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Dictadura

“El Mundial no fue para el fútbol, fue para defender a Videla”

Los periodistas holandeses Frits Jelle Barend y Jan van der Putten, que en 1978 la denunciaron en plena Copa del Mundo, volvieron a la Argentina.

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Dictadura. | cedoc

Los autores Martín Malharro y Diana López Gijsberts, en Los grandes medios gráficos en la Argentina y su política editorial durante 1976-1983, afirman que en 1978 se jugaron dos mundiales: el de fútbol y el político. El régimen militar utilizó el éxito de la copa como triunfo político. Intentó la misma estrategia años más tarde, con Malvinas, aunque con otro desenlace.

El objetivo último era perpetuarse en el poder. Y para eso debían mostrar un país unido y disipar las dudas crecientes, tanto dentro como fuera del país, sobre lo que estaba pasando en Argentina.

Los resultados de aquel intento de tapar los crímenes de la dictadura con el fervor del fútbol fueron dos. Por un lado, cumplieron su cometido y ahogaron preguntas –aunque solo por poco tiempo–, y por lo tanto perpetuaron el régimen. Sin embargo, no se puede ignorar un “lado b”, olvidado por momentos. Y es que por el Mundial, por la llegada de periodistas de todas partes del mundo a la Argentina, es que las denuncias de las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a ser escuchadas en el exterior.

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Frits Jelle Barend y Jan van der Putten son dos de los periodistas holandeses que contribuyeron con esa tarea, entrevistando a las Madres de Plaza de Mayo y preguntándole por los desaparecidos a Videla. Ambos reporteros están de visita en el país, en el marco del 40° aniversario de la democracia ininterrumpida en Argentina, y recuerdan aquellos días.

Conciencia. La coartada de Barend y Van der Putten para llegar a Argentina fue el Mundial, aunque ambos ya habían escuchado sobre la dictadura. “Sabíamos lo que pasaba”, dicen. La información había llegado a sus oídos y estaban decididos “a cumplir con nuestro deber como periodistas” y “a contar sobre los desaparecidos” aunque eso significara poner en riesgo sus propias vidas.

“Esa no fue una entrevista normal. Yo no hacía preguntas, ellas hablaban directamente”, recuerda Jan van der Putten. El reportaje en video a las Madres de Plaza de Mayo, realizado por el periodista el primer día del Mundial, es uno de los documentos audiovisuales más destacados de la época. Aún hoy es usado en las escuelas para contar la historia.

En aquella cinta se ve y escucha a Marta Moreira de Alconada Aramburú, y a tantas otras madres desesperadas por dar su testimonio: “Nosotros solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Ya no sabemos a quién recurrir. Consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. ¡Por favor, ayúdennos! ¡Ayúdennos, por favor! Son nuestra última esperanza”.

Las madres tenían largas listas de nombres de desaparecidos que mostraron al periodista. En esos años, hacer una denuncia y una entrevista por los desaparecidos en la vía pública era un acto revolucionario. Si bien existieron medios que denunciaban las atrocidades de la dictadura, eran o bien clandestinos, o utilizaban diversas estrategias para evitar la censura, expropiación o secuestro. Grabar una entrevista en la Plaza era impensado.

“Muchos amigos míos de-saparecieron para siempre”, cuenta Van der Putten. Su última noche en Argentina fue a cenar con sus colegas amigos. “Les dije: ‘Ustedes también tienen que salir de acá, porque esto es demasiado peligroso’. Uno coincidió conmigo. El otro no. ‘Peor que ahora no es posible’”, recuerda Van der Putten que le dijo.

“Yo logré salir. Y ya allá leí las noticias y, bien pequeño, pude ver la noticia en la que contaban que ambos estaban desaparecidos”, relata. “Habíamos arreglado que íbamos a llamarnos cada dos o tres días, para estar en contacto. Pero nunca más”. 

“Yo creo que a nosotros no nos pasó nada por ser extranjeros, para que no se involucraran otros organismos internacionales. El gobierno holandés dijo que, si a nosotros nos pasaba algo, la final entre Argentina y Holanda no se iba a jugar”, dice. 

“Se sabía que Argentina iba camino a lo de Chile con Pinochet, o peor. Efectivamente fue peor. Luego regresé a Argentina durante la Guerra de Malvinas y vi el inicio del fin”, recuerda el periodista.

