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Errores del gobierno

El juego de las cuatro falacias

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Macri y el dolar. Un ejemplo de imaginar una solución y negar otras opciones. | Cedoc Perfil

Una falacia lógica es una trampa argumentativa. Un razonamiento que se presenta bajo la apariencia de ser correcto, pero no lo es. Algo así como pasar gato por liebre. Si el comensal no se da cuenta, al final de la cena habrá engullido gato y agradecerá lo gustosa que estuvo la liebre. Hay quienes mantienen falacias con sincero convencimiento, creyendo sostener una verdad, y hay quienes las introducen de modo perverso, sabiendo que lo son. Existe una gran variedad de falacias. El filósofo británico Nigel Warburton describe diecisiete en su libro Pensar, y el argentino Ezequiel Spector, especialista en filosofía del derecho, analiza quince en su ensayo Malversados.

A su vez, el filósofo inglés Roger Scruton, autoridad en estética, incisivo y erudito polemista, fundador de la prestigiosa The Salisbury Review y autodefinido como “conservador práctico”, elabora su propia batería de falacias en Usos del pesimismo, una obra sin desperdicio. Algunas calzan a la perfección a la hora de analizar los errores y el empecinamiento del actual gobierno. Por ejemplo, la falacia del mejor caso posible. Consiste, dada una determinada situación, en imaginar la mejor posibilidad, no evaluar, o directamente negar, la existencia de otras y, como remate, no considerar los previsibles costos del error. Esta falacia, dice Scruton, semeja la mentalidad del jugador que entra al casino, o a una partida de naipes, con la única expectativa de ganar y, si pierde todo y arrastra a su familia a la ruina, le echa la culpa al destino, no a su imprevisión. Más aun, está convencido de que el fracaso será compensado con un éxito futuro. Y sigue jugando. Pone como ejemplo al protagonista de la novela El jugador, de Dostoievski, y señala que esta falacia es típica del optimista inescrupuloso, que avanza a saltos de fe, no considera la posibilidad de que algo salga mal y jamás imagina el peor escenario, pues para él hay uno solo posible.

Son trampas argumentativas. Un razonamiento que se presenta bajo la apariencia de ser correcto, pero que no lo es.

Otra de las falacias de Scruton aplicable a la situación actual es la falacia de la planificación. “Consiste en creer que podemos avanzar colectivamente hacia nuestros objetivos adoptando un plan común”, explica el autor. Un problema con ella es que el plan y los criterios acerca del objetivo suelen ser patrimonio de una autoridad única, y desconocidos por aquellos a quienes se insta a ir “juntos”. El “nosotros” que presupone ese “juntos” licúa al yo de cada individuo, postergando sus prioridades y necesidades a cambio de un nebuloso mañana. Ninguna nación tiene futuro, dice Scruton, si las personas no entienden cómo, por qué, para qué y hacia dónde se las insta a “ir juntas”. Una vez más, advierte que no son las consignas del optimismo inescrupuloso las que pueden responder a esas preguntas.

Algunas falsean la realidad. Otras, se alimentan de la irrealidad. Solo en la tierra de lo real podremos dedicarnos en paz a nuestras tareas.

La falacia de la agregación podría ser también ajustable a lo que nos toca vivir hoy. Se basa en la creencia de que, si se suman buenas ideas, buenos propósitos y buenos deseos, la realidad se modifica automáticamente en sentido positivo. Como si, dado que el ketchup es rico, la langosta es sabrosa y el chocolate es gustoso, una langosta cocinada con chocolate más agregado de ketchup debería resultar un plato exquisito, observa Scruton. Un plato así, en el menú local, podría denominarse “Delicias del mejor equipo de los últimos cincuenta años”.

Esta falacia tiene relación con otra de las que estudia el filósofo inglés. La falacia de la utopía, que promete incansablemente un paraíso recobrado y asegura que, de manera inexorable, todo marcha hacia un final feliz. No admite reparos y, al describir algo por el momento inexistente, no puede ser refutada. Esta falacia elimina de su camino todo lo que crea tensión y rechaza el conflicto. Pero solo donde no hay diversas subjetividades puede desaparecer el conflicto. Nuevamente se convoca a un “nosotros” y a un “juntos” difuso e irreal.

Algunas falacias falsean la realidad. Otras se alimentan de la irrealidad. Pero es en la tierra de lo real, dice Scruton, encontrando modos de negociar diferencias, y admitiendo límites, donde podremos dedicarnos en paz a las tareas que nos aguardan.

*Periodista y escritor.