CULTURA
Debate contemporáneo

Joan Cwaik: “El que esté libre de tecnología que tire el primer Smartphone”

Con la publicación de "El dilema humano", Cwaik se enfocó en las tensiones entre el avance tecnológico y la humanidad para promover un “consumo crítico” de las tecnologías emergentes. En sus páginas no faltan temas como el poder, el capitalismo, pero también hay lugar para el amor y el deseo.

Joan Cwaik El dilema humano
Joan Cwaik | Cedido por el autor

El dilema humano, el último libro de Joan Cwaik, editado por Galerna, se propone no dar por perdida —ni por ganada— la batalla entre la humanidad y las máquinas. En el prólogo Jorge Fontevecchia anticipa: “Frente a las distopías aterradoras que se vislumbran en el futuro, el primer remedio es del orden de la voluntad: rebelarse frente a la idea de la inevitabilidad de la decadencia”. 

Pero el segundo elemento que presenta Fontevecchia como herramienta para no darse por vencidos es el “conocimiento” que “es siempre un proceso dialéctico que precisa del disenso mutuo para producir síntesis y progresar”, y es por allí que Cwaik va a caminar, va a poner en debate muchos conocimientos con posturas diferentes para empezar a desmalezar ciertos pre conceptos y “mitos” que vienen de la mano del abrumador avance tecnológico de los últimos cinco años.

“Trato de valerme de pensamientos de los más apocalípticos como los de Byung-Chul Han y los más integrados como Johan Norberg, trato de pensar cómo la tecnología implica la diversidad y la inclusión, porque ya no somos humanos vírgenes, somos humanos tecnológicos”, explicó Joan Cwaik a Perfil

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Joan Cwaik

El autor no se propone resolver, su libro no es una receta para saber qué pensar, no es un manifiesto, es un mapeo de ideas y preguntas para profundizar, espesar los análisis sobre qué significan los avances tecnológicos para la sociedad. Su anterior libro: 7R: Las siete revoluciones tecnológicas que transformaron nuestra vida, fue una especie de manual, de explicación sobre los cambios que se avecinaban, sin embargo, en esta ocasión Cwaik aclara: “Invierto el foco de la escena y me dedico a colocar al ser humano en el centro de atención para descubrir y analizar cómo surge y se resuelve la tensión entre tecnología y ser humano”.

Y El dilema humano es un libro social, humano y también sentimental, el autor escribe en las dedicatorias que el texto es para él y, entre tantas preguntas que se hace, llega también a cuestionar dónde quedaron los vínculos entre personas, las relaciones amorosas, el romanticismo. 

En estos tiempos veloces, en los que no hay tiempos para daños y tropiezos, en los que las aplicaciones hacen que todo sea más eficiente “cuesta armarse de valor para decirle a esa persona que te morís de ganas de besarla, de despertarte con ella, y que no te importa conocerla de la nada o no haber pasado un tiempo aceptable saliendo según lo preestablecido”, escribe.

Tecnologías portátiles 20211111

Joan Cwaik estudió Licenciatura en Gestión de Medios y Entretenimiento en la Universidad Argentina de la Empresa, hace casi diez años que se dedica a la divulgación de tecnologías emergentes, trabaja en Maytronics, una compañía de robótica doméstica de origen israelí, realizó un posgrado en convergencia multimedial en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y comenzó a dar forma a este libro mientras cursaba su último año del Master Business Administration del IAE, la Business School de la Universidad Austral, es uno de los diez miembros de la Asamblea del Futuro organizada por Editorial Perfil y lleva dadas más de 400 conferencias en relación a tecnologías emergentes en más de 15 países.


“El futuro de lo humano”

Joan ¿Cuál fue el puntapié inicial para comenzar a escribir este libro que es tan pedagógico como sociológico?

—El punto de partida del libro es la tensión humano/tecnológica, las tensiones entre la evolución tecnológica y la sabiduría humana. En torno a esta tensión traté de articular siete debates como por ejemplo las nuevas formas de poder, el capitalismo cripto y el capitalismo invisible, los espacios híbridos, la dimensión real versus la dimensión virtual, el lugar que ocupan los medios de comunicación, el efecto reality que tenemos tanto individualmente como organizacionalmente y trato un poco de pensar los humanos del futuro o básicamente el futuro de lo humano

En el proceso de escritura y de investigación, ¿qué ideas tuyas se fueron modificando y/o fortaleciendo?

—Los grandes temas que nos atraviesan son pocos: el amor, la nostalgia, el sexo, la distancia, el poder, la belleza, la identidad, la religión, la amistad, son temas que nos atraviesan a todos y yo traté de ir puliendo estos grandes temas, atravesados por la tecnología porque el que esté libre de tecnología que tire el primer smartphone. Siento que nos debemos un debate tecnológico porque tomamos la tecnología de una forma muy muy natural, entonces creo que el libro se fue fortaleciendo en torno a pensar qué es lo humano y cuál es esta vulnerabilidad de lo humano, esta fragilidad de lo humano que creo que la pandemia marcó de una forma muy fuerte, porque, de alguna manera, el Covid-19 eliminó el pasado y eliminó el futuro y convirtió todo en un presente continuo y por eso traté de ir fortaleciendo esta idea de qué es lo humano. En el trascurso de la escritura creo que las visiones más sociológicas o más antropológicas fueron tomando un plano mucho más grande de lo que me imaginaba y otra de las grandes cuestiones que fue tomando mayor poder es esto de los extremos: estamos en una época de resistencia o de plena fascinación, traté de hablar de la tecnología desde una mirada profunda y apuntar a aquellas personas que tienen una cierta angustia sobre su existencia y sobre cómo nos atraviesa la tecnología en ese sentido.

