COLUMNISTAS
la guerra de las galaxias morales

El Mini Cooper como balance 2014

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La persecución entre el Mini Cooper y el Falcón es un gran balance de este 2014, corolario de este complejo año. Inflación, candidatos presidenciales, una película casi en los Oscars, las Leonas con otro Champions Trophy, el discurso de Máximo, y un nuevo e inesperado disco de Pink Floyd. Pero esto de que se filme una persecución entre dos personas fuera de control no lo esperaba nadie, y menos que el que dispare después se abrace con amigos.

Las cámaras del Conurbano registran y siguen casos de delincuencia que después la televisión puede transmitir. Es decir que cumplen dos funciones: previenen el delito al mismo tiempo que generan un espectáculo genial para los televidentes. Gracias a unas cámaras de seguridad se pudo ver pasar solo en su moto a Benedit y regalarle a la tele ese segundo eterno en que él pasa vivo hacia su próxima muerte. Ya casi con el año terminado, tenemos con esto del Mini Cooper no solo una persecución, sino lo que ocurre después del tiroteo.

Las imágenes del asesino abrazando a amigos, sin ninguna señal de culpa, es un registro mucho más relevante que el de un brazo disparando desde un auto a otro. Este último podría ser furia descontrolada o mera delincuencia, pero el otro es sociabilidad y vida cotidiana y eso lo hace complejo en extremo. Si algo este 2014 consolida, del mismo modo que lo vienen haciendo sus años anteriores, es esta clase marginal y fuera de la sociedad formal, cuyos valores de referencia morales son diferentes a los que deciden instalar cámaras. Esta es la verdadera política de Estado que no tiene freno y sigue más allá de los cambios de gobierno.

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Los viejos debates de la izquierda, desde las opciones electoralistas, hasta la visión marxista o anarquista transformadora del mundo, suponían que esa lucha de clases se daba dentro de un mismo territorio: la sociedad moderna. Las oposiciones de clase eran descriptas como enfrentamientos por el poder de un mismo objeto, al que se podía acceder por elecciones o por una revuelta violenta en medio de una crisis del mismo régimen. Esto ocurría porque esas clases además estaban conectadas entre sí y unas dependían de las otras; de modo que los obreros trabajaban en las fábricas de los burgueses. Si el Estado respondía solo a los intereses de los ricos, había que tomar el Estado y modificar su inclinación o eliminarlo junto con la propiedad privada. Este hombre que dispara y se abraza vive desconectado de todos nosotros, los incluidos, y puede vivir sin el Estado y menos piensa en tomarlo o modificar sus características.

El periodismo transmite asombrado las imágenes en repeticiones infinitas. En esa sorpresa está la pista para la respuesta. Lo que esas cámaras transmiten es un mundo con valores absolutamente diferentes e incomprensibles para los que pudieron evitar caerse de la sociedad formal inventada en el siglo XIX. El balance 2014 es “positivo”; esa otra sociedad sigue creciendo.

El año que viene se vota a la nuevas autoridades que regirán los destinos de los integrados. Nuestro sistema electoral es el resultado también del debate de la integración de las clases, del aumento de los derechos de ciudadanía. A pesar de algunas oposiciones, la clase política de 1910 llevó adelante una ley que permitía el voto de todos los hombres argentinos mayores de 18 años, es decir una ley integradora. Pero al conductor del Mini Cooper, eso de los presidentes y las elecciones le debe parecer tema de otra galaxia. Cuando le hablan los abogados, tal vez los observa con el mismo asombro y perplejidad que nosotros a él cuando se sumerge en un abrazo eterno con sus amigos.

Solemos evaluar el año con esas cosas que solo importan a los que estamos adentro de la sociedad, por ejemplo eso de que Pink Floyd saca un disco. Esa tendencia imperialista a valorar lo bueno y lo malo solo con lo que nos rodea, nos impide entender.

El Falcon representa un mundo que ya no existe más, una Argentina antigua que solo vive en las anécdotas y en los libros de historia. Desde el interior de un auto tan moderno como el Mini Cooper, y en poder de un ciudadano de otra galaxia moral, es normal que piense que debe destruirlo. Es terrible, pero al final, la lucha de clases era más manejable que esta guerra de las galaxias morales. Al del Mini Cooper le vendría bien un burgués, pero me parece que ya es un poco tarde.

 

*Sociólogo. Director de Ipsos Mora y Araujo.