COLUMNISTAS
Desde la otra orilla

El audiovisual: otra forma de contar la historia

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Espectadores. Última edición del Festival Internacional de Cine de Montevideo. | cedoc

En la última edición del Festival Internacional de Cine de Montevideo organizado por la Cinemateca Uruguaya desde 1983 hasta el presente en forma ininterrumpida, tuve la oportunidad de ver el pasado 23 de marzo el filme “El realismo socialista”, de los célebres directores chilenos Raoul Ruiz y Valeria Sarmiento.  Es un rescate de materiales filmados por el primero, durante el gobierno de Salvador Allende, preservados y montados por la codirectora luego de la muerte del realizador, gracias a la colaboración de diversas entidades internacionales. Una obra extraña dentro de la cinematografía internacional, porque entre su rodaje y edición final transcurrieron cincuenta años.

La película combina secuencias documentales con otras de ficción, que reflejan los turbulentos tiempos, previos al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Es una visión satírica de ese particular proceso donde contrastan los mundos correspondientes a los obreros y a los sectores más pobres de la sociedad, con el de un grupo de intelectuales que para acompañar el proceso de transformación del gobierno, forman un frente poético, mientras discurren sobre su contradicción burguesa de adherir a la causa del proletariado sin integrarlo.  Como telón de fondo aparecen las multitudinarias marchas contrarias al gobierno, los “cacerolazos”, la violencia de quienes desde la sociedad civil apoyarían la ruptura del orden constitucional y la prolongada dictadura que lo sucedió.

La selección de esta película para integrar la programación de un festival de más de doscientas obras, me pareció muy oportuna en estos momentos, donde se discute el valor del fomento del audiovisual y, especialmente, un gran ejemplo para los sectores que en Argentina se oponen a la continuidad del apoyo estatal a la producción del audiovisual en sus diferentes formas (cine, miniseries, documentales), porque este filme demuestra que una película no sólo es un bien de mercado, sino un bien cultural que tiene una función esencial para mostrar no sólo hechos, sino también las ideas y las controversias de una época.

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Para el gran segmento de población, que nació con posterioridad a los acontecimientos narrados en la película chilena que cito es un friso que permite vislumbrar cuáles eran las ideas que flotaban en un tiempo, los comportamientos de las personas que lo habitaron, las controversias individuales y sociales que tuvieron un desenlace tan dramático que sigue repercutiendo en el presente no sólo del país de los sucesos reflejados en el filme, sino también en la región y el mundo.

El audiovisual tiene la gran potencia de contarnos la historia sin la aridez del documento ni la complejidad de su explicación teórica. Es otra forma de narrar, porque nos muestra en forma amena, al menos si así lo desean los creadores, la encarnación de ideologías en personas y grupos, los conflictos internos, la forma de pensar una determinada situación histórica. Hoy la narración fílmica es la gran divulgadora de los procesos históricos y políticos. Basta revisar los catálogos de las plataformas con más cantidad de miembros para advertir la presencia de obras con este contenido. De ningún modo sustituyen las ciencias de la historia y la política, sino que colaboran para interesar a la población ajena a la erudición sobre esas materias a asomarse a los acontecimientos de determinado tiempo.

Los argentinos conocemos muy bien esta función porque desde “La guerra gaucha” de Lucas Demare (1943) a “Los inundados” de Fernando Birri (1961), de “La república perdida” de Miguel Pérez (1983)  a “Cordero de Dios”, de Lucía Cedrón (2008); de “El secreto de tus ojos” de Juan José Campanella (2009) a  “Argentina, 1985” de Santiago Mitre (2022), entre muchísimas otras, el cine argentino nos ha permitido registrar en forma diversa el devenir de nuestra historia y de nuestro presente.

Para investigadores de varias especialidades el material audiovisual documental o de ficción es un instrumento eficaz para poder ahondar en los pensamientos, las formas de ejercicio del poder, las costumbres de diferentes segmentos sociales, y así ser un elemento esencial en los procesos de estudios políticos y sociales.

Y creo que en este estado del debate en Argentina la película chilena “El realismo socialista” demuestra que el audiovisual no sólo es entretenimiento ni se legitima por su resultado económico, sino por el valor que tiene para la memoria de un pueblo que siempre está constituido por hechos e interpretaciones no sólo diversas, sino también contradictorias.

*Profesor de Derecho Constitucional.