Los periodistas de uno y otro lado de la grieta están molestos con Sergio Massa.
Se nota en cada entrevista que le hacen.
Les molesta que tenga respuestas taxativas para todo, pero cuando le preguntan sobre Cristina Kirchner, evita definirse sobre la cuestión de fondo: ¿Está negociando o piensa negociar con el kirchnerismo algún tipo de alianza electoral?
Massa cree que no puede responder abiertamente sobre eso, pero sí sobre preguntas que nadie le realiza: “Hace 9 años que no hablo con ella”, “hay que construir una nueva mayoría”, “hay que debatir los temas del futuro y no del pasado”, “se necesita un candidato que le gane a Macri”, etcétera.
Los periodistas que lo entrevistan se molestan y se lo hacen saber, y él vuelve a responder sobre nada.
Pero hay un mal entendido.
Los colegas creen que el candidato se niega a contarles sus verdaderos planes; y Massa cree que está usando la filosofía sciolista de la evasión sin fin para no definirse por ahora frente a los votantes.
Se equivocan ambos.
La verdad es que Massa sí les está contestando lo que piensa hacer y los votantes se dan cuenta de que negarse a responder que no negociará con el kirchnerismo es responder que ya lo está haciendo. O que está preparando las bases para hacerlo.
Puede que a muchos no les guste lo que el líder del Frente Renovador acaba de decidir, pero él es transparente en su plan.
El plan. Es el que le propuso el consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, que en 2017 asesoró a Cristina en las elecciones de la provincia de Buenos Aires. Contempla el siguiente análisis:
• Entiende que el 70% del electorado es crítico de la gestión de Macri.
• Asume que un tercio de los votantes hoy elegiría a Cristina.
• Pero, según sus estudios cualitativos, una parte de ese tercio (¿10 puntos?) expresa una respuesta impulsiva que representaría más un enojo con el Gobierno que un voto definido por la ex presidenta.
• Sus encuestas muestran a Massa con un piso de 10 puntos y una supuesta tendencia creciente que en la semana que pasó alcanzaría los 12 puntos.
Con ese panorama, el tigrense entendió que si quiere tener chances de llegar a la presidencia debe ir por aquel 70% que se siente defraudado por el Gobierno. Y su primera misión es correrse de la estrategia anterior de la “avenida del medio”, pasar de la moderación a la crítica dura y quitarle al kirchnerismo una parte del votante anti Macri. De allí que desde hace semanas sus únicas respuestas taxativas son sobre el oficialismo, y todas son opiniones negativas.
No es el relato que le sale naturalmente. El anterior es más parecido a lo que de verdad siente: algo más contemplativo con el oficialismo de lo que expresa en público y más duro con el kirchnerismo de lo que ahora puede decir. Pero se volvió un alumno disciplinado de una estrategia electoral y reconoce que se siente confiado y contenido por su asesor catalán. Seguirá diciendo lo que sea necesario para ganar.
Su objetivo es llegar al 15% de intención de voto en dos meses y ser el tercero mejor posicionado en los sondeos, detrás del Presidente y la ex presidenta. Cree que de eso dependerá su poder de negociación con el kirchnerismo.
Sentarse con 15 puntos en esa mesa implicaría que le habría restado a Cristina al menos 5 puntos, y amenazaría con que esa tendencia se acreciente durante la campaña.
Su negociación con los K incluye llegar a una mesa de diálogo con 15% de intención de voto e imponerle condiciones a CFK para que no se presente y le sume su electorado
No lo dice así, pero lo que Massa propondría es: “O me apoyan a mí, o perdemos todos, en especial Cristina”.
Negociar con ella. Los que estiman conocerla bien, y tanto Massa como Gutiérrez-Rubí se cuentan entre ellos, explican que ella es más racional de lo que muchos piensan. Y que puede tener un toque de Hubris, pero que sabe que el peor escenario para ella es Macri reelecto. Con cuatro años más de lo mismo, se imagina dentro de una prisión. Y teme estar acompañada por su hija.
Le mostrarían a Cristina las encuestas que indican que su alta imagen negativa la haría perder en un escenario de ballottage con Macri. Están convencidos de que ella no se arriesgaría a esa derrota y que aceptaría dar un paso al costado para negociar con un peronista algún tipo de salvoconducto.
No es que pueda confiar demasiado en nadie, pero es cierto que con Macri ya probó que no hay posibilidad de negociar nada.
Massa supone que en la medida en que llegue con más intención de voto a esa negociación, más clara será la rendición de su ex jefa. En caso contrario, ella podría imponer mejores condiciones.
El massismo lo ejemplifica con Kicillof, uno de los candidatos preferidos de CFK para la gobernación bonaerense. Un Massa fortalecido por las encuestas no se lo permitiría. Uno debilitado, quizás sí.
Hoy por hoy, él estaría dispuesto a todo para quedarse con la Casa Rosada. En su entorno hasta imaginan, de ser necesario, futuros cargos de relevancia para la ex presidenta y para sus dirigentes más cercanos.
La guerrra por 1/3. El hecho de que la principal hipótesis a la que apunta la estrategia massista sea el retiro de Cristina de la carrera electoral, indica que todo sería más complicado si ella no lo hace.
Porque si Massa debiera lidiar a la vez contra ella y Macri, entonces no solo tendría que convencer a la mayor parte de aquel 70% desilusionado con el Gobierno de que es el mejor opositor. Dentro de ese porcentaje deberá convencer también a una porción del voto cristinista.
El problema es que se trata de dos electorados distintos: dentro de esa supuesta mayoría anti Macri, hay un porcentaje que también es decididamente anti K. Su desafío será construir un relato antimacrista y anticristinista que resulte claro para conquistar 1/3 del electorado en la primera vuelta y ser uno de los que acceda al ballottage.
Ese es su peor escenario. Claro que si logra enfrentar en la segunda vuelta a Macri, ahí sí tendrá la posibilidad de sumar al resto de los votos opositores, teniendo él una imagen negativa más baja que la de Cristina.
Pero antes de todo eso, primero deberá enfrentarse con otros colegas de su espacio, como Urtubey y Pichetto, y ver qué hará finalmente Roberto Lavagna.
Cerca de Massa, afirman que durante una reunión que mantuvieron el 27 de diciembre en la casa del ex ministro, este le prometió que no se presentaría. Por eso le asignan el lugar de referente para un hipotético Pacto de la Moncloa argentino.
Alquimia. Pero aún superando los obstáculos de su propia interna y consiguiendo convencer a Cristina de las bondades de no competir, todavía le falta ganarle a Macri.
Si es verdad que el 70% de la población está desilusionado con Macri y si también es cierto que, aún así, Macri igual le ganaría a Cristina en un ballottage, eso indicaría que la mayoría seguiría viendo a Macri como el mal menor.
Entonces, si el objetivo de Massa es negociar con ella para que se baje, incorporando de alguna forma al kirchnerismo en la campaña; el peligro es “comprar” también la imagen negativa que persigue a Cristina.
Habiendo además sido jefe de Gabinete de la ex presidenta, no le costaría demasiado al Gobierno mostrarlo como su candidato encubierto.
Es un riesgo que los estrategas conocen y están dispuestos a correr. Tampoco tienen demasiadas alternativas.
Deben lograr dos cosas:
1) Presentarlo como un férreo opositor del presente.
2) Esconder cuanto puedan que en sus entrañas no lleva el huevo de la serpiente de un pasado al que una mayoría no estaría dispuesta a regresar.