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El país del cansancio

La falta de reglas crea una nueva regla: la anomia. Es decir, se impone la sociedad de la prepotencia.

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ZZZZZZZZZZZ. | Pablo Temes

El tiempo cronológico parece ser lineal y siempre el mismo. Desde la invención de los relojes, cada vez más precisos, se puede identificar la duración de un año con la exactitud de millonésima de segundo. Sin embargo, el tiempo subjetivo parece ser diferente desde cada perspectiva. También la subjetividad es un invento moderno. Antes que sujetos, somos seres humanos, biología, una máquina de células.

Say no more. El pensamiento y el leguaje crean subjetividad, puntos de vista, perspectivas. La subjetividad, aunque no lo parezca no es individual sino colectiva. Aunque lo intentemos resistir estamos condicionados por el entorno. Este entorno se ha ido tornando cada vez más agresivo, se puede notar en la calle, en el tránsito, en las relaciones interpersonales, para no hablar de las redes sociales, espacio catalizador de la furia. La subjetividad está bajo ataque permanente.

Todos: medios, periodistas, publicistas, marcas y hasta el vecino busca interpelar al sujeto, ya sea para venderle un producto o convencer de una idea, o al menos debilitar la propia. La lucha política también es una lucha por la conquista de la subjetividad. Es una impresión personal que los años, 2020 y 2021 han sido como nunca de arremetidas hacia el sujeto para intentar producir un efecto determinado.   

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Cuando se busca realizar el tradicional balance de fin de año, vienen a la mente imágenes turbulentas y mezcladas. Hay que ser un arqueólogo de sí mismo para ir viendo mes por mes las cosas que impactaron a cada uno. Se mezclan cuestiones personales como políticas y sociales. La sensación general que emerge de trabajos cualitativos, entrevistas en profundidad y grupos focalizados es que gran parte de la sociedad vive tiempos de incertidumbre y cansancio.

Exhaustos. El filósofo Byung-Chul Han ha analizado detenidamente lo que él llama la sociedad del cansancio. Sin embargo, no puede desprenderse de su matriz coreano-alemana, la discusión de los problemas del hipercapitalismo actual en sociedades que han resuelto sus necesidades básicas, y lanzadas al consumo.

Por eso plantea el cansancio en términos de rendimiento, actividad, competencia, individualización extrema.

Lo piensa más en términos de una maratón, monótona y exigente, pero, que es diferente a vivir en Argentina (y en otros países de América Latina), donde los sujetos están lanzados en forma permanente a una carrera de obstáculos. Pero la metáfora se puede extender al máximo al punto de extinguirse, ya que aquí se trata de un evento sin reglas, o mejor dicho con reglas emergentes, cambiantes. Se puede ver simplemente en la cuestión impositiva, no se puede lograr una estabilidad digamos a unos años, quizás puede parecer una cuestión menor (nunca aparece entre los mayores problemas del país) pero que afecta a cada habitante tanto a quien (en la base de la sociedad) debe comprar un litro de leche o (en la cumbre) debe manejar una empresa.

El gran pacto de la Moncloa o las políticas de Estado tan reclamadas o enunciadas pueden comenzar por algo sencillo, por ejemplo, que para cambiar impuestos haya que tener mayoría agravada o especial, y que exista un acuerdo a revisar cada diez años el sistema impositivo completo.

Infrapolítica

100% lucha. La falta de reglas crea una nueva regla: que es la anomia. En otros términos, se trata de la sociedad de la prepotencia. Justamente uno de los libros más geniales de Quino se llamó “Potentes, prepotentes e impotentes”, donde en sus relatos en forma de historieta narró como pocos ese mecanismo agotador. Una sociedad donde el Poder en todas sus formas se reactualiza y se impone, y donde, por ejemplo, un presidente puede protagonizar una foto de cumpleaños en plena cuarentena (bajo un decreto firmado por él mismo) o una diputada puede faltar a una votación clave por irse a pasear a Disney con su familiar porque pensó que se había terminado el año legislativo. Para superar las dificultades y obstáculos se busca generar mecanismos alternativos todo el tiempo generando trampas que logren burlar el sistema. Cada uno tiene sus propios ejemplos en el cabeza aplicado a situaciones particulares.   

La sociedad cansada es a la vez una sociedad sobrepolitizada. Todo se termina evaluado en términos políticos-ideológicos, aunque se crea que las ideologías han muerto. Cantantes, músicos, directores de cine, jugador de fútbol o quién sea es juzgado por sus expresiones por fuera de su actividad particular. Esto también genera sobre exigencias y desgastes, no se puede escuchar un tema de un cantante sin ser parte de la interpelación política.  No se puede dejar de observar que la sobrepolitización también imprime a gran parte de los medios de comunicación y en especial al periodismo, donde la opinión personal pasa a actuar por encima de la información, al punto que ya no se puede distinguirlas. Por este motivo, no pocas personas en estos dos años han señalado en las entrevistas que en la medida de lo posible tratan de exponerse lo mínimo a los medios de comunicación, no tanto por evitar informarse de las cuestiones comunes sino para no sentirse bajo la presión e intensidad de estas formas de expresión.

Lo que es invisible es que la información y sus declinaciones tienen una extensión capilar como nunca en la historia. Si en el Virreinato del Río de la Plata llegó la noticia de la Revolución Francesa meses después, ahora prima la instantaneidad. El teléfono celular transformó al Homo Sapiens en Phono Sapiens como bien apunta Byung-Chul Han en su último libro No-Cosas. Quiebras del mundo de hoy. Se lee más que nunca, pero también en forma más fragmentada que nunca.  

Algo de paz. Una de las pocas salidas al país del cansancio esté en manos de la política. Hacer el trabajo de la política es dotar al país de la mínima estabilidad. En la discusión en la Cámara de Diputados sobre la Ley de Presupuesto hubo un acuerdo tácito entre oficialismo y oposición en que no se puede hacer un presupuesto con semejantes tasas de inflación. Ambos bloques tenían razón, pero se olvidan que cualquier familia también necesita un presupuesto, un plan, algo que por ejemplo le permita acceder a una vivienda o pagar sus cuentas. Quizás una mínima estabilidad sea un deseo para el próximo año o la próxima década.

*Sociólogo (@cfdeangelis)