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El costo de gobernar en minoría

¿Gradualismo o continuismo? Pregunta que preocupa tanto a los inversores extranjeros como al kirchnerismo.

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CHAPADMALAL: un gobierno buscando su destino. | Presidencia

¿Gradualismo o continuismo? Pregunta que preocupa tanto a los inversores extranjeros como al kirchnerismo. Los primeros porque observan que el déficit fiscal, junto con la ayuda social, en lugar de reducirse se amplió, haciendo que la inflación también crezca y el dólar termine casi tan atrasado como hace un año, a pesar de la devaluación. Los segundos, como Horacio Verbitsky en su columna del domingo pasado en Página/12 titulada “Conciliación y manoteo”, porque ve a las organizaciones sociales tirando “más de 15 años de construcción política” por manotearle al gobierno de Macri 30 mil millones de pesos a cambio de aplacar la protesta social.

Cambiemos paga su éxito político con su fracaso económico: compra paz social y leyes con más déficit e inflación

La izquierda se escandaliza porque sus dirigentes se entregan por subsidios y la derecha, porque Macri compra paz social con dinero. La izquierda se pregunta: ¿si Macri se comportara en el poder como un clásico dirigente peronista, no terminaría logrando ganar la elección el año próximo? Y la derecha, que espera que Macri triunfe en 2017 para finalmente decidirse a invertir, se pregunta: ¿si Macri ganara las elecciones “haciendo populismo”, sería un indicador positivo o, por el contrario, nada cambiaría en la cultura económica y política?

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En su columna, Verbitsky cita el reportaje de la revista Crisis al líder del Movimiento Evita, Fernando Navarro, diciendo: “Yo quiero sacarle todo lo que pueda (al Gobierno). Y para eso tengo que estar cerca, le manoteo, le saco”; además porque “si Macri se cae esto gira más a la derecha aún (sic)”.

También el domingo pasado, en el reportaje largo de PERFIL, Sergio Massa atribuyó las más de setenta leyes que logró Cambiemos aprobar en el Congreso al mérito de Emilio Monzó y su capacidad de conciliación con la oposición. La pregunta es: ¿cuánto dinero costó que se aprobaran esas setenta leyes? Y por tanto, ¿cuánto déficit fiscal agregó tener que comprar la aprobación de esas leyes con distinto tipo de concesiones a los gobernadores de la oposición?

Al cumplirse un año de la presidencia de Macri, algunos analistas coincidieron en resaltar que el Gobierno tuvo peores resultados económicos que los esperados pero mejores en materia política, demostrando que se podía gobernar en minoría sin tener grandes sobresaltos. Pero en realidad ambas evaluaciones comparten la misma causa: gobernar en minoría sale más caro. Cambiemos paga su éxito político con su fracaso económico: compra paz social y leyes con más déficit e inflación.

Más aún en un Congreso que fue perdiendo su papel de creador de leyes porque el 90% de las leyes que se aprueban son propuestas del Poder Ejecutivo y sólo un 10% surgen del propio Poder Legislativo. Se podría construir otra especie de Teorema de Baglini (aquel que decía que la responsabilidad de la propuesta de los políticos era inversamente proporcional a su cercanía con la posibilidad de gobernar) diciendo que el costo de gobernar es inversamente proporcional a la cantidad de legisladores con que cuente el oficialismo.

A comienzos de año en una profética columna en este diario, Roberto García le avisaba a Macri que “gobernar es pagar”; por entonces era a todos los que irían a cobrarle su apoyo en la campaña 2015, ahora es a todos los que le cobran anticipadamente su apoyo para que no pierda las elecciones de 2017.

Y aun ganando el año próximo, Cambiemos tampoco tendrá mayoría en el Congreso, lo que indica que la economía que podrá implementar continuará siendo homeopáticamente gradualista, conviviendo –aunque con una tendencia decreciente– con alto déficit fiscal e inflación.

Otro balance de un primer año de gobierno es que varios presidentes que ganaron las elecciones legislativas a los dos años de asumir tuvieron un primer año turbulento, como si hubiera un tiempo de aprendizaje que tienen que atravesar porque nadie sabe ser presidente a priori. Y que tanto Alfonsín como Menem, luego de probar y fracasar con sus planes económicos iniciales, dieron un golpe de timón: el primero con el Plan Austral y el segundo con la convertibilidad. Macri no parece tener el carácter predispuesto para esos cambios políticos. Pero los conocedores de su gestión en Boca explican que allí tampoco acertó el primer año con el director técnico, ni con el que cambió al segundo año, y que recién al tercer año, con el tercer director técnico, Carlos Bianchi, logró comenzar su racha de éxitos.

Esperanza activa. Como la economía no parece darle a Cambiemos herramientas electorales para el año próximo, ni tampoco sirve para explicar el alto índice de aprobación que tiene Macri a pesar de la contracción económica que produjo su llegada, los estrategas del Gobierno comienzan a apelar a argumentos metafísicos y al campo de aquellas “verdades a las que no se accede intelectualmente”.

Creen que en el imaginario colectivo el posicionamiento de María Eugenia Vidal se asocia al de una santa como Juana de Arco, que lucha contra la maldita policía y las mafias. Y que la parte de la sociedad que apoya a Macri a pesar de estar peor que hace un año expresa una forma de esperanza al estilo de como la define Santo Tomás de Aquino.

El Gobierno ya no espera que la economía le haga ganar las elecciones 2017, ahora apuesta a cultivar la esperanza activa

La religión liga la esperanza con la fe: la esperanza de la tierra prometida. La fe “es la substancia de las cosas que se esperan”. Para Santo Tomás, la esperanza era por “algo arduo y de difícil adquisición, pues de nadie se dice que espera una cosa mínima”. Es una fuerza junto a la voluntad que “ayuda a sortear los problemas” dando ánimo al sujeto.

Aunque San Tomás haya sido el teólogo cristiano más intelectual y aristotélico, sorprende que sea fuente del pensamiento de los agnósticos estrategas macristas. Por las dudas, les valdría recordar que, a pesar de sus éxitos militares, Juana de Arco terminó quemada viva. Y que para muchos filósofos la esperanza es apenas un consuelo. En este caso, no sería un consuelo de los votantes sino del propio Gobierno, que no tendría mucho más en qué apoyarse que la lógica expectación de quienes desean que tenga éxito.