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Abordé el libro pensando iba a predominar una oda a las nuevas tecnologías, puntualmente a las redes sociales, y, sin embargo, planteás, con mucha rigurosidad, sus “peligros” y despejás cierta ingenuidad en quienes los señalan como democratizantes. ¿Creés que es posible una regularización de ellos para que se puedan potenciar sus beneficios y disminuir sus efectos adversos? 

—Trato de no hacer una apología de las nuevas tecnologías y te lo dice alguien que lleva 9 años divulgando y tratando de impulsar el uso crítico de las tecnologías emergentes. Sobre si creo que es posible una regularización, creo que los avances científico-tecnológicos están en manos de compañías que tienen ideologías monetarias y frente a esto, básicamente las cuestiones éticas y morales quedan en un segundo plano. La tecnología no tiene moral, la inteligencia artificial puede servir para generar un bienestar muy grande para la humanidad o para generar mucha angustia o mucha exclusión, pero es una herramienta, como un ladrillo puede servir para tirárselo a la cara a una persona y fracturarle algún hueso o sirve para construir una casa; son herramientas.

Bitcoin City

¿Quiénes podrían ser los especialistas y los ejecutores de este control de los efectos adversos?

—Eso lo abordo en el capítulo sobre quién tiene el poder y creo que hay una especie de guerra sobre el poder de la tecnología que se disputa entre las grandes compañías tecnológicas, que hoy en día dominan la dimensión virtual, aunque también las tecnologías emergentes lo que hacen es darle un poder de desintermediación y democratización a las personas. En este 2021 se vio claramente con el ejemplo de las cripto, hoy en día hay compañías argentinas que decidieron radicarse en El Salvador, que fue el primer país en aceptar Bitcoin como moneda de curso legal, y eso da una forma de elegir y de tomar el control y el poder frente a una economía que tiene niveles de inflación nunca antes vistos. En Estados Unidos, por ejemplo, se va a estar cerrando el año con la inflación más grande de los últimos 40 años, por lo que no es una cuestión únicamente de Argentina, si no que se convirtió en una cuestión universal y yo me pregunto si las cripto no son una respuesta a la desazón argentina, a este hartazgo social y a esta falta de creencia en las instituciones. En definitiva, creo que, como usuarios, tenemos una enorme responsabilidad por tomar el control, comprendiendo cómo nos impacta la tecnología, qué efectos tiene sobre nosotros, usándola de forma crítica y consciente. Tenemos que generar habilidades que nos permitan convivir con máquinas que hacen tareas de forma más inteligente que nosotros, quienes puedan comprender esta situación, quienes puedan pivotear rápidamente ante escenarios adversos podrán tener el control. Estamos en un mundo que nos fomenta más a leer que a escribir, a consumir que a crear tecnología, pero creo que tenemos que entender y tenemos que ser protagonistas de la creación de la tecnología porque, como dice Douglas Rushkoff en su libro Programa o serás programado, que señala: “o creamos nuestras propias reglas o nos sometemos a las reglas de otros”.

Capitalismo del siglo XXI y la esperanza en la humanidad

Uno de los planteos del libro es que el capitalismo, de una nueva forma, sigue fuerte a pesar de todos los vaticinios ¿se puede pensar en la posibilidad de un capitalismo más justo?

—Esta pregunta requeriría un libro entero, pero creo que es un concepto muy idealizado en el mundo contemporáneo y que estamos transitando el capitalismo del S XXI que tiene características fundamentales a la hora de pensarlo, que es muy individualista, en el que el hiperconsumo está en su máximo esplendor, un capitalismo de opulencia y desigualdad y que tenemos que reconocer que el capitalismo tal cual lo conocemos tiene muchos problemas. En relación a esto el auge que tuvieron en los últimos dos años las criptomoneda demuestra que nosotros somos capaces de generar riquezas por nosotros mismos y esa generación de riqueza no se da solamente con la fuerza física sino desde nuestros cerebros. Creo que hay un potencial que puede ayudarnos a desarrollar y a productivizar nuestro intelecto. Esto es la tecnología dando respuestas a los problemas que hoy en día tiene el capitalismo tal cual lo conocemos. Soy optimista pensando en que los humanos estamos siendo empoderados mediante la tecnología con el fin de lograr un capitalismo más justo o un sistema de organización social que quizás aún no tenemos el nombre.

—¿Por último, tenés fe en la humanidad? ¿Hay posibilidades de que avancemos hacia un mundo mejor?

—Tengo fe, vamos a ver algunas resistencias y vamos a ser testigos de varias caídas o de varios declives. Ahora se me ocurre el ejemplo de Facebook, que es como el Imperio Romano y, como todo imperio, termina cayendo. Esto es parte de un ciclo que parece ocurrir una y otra vez. Tengo fe en la humanidad, pero vamos a ver cada vez más problemas mundiales que tenemos que atacar, como por ejemplo el hambre o la escasez de recursos. Tengo fe también en que los colapsos van a ser inevitables, la pregunta es cuándo y cuáles van a ser las duraciones de esos colapsos. Creo que la población mundial es cada vez más interdependiente y hay miles de millones de personas que dependen de las mismas estructuras y creo que tanto los monopolios como las formas de organización social son cada vez más globales, pero, por otro lado, tengo fe en la tesis de internet volviéndose una jurisdicción interplanetaria y que se empiecen a desdibujar los límites geopolíticos y creo que la tecnología tiene un rol fundamental para empezar a lograrlo.