COLUMNISTAS
opinión

El dueño

2023_04_16_javier_milei_patricia_bullrich_jorge_macri_cedocmarcelodubinisergiopiemonte_g
Emparentados. Con la figura de Mauricio Macri: Javier Milei, Patricia Bullrich y Jorge Macri. | cedoc/marcelo dubini/sergio piemonte

Si en noviembre el ballottage fuera entre Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei, ¿Mauricio Macri apoyaría a Rodríguez Larreta o a Milei? No pocos dentro de Juntos por el Cambio creen que apoyaría a Javier Milei. Al revés, si quien ganara las PASO de Juntos por el Cambio fuera Patricia Bullrich y no Rodríguez Larreta, las posibilidades de llegar al ballottage de Milei se reducirían porque Bullrich y Milei superponen votantes comunes. Y en ese caso un candidato moderado del Frente de Todos tendría posibilidades de ser competitivo en un ballottage.

En la Ciudad de Buenos Aires, convulsionada por la decisión de Rodríguez Larreta de desacoplar la forma de votar nacional y local, las posibilidades de Jorge Macri de ganarle a Martín Lousteau serían inversamente proporcionales al explícito apoyo que le diera Mauricio Macri a la candidatura de su primo. “Primo” es la palabra porque, en las diferentes encuestas que se realizan para detectar fortalezas y debilidades de los candidatos, la intención de voto de Jorge Macri para jefe de Gobierno porteño decrece a niveles mínimos cuando la pregunta se formula de esta manera: “¿Le gustaría que el primo de Mauricio Macri gobierne la capital? Jorge Macri solo, per se, sería mucho mejor candidato que el primo de Mauricio Macri.

Aunque en menor proporción por falta de portación de apellido, algo similar le sucede a Patricia Bullrich. Si Mauricio Macri la apoyara mucho, aumentarían las posibilidades de un triunfo de Horacio Rodríguez Larreta. El apoyo explícito de Macri sería en estos casos equivalente a un abrazo del oso. 

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En un ballottage Milei-Rodríguez Larreta, ¿Macri apoyaría a Rodríguez Larreta o a Milei?

También los radicales están preocupados por cómo puedan afectarlos los conflictos edípicos dentro de Junto por el Cambio: se preguntan dónde poner a Mauricio Macri para que su recuerdo no piante votos y al mismo tiempo no se sienta excluido y comience a agitar la interna en busca de reconocimiento.

Felipe González, hablando de él mismo, comparó a los expresidentes con los “grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños: se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes”.

Los chinos tienen tan claro el problema político que significan los expresidentes, que una vez cumplido su mandato de diez años tenían que desaparecer (literalmente) de la vida pública. Eran reyes en ejercicio de su período presidencial y espectros al concluirlo, sin posibilidad no solo de renovación ni de volver a serlo nunca más sino hasta de mostrarse públicamente. Hasta que Xi Jinping fue reelecto por primera vez en la historia de la China moderna, confundiendo a su predecesor, el expresidente Hu Jintao, que pretendió volver a sentarse en la primera fila del XX Congreso del Partido Comunista y fue levantado de su silla y retirado a empujones por los guardias de seguridad del Gran Salón del Pueblo de Beijing frente a las cámaras, que inmortalizaron la escena asegurando que ningún otro expresidente se atreva a repetirlo ahora que la prolongación de vida aumentó su longevidad.

En México, la segunda democracia más longeva del planeta, solo superada por su vecino norteamericano, pasa lo mismo con los expresidentes: cumplido su mandato, se deben retirar al ostracismo.

El problema de los expresidentes en Argentina no se reduce solo a Macri: Menem tuvo que ir preso para resignarse solo a ocupar una banca en el Senado. Cristina Kirchner fue la espada de Damocles de Alberto Fernández y sigue aspirando a ser ella quien decida el candidato del Frente de Todos que pueda aspirar a competir por el sillón de Rivadavia.

La dificultad con Macri se hacer mayor porque, además de expresidente, él es el fundador de su partido, el PRO, que como síntoma inequívoco de su marca en el orillo hasta el gentilicio de sus partidarios lleva su nombre. Hay radicales pero no hay proístas sino macristas. Esa falta de gentilicio asociado a la marca del partido indica una organización que aún no ha cortado el cordón umbilical con su fundador y probablemente, para poder hacerlo en el futuro, tenga que ser otra cosa.

Y para agregarle inconvenientes a sus herederos, Macri no es el fundador de su partido, como pudo serlo Perón siendo militar o Alem siendo abogado, y en ambos casos revolucionarios. Macri lo hizo siendo empresario, como Berlusconi en Italia, lo que lo lleva a generar con su obra no la relación de un autor sino la de dueño. Dicen quienes están cerca de él que cada vez más se parece a su padre, Franco Macri, en una actitud de cabeza de clan aunque sin la simpatía que caracterizaba a su padre, quizá porque haya tenido que seducir desde la nada antes de llegar a ser quien era.

¿El apoyo de Macri a Bullrich y su primo ayuda o perjudica a Rodríguez Larreta y a Lousteau?

El propio Berlusconi en Italia no nació rico sino en el seno de una familia de clase media de Milán, estudió en la Universidad Estatal de Milán y fundó su primera empresa con 28 años para llegar a ser, décadas después, el hombre más rico de Italia, con un patrimonio de 8 mil millones de dólares. Aún hoy, con 86 años y hasta hace un mes, que fue internado por leucemia, siguió presidiendo el partido que fundó, Forza Italia, integra la alianza de gobierno que llevó a Georgia Meloni al poder y colocó al número dos de su partido, Antonio Tajani, como canciller de Italia. Tajani era periodista y fue el primer vocero de Berlusconi en los años 90.

Como en la Italia actual, ¿el Ministerio de Relaciones Exteriores para quien Macri decida y sea ejecutor de sus políticas debería ser la concesión que un eventual nuevo presidente surgido de Juntos por el Cambio debiera pagar al fundador del PRO para apaciguarlo y no tenerlo de adversario? ¿O, por el contrario, enfrentarlo y vencerlo indirectamente a través del candidato que él apoyara decididamente sería la forma de que un presidente surgido de Juntos por el Cambio lograría destetarse y dejar de ser discípulo? Esa es la disyuntiva que se plantean Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich (incluso hasta Jorge Macri) en estos días: ¿cuán cerca y cuán lejos estar del expresidente? ¿Cuánto les suma y cuándo les resta?

La política tiene una aritmética especial donde ciertas sumas a veces restan. Mientras debaten qué hacer con su expresidente, los de Juntos por el Cambio tienen el consuelo de que sus adversarios del Frente de Todos también tienen en Cristina Kirchner su jarrón chino sin saber dónde ponerlo para que quede mejor.