Se cumple medio siglo del asesinato de Pier Paolo Pasolini y el abogado romano Stefano Maccioni, quien lleva más de una década estudiando el caso, se suma ahora a la iniciativa de la senadora Ilaria Cucchi para abrir una comisión de investigación en el Parlamento.
Todo es oscuro en el asesinato del artista, desde la narrativa oficial del crimen con todas las peripecias posibles para eludir cualquier evidencia que pusiera en duda ese relato policial hasta el marco de los acontecimientos: el corazón de los años de plomo, la Democracia Cristiana en el poder, el Vaticano y la hegemonía de Estados Unidos en la Europa posterior a la posguerra. Todos, unidos, actuaban en conjunto para detener el avance del eurocomunismo de Enrico Berlinguer que se adaptaba a una vía democrática similar a la que permitió el triunfo de Salvador Allende en Chile.
En los días que precedieron su muerte, en noviembre de 1975, Pasolini terminaba la novela Petróleo (publicada recién en 1992 por Gallimard), en la que denuncia el lobby feroz sobre el control de los hidrocarburos en Italia que provocaron la muerte de Enrico Mattei, titular de la empresa pública que los gestionaba y que impedía que acabara en manos de las llamadas “siete hermanas”, por el número de empresas multinacionales que pretendían su explotación. Cinco de las siete compañías formaban parte de la americana Standard Oil. Quien reemplazó a Mattei fue Eugenio Cefis, fundador de la poderosa logia masónica PD (Propaganda Due), presente en Argentina desde el tercer gobierno de Perón hasta la caída del proyecto mesiánico del almirante Massera, otro integrante de la logia. A Petróleo le falta un capítulo que desapareció del manuscrito de la obra justo después de su muerte, y es el propio Pasolini quien hace referencia a este pasaje en otras partes de su obra, que desde entonces es imposible de encontrar.
Así como el caso Mattei tuvo que esperar años para que aparecieran las primeras pruebas de que el accidente aéreo en el que murió fue en realidad un atentado, como ocurrió en 1995 cuando se encontraron rastros de una explosión aunque aún no hay sentencia sobre este hecho, detrás de la muerte de Pasolini cada vez es más evidente que no estuvo solamente el joven con el que tuvo sexo aquella noche.
Semanas antes del asesinato Pasolini escribió en el Corriere sobre la desaparición de las luciérnagas en los pueblos, “fulminante y fulgurante”, a causa de la contaminación.
Cuando los demócratas cristianos llevaban, ya en 1975, tres décadas en el poder, Pasolini señala que en Italia se pasa de la “fase luciérnagas” a la “fase de la desaparición de las luciérnagas”. No se trata de una evolución normal, apunta, sino de un cambio de naturaleza radical.
Pasolini habla de un pasaje de los democristianos desde una fase provinciana, sujeta al Vaticano y a formas básicas de gobernar, a un traspaso de poder, con la industrialización, que arrinconó a Italia a un desastre económico, ecológico, urbanista y antropológico. En medio de esa mutación, la dirigencia fue renovada de manera artificial sin capacidad para imaginar qué forma iría tomando el poder real que ya no residía en la Iglesia, como en la primera posguerra.
Se puede intuir a partir de esta lectura, al amparo de la metáfora de las luciérnagas, otro acontecimiento al que asistimos ahora: el lento apagón de la Iluminación, la agonía de la Ilustración, en definitiva, la disolución o el intento por lograr el fin de la modernidad. Y como advertía Pasolini, no se trata de un simple cambio sino de una metamorfosis radical que, en lugar de dar un salto revolucionario de avance democrático, amaga con un retroceso hasta la premodernidad. Es decir, un fundido a negro.
*Escritor y periodista.