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El otro Rocha

Rocha fue un personaje rarísimo y un director de culto, poco conocido pero altamente influyente en el cine portugués.

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Paulo Rocha (que no es Glauber) fue un cineasta portugués nacido en 1935 y muerto en 2012. Su producción consta de siete largometrajes de ficción, más un puñado de películas dedicadas a otros artistas (pintores, escritores, cineastas) y una despedida que mezcla la historia de su familia con pasajes de sus películas anteriores (Se eu fosse ladrão, rouvaba, 2013). Rocha fue un personaje rarísimo y un director de culto, poco conocido y estudiado, pero altamente influyente en el cine portugués contemporáneo. Era natural que el Bafici le organizara una retrospectiva.

Basta ver el debut de Rocha (Os verdes anos, 1963) para descubrir que era un cineasta único. Tras un formato aparentemente neorrealista, el trágico romance entre un zapatero y una sirvienta muestra una obsesiva búsqueda de la belleza en las imágenes, una misteriosa exploración de Lisboa, un sorprendente uso de la música y un manejo del tiempo que sugiere una dimensión esotérica en su estética. Basta ver A ilha de Moraes (1984), un documental filmado en Macao y en Japón sobre el escritor portugués Wenceslao de Moraes (1854-1929), un oficial de la Marina portuguesa que vivió como un nipón los últimos años de su vida, para descubrir que Rocha era un tipo de aspecto enclenque que hablaba fluidamente japonés y se preocupaba porque la vida y la actitud espiritual del artista no fueran olvidados o tratados con condescendencia, acaso un anticipo de su propio destino.

En Os verdes anos debutó también Isabel Ruth, una actriz que filmó más de cincuenta películas con directores como Manoel de Oliveira, Jean-Claude Biette o Pedro Costa. Ruth trabajó en las primeras películas de Rocha y también en las últimas, en las que compuso personajes de gran carácter, con una presencia que recuerda a Marlene Dietrich. Era natural que Ruth acompañara la retrospectiva de Rocha en Buenos Aires, que se tituló “Foco Ruth - Rocha”. Pero la gran sorpresa para quienes siguieron las películas en el Bafici fue que las películas posteriores a 1989, oscuros melodramas de gran audacia, intensidad e inventiva, no le gustaban nada a Ruth, como se encargó de decir cada vez con mayor énfasis después de las proyecciones. Su idea era que Rocha se había vuelto irreconocible desde la época de Os verdes anos. Sin embargo, cuando presentó esa película, la actriz se quejó de que Rocha no la hacía ver tan atractiva como Godard a Ana Karina o Antonioni a Monica Vitti. Dudó entre atribuir el problema a que ella no era la pareja de Rocha o a que su nivel como director no se podía comparar al de Godard o al de Antonioni.

Después de las presentaciones, alguien sugirió que la retrospectiva debió haberse llamado “Ruth versus Rocha”. Esta anomalía estuvo acompañada por otra: la inexplicable omisión de A ilha dos amores (1982) a la que Rocha dedicó más de diez años aprendiendo la cultura japonesa y que algunos consideran su obra maestra. Seis años más tarde, Rocha filmó O desejado, en base a la historia de Genji Monogatari, el clásico japonés del siglo XI adaptado al Portugal del siglo XX. La película está llena de alusiones históricas, políticas y religiosas, pero su duración original de tres horas se redujo a dos en el estreno. Lo que quedó de ella es fascinante, como lo que pudimos conocer de Rocha en la edición 21 del Bafici.