COLUMNISTAS
2023

Espectros de 2001 hoy

Un espectro. Algo que está y no está al mismo tiempo, un fantasma. Eso es en Argentina, el 2001.

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¿En diciembre: Vuelve ‘Papá Noel’?. Domingo Cavallo. | pablo temes

Momento espectral, momento que ya no pertenece al tiempo, si se entiende bajo ese nombre el encadenamiento de los presentes modalizados (presente pasado, presente actual, ahora, presente futuro” escribía Jacques Derrida en Espectros de Marx. El mismo que creaba el término “deconstruir” para explicar que no existía la totalización, ni el concepto final (en una rebelión antihegeliana). Siempre se podía ir hacia atrás y para adelante para desarmar las ideas, ver de qué están compuestas, observar sus elementos, lo que se sedimentó, los olvidos que se dan por hecho. Hoy la palabra deconstrucción se utiliza para prácticamente cualquier cosa (incluso el propio autor protestó contra esa popularización), pero vale la pena a veinte años de esos episodios penosos revisar de qué está hecho el 2001. 

Pizza y champagne. Partiendo de los hechos históricos Carlos Menem abandonaba el poder en 1989 tras haber realizado su revolución conservadora, la versión vernácula del thatcherismo en Inglaterra. Esa revolución fue habilitada por otro acontecimiento, el abandono adelantado del poder por parte de Raúl Alfonsín en medio de la hiperinflación, los saqueos de comercios y asonadas militares. Menem también tendría problemas similares, pero lo resolvería, en otros términos, bajo otras correlaciones de fuerza: política de mercado y alineamiento con los Estados Unidos. No dudó en participar en la primera guerra del Golfo, o en reprimir a los militares sublevados, para después otorgar el indulto a las cúpulas militares de la represión ilegal. 

El sueño del país panqueque

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No pocos sospecharon que Carlos Menem jugó en las elecciones de 1989 para Fernando de la Rúa contra Eduardo Duhalde. Soñaba con volver al poder próximamente. Dramas de la dialéctica, uno de los pocos rompimientos que tuvo el peronismo en los días de Menem serían los diputados reunidos en “El grupo de los Ocho” encabezado por Carlos “Chacho” Álvarez. El mismo dirigente que encabezaba la rebelión antimenemista sería vicepresidente con Fernando de la Rúa, quien al renunciar el 6 de octubre del 2000 por la causa “Banelco” de coimas en el Senado, diera un primer empujón hacia el abismo al gobierno de la Alianza. 

El infierno era encantador. Sin embargo, el huevo de la serpiente que Menem le había dejado a De la Rúa era la convertibilidad. El sueño de los argentinos de tener una moneda fuerte como el dólar se resquebrajaba sobre su propio peso. Un problema casi trivial como el precio de una moneda extranjera, empezaba a arrastrar a un país entero al infierno. Ahora con el periódico de veinte años después, se pueden ver los problemas politológicos de una coalición conflictiva o la psicología del Presidente, pero la verdad que es que la sociedad (o gran parte de ella), amaba el 1 a 1, y no le importaba el costo social que comenzaba a hacerse evidente. 

Disensos

La convertibilidad había sido un arma eficiente, pero provisoria para detener la hiperinflación. Uno de los problemas fue que el aumento de precios al consumidor tras el tipo de cambio fijo: en 1991 fue el 84% y en 1992 el 17,5%, valores fantásticos comparándolo con el 3 mil por ciento de 1989, pero implicaba la devaluación… ¡del dólar! Además, (como casi a lo largo de la historia económica argentina) solo había un sector competitivo en el mercado internacional capaz de sobrevivir a las reglas del darwinismo social que se desataba: el agropecuario. Todo el resto del país estaba de más, un día ese país que se hundía planteó una rebelión: piqueteros, cartoneros, caceroleros, ahorristas descompensados, todos se unían al grito de “que se vayan todos, y no vuelva ni un solo”. 

Corriéndose al Fondo. Hoy la Argentina pasó al otro extremo, comprar dólares está virtualmente prohibido. Las arcas del Banco Central están exhaustas con una deuda pendiente con el FMI de imposible cumplimiento, y el peso es inconvertible a cualquiera otra moneda, no es reserva de valor, ni valor de cambio. Cristina Kirchner hizo un planteo, al menos distintivo, en el acto de Plaza de Mayo el 10 de diciembre pasado dijo, palabra más, palabra menos que el Fondo Monetario había volteado a dos gobiernos: al de Raúl Alfonsín y (sin nombrarlo) al de Fernando de la Rúa. Esta semana Luciano Laspina, una de las voces económicas más potentes que tiene Juntos por el Cambio, agregó que el Fondo en el maxipréstamo a Mauricio Macri también, lejos de ayudarlo a ganar una elección, lo volteó por haberle dado un crédito sin las condiciones económicas pertinentes. Hay un acuerdo allí para culpar al FMI de los males argentinos. 

La estocada final que vino desde Washington

En los espectros que surcan este diciembre de 2021 hay uno objetivo. Al igual que la Alianza, el Frente de Todos debe enfrentar sus dos años de gobierno restantes tras una derrota electoral. Es un desafío para el peronismo, aunque la propia Cristina tiene vasta experiencia sobre gobernar luego de derrotas electorales. Sin embargo, las dificultades para aprobar el Presupuesto de 2022 es un índice que muestra que la política argentina va a tener que construir un camino en base a la disidencia. Toda exhortación a los consensos, coincidencias, moncloísmos y similares es papel mojado. 

Permutaciones. El 2001 tuvo una consecuencia palpable, eliminó a las dos grandes fuerzas políticas del siglo anterior. Ni el peronismo, ni el radicalismo volvieron a ser los mismos. El primero mutó al kirchnerismo, y el segundo a Cambiemos. Es probable que estemos frente a una nueva gran transformación. Es problema es que la vista cansada no permite ver el “big picture” como dicen los anglosajones. Una de las amenazas del presente es el hundimiento completo del sistema político en sus centros: centroizquierda y centroderecha. Algunos actores (minoritarios) lo observan, pero no están en condiciones de proponer alternativas (por ahora), es como si la correntada del río de la historia fuera demasiado potente para nadar en contra. Los gritos siguen siendo más fuertes que las palabras. Y sobre el espectro del 2001 queda una sola pregunta: ¿hemos aprendido algo?.

*Sociólogo (@cfdeangelis)