la competencia china en todo el mundo. Finalmente, es posible también que se busque negociar antes de que se produzca la incorporación plena de Venezuela al Mercosur, considerando que su relación con algunos países europeos no es la mejor.

De esta manera, fue posible poner en marcha una negociación fundamental que se encontraba dormida en los últimos seis años. Pero aunque la voluntad política es una condición necesaria, no es suficiente para que la negociación sea exitosa. La meta autoimpuesta es culminar el acuerdo no más allá de diciembre de 2010, y para ello previamente se deberán resolver un gran número de temas complejos.

Entre los de mayor gravitación se encuentra la conformación de ofertas de desgravación arancelaria que aglomeren a lo sustancial del comercio, esto es más del 90%. En el caso del Mercosur, esto significa que la última oferta deberá ser mejorada en más de un 10%, y para ello será necesario incorporar posiciones sensibles del sector automotriz, tanto de vehículos como de autopartes. En el primer caso acortando los plazos de desgravación y en el segundo, incorporando posiciones que en la última oferta estaban excluidas o desgravadas parcialmente. Y muy posible que estos movimientos posteriormente dispararán una discusión interna relativa a los cambios en la protección efectiva de cada sector.

Esfuerzos. Por su parte, la Unión Europea deberá retribuir este esfuerzo a través de la desgravación de productos alimenticios que hasta el momento están excluidos y que muchas veces tienen aranceles que resultan prohibitivos. Pero la demanda principal del Mercosur se enfocará en lograr un progreso en los temas de acceso a mercados, lo que implica discutir la reducción de los subsidios agrícolas de la Unión Europea y la ampliación de las cuotas para diversos productos.

Otros temas que seguramente presentarán dificultades en su tratamiento serán los relativos a propiedad intelectual, inversiones, servicios, compras gubernamentales, y las “imperfecciones” del Mercosur, tales como los regímenes especiales de importación y las perforaciones arancelarias.

Sin duda, se trata una tarea nada sencilla para resolverla en tan poco tiempo, aunque es auspicioso pensar que la Unión Europea no estaba dispuesta a relanzar una negociación sin advertir significativas probabilidades de éxito, por lo que hará esfuerzos para evitar un fracaso, y es posible que el Mercosur pueda beneficiarse de esta predisposición.

También es necesario ser objetivos y tener en cuenta que existen factores que pueden afectar negativamente las posibilidades de un acuerdo. En primer lugar, la crisis económica que padece la zona del euro podría impactar sobre la negociación a través de una pérdida de importancia para la Unión Europea, sobretodo en el caso de un agravamiento de la crisis que obligue a priorizar en exclusividad los problemas de orden interno.

También la prohibición de la Argentina para importar alimentos que tengan un sustituto local, si bien se trata de una medida puntual que no involucra a magnitudes relevantes, tiene una importancia simbólica. Esto es porque uno de los principales países del Mercosur estaría poniendo trabas al intercambio de productos alimenticios, el sector en el cual se concentran las demandas para que el bloque europeo reduzca sus aranceles. Lo que justificaría la posición de la línea dura europea que se opone al acuerdo, conformada por los países con un sector agrícola de peso y encabezada por Francia y Polonia.

Teniendo en cuenta que el tiempo apremia, y que ambas partes muestran un interés cierto por concluir las negociaciones sin demoras, lo que resta esperar es si los bloques serán capaces de concretar un acuerdo comercial ambicioso, que signifique un verdadero paso adelante de la integración, o si se buscará la alternativa de un acuerdo “light” o “soft”, que no traerá beneficios para nadie.

Y más allá de las mayores o menores probabilidades de éxito, será importante que el Mercosur negocie en conjunto y de forma asociativa en todo momento. Las flexibilidades que permitan a los países seguir un ritmo distinto de integración no es la mejor estrategia para la Argentina, dado que Brasil tiene una tendencia más aperturista (lo que queda demostrado en la profundización del acuerdo comercial que está negociando con México) y podrían avanzar más rápidamente, relegando a la Argentina y obteniendo los grados de libertad que muchos sectores reclaman internamente para negociar de manera individual.