Al momento de la Guerra de Malvinas el régimen había perdido adeptos y la economía caía. La dictadura pretendía mejorar su imagen presentando una pintura triunfalista de Malvinas. Aquella estrategia, que había funcionado en el Mundial, fracasó enormemente con Malvinas. 

Mundial. “El Mundial no fue para el fútbol, sino para defender a Videla. La misma operación se hizo en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936”, declara el periodista Frits Jelle Barend. 

El Mundial empezó un jueves a las 4 de la tarde: mismo día y misma hora a la que se juntan las Madres. Hasta el día de hoy los jueves se reúnen. Aquella costumbre comenzó en 1977, un año después del golpe de Estado, y un año antes del Mundial. 

En 1978, por lo tanto, ya se conocía la rutinaria reunión para pedir por sus hijos. “¿A quién se le ocurrió que empezara a esa hora la Copa? La decisión se tomó porque no querían que los periodistas fueran a la Plaza de Mayo a entrevistarlas”, dice Barend. El régimen las llamaba “las madres locas”, una forma de desacreditar sus pedidos. 

“Decidí que no me importaba ir al estadio. Yo iba a ir a la Plaza”, cuenta Barend. “A las 3 y media empezaron a llegar las mujeres… Una, otra, veinte. Me acerqué y les dije: ‘Soy periodista de Holanda y quiero saber sus historias. ¿Qué pasa con sus hijos, con sus maridos, con sus padres?’”. 

“Todas tenían algo para contar. Me decían: ‘¡Por favor! Escriba de mi hijo, nombre a mi padre, cuente sobre mi tío. ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Escriba!”, relata. “Me dieron cartas, números de teléfono. Fue muy impresionante, nunca olvidaré esos cinco minutos tan importantes en mi vida. Después de unos instantes vinieron unos hombres a hablar mal de ellas y yo los enfrenté. Les dije que las mujeres no estaban locas. Y luego, nunca más las vi”, indica Barend.

El periodista volvió a su hotel. “No tenía miedo, pero estaba preocupado”, admite. Le pidió a su compañero que por favor durmiera en la misma habitación que él esa noche: “Quería que, cuando pasara, cuando me secuestraran, estuviera al lado mío”. 

Esa noche no pasó nada. Días después, se cruzó con una mujer a la que nunca más volvió a ver. “La chica se me acercó y me dijo que tuviera cuidado, que ‘ellos’ leían mis artículos. No sé qué pasó con ella”, dice. 

Videla. Frits Jelle Barend y Jan van der Putten entrevistaron a las Madres de Plaza de Mayo el primer día del Mundial. El último, Barend enfrentó la maldad cara a cara. 

El periodista se hizo pasar por un jugador de fútbol holandés para entrevistar a Jorge Rafael Videla en la cena de celebración tras la victoria argentina en la copa del 78. 

Videla estaba sentado en el centro de una mesa larga. Barend fingió ser parte del plantel para ingresar a la sala; estaban contentos de recibir holandeses. Una vez dentro, dejó su máscara de lado. El periodista se acercó a Videla por detrás, mientras los comensales permanecían sentados. “Saqué mi grabador y dije algo más o menos así: 

—Soy periodista de Holanda, felicidades por su Mundial. 

—¡Ah! Gracias, muchas gracias. 

—Tengo un problema. ¿Dónde está la gente desaparecida?

—¿Perdón?

—Hay mucha gente desaparecida. Fui a Plaza de Mayo, hablé con las Madres. 

—No, no. Son mentiras. 

—No son mentiras. 

—En su país también hubo una guerra. 

—Sabe, toda mi familia murió en Auschwitz. 

—Esas cosas pasan. 

“Después de cinco minutos vino gente y pidió por favor que lo dejara, que querían comer”, cuenta.

Barend estaba listo para dejar Argentina. “Prefería ir a Chile con Pinochet que seguir con Videla”, dice. Subió al avión. Le pidieron que bajara. Y luego que volviera a subir. Nunca supo qué pasó durante esas horas de espera, nunca entendió por qué lo bajaron del avión.

Esta semana Barend volvió a Plaza de Mayo. “Para mí, esas mujeres son heroínas”, afirma. “Yo solo hice mi deber. Entre la vida y la muerte no hay objetividad. Es un lado o el otro”, agrega Jan van der Putten.