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El meme le ganó a la metáfora

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

La realidad siempre se ha servido de figuras retóricas para darle consistencia a su naturaleza llana. Una de las más frecuentes, y que suele gozar de buen prestigio es la metáfora. Su etimología indica bien su función. Del griego, “traslado”, “desplazamiento”. Una suerte de valija mágica, donde se empacan las imágenes de este mundo. La literatura se ha hecho cargo de que proliferen. “Las cejas arcos del cielo” de Dulcinea o “perlas sus dientes”.  Según Chesterton, si no metaforizamos nuestro alrededor, la vida no tiene gracia, es puro instinto y supervivencia, sin goces ni dramas. Lo interesante es que no se trata de una comparación. No importa el parecido o la similitud. La metáfora es del orden del desplazamiento rotundo, una verdadera identidad (en el mejor de los casos, poética). Tus ojos son el mar. Si se apela al “como”, el traslado se debilita.

La conceptualización metafórica parece haber comenzado como casi todo, con Aristóteles, que estableció cuatro formas de transferencia del sentido: de especie a especie, de la especie al género, del género a la especie y la metáfora por analogía. Desde entonces, esta figura retórica se ha llevado puesto al mundo, dándole de comer a través de imágenes que renuevan su representación. Otros que las ensalzaron fueron Nietzsche y Ortega y Gasset, y la disciplina semiótica, sobre todo Paul Ricoeur y su concepción de “significación sintética y simultánea”.  Hablando de sintético y simultáneo, luego del elogio a la metáfora, podríamos darle lugar a la figura del momento, un nuevo concepto de montaje y lectura de la realidad: el meme  (confieso que en su mayoría no logro entenderlos).  Con increíble inmediatez, revitalizan la ironía, la crítica y el desparpajo. También se presentan como  un “desplazamiento”: alteran  lo dicho, descontextualizándolo,  jugando con las palabras, canjeando referentes, siempre atentos a la complicidad popular. Como figura retórica (e icónica), se ciñe al presente; es un corte de manga a los discursos demagógicos, una suerte de sátira constante. La producción es inagotable, miles por día. Eso también indica el atento seguimiento de las noticias –necesario para producir los memes– y el impacto aleatorio de las mismas. ¿Cuál sería la condición de una noticia para convertirse en meme? ¿La falta de coherencia de un personaje? ¿Un abuso de sentido?

En tiempos electorales, se reproducen como lengua bacteriana. Parece ser la respuesta más veloz a la coyuntura, una forma de interpretar las fallas. Por ejemplo, en estos días de escasez de combustible, circuló una fotografía de Alberto en expresión onanista, con la frase: “¿Esa cola es para cargar nafta?” (habría que recordar su furcio cuando llamó a la publicación La Garganta Poderosa” como “Garganta Profunda”). También es muy célebre el meme de Milei dialogando con Bullrich: “—Acaso no me acusabas de montonera?  —¡No, no, que te quería un montón, era!”

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