COLUMNISTAS
movimientos electorales

El partido de derecha

20190623_larreta_santilli_pichetto_prensagobba_g.jpg
Juntos. En el feriado, Rodríguez Larreta y Santilli sumaron a Pichetto, la sorpresa del ajedrez electoral, a una recorrida casi de campaña en la nueva estación Belgrano. | prensa Gob. BA.

En un libro extraordinario, T.W. Adorno se preguntaba hasta qué punto somos realmente capaces “de determinar la realidad institucional, que está estructurada de un modo que no podemos controlar”. Cito de Sobre la teoría de la historia y de la libertad que, traducido por Miguel Vedda y con prólogo de Mariana Dimópulos, acaba de publicar Eterna Cadencia.  

El interrogante de Adorno tiene una respuesta pesimista. Los ciudadanos no definen la realidad institucional, sino que la padecen, excepto en grandes momentos de transformación social y política. El resto del tiempo, la apatía le gana a la creatividad. En lugar del activismo ciudadano, zumba el revoloteo de los políticos profesionales.

Sergio Massa es más libre que sus votantes: emigró de Alternativa Federal al espacio de Fernández y Fernández para encabezar una lista de diputados; su Frente Renovador es recuerdo; su alianza con Stolbizer, también. Y quien pensó que Macri iba a consolidar Cambiemos con los radicales fue un iluso. El Presidente, rodeado de peronistas, buscó a Pichetto (peronista de todas las latitudes), que se volvió garantía de un gran espacio de derecha de nuevo tipo.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En la Argentina se consolida esa derecha moderna, a la que Pichetto hizo su aporte. Mucho no lo separaba del PRO en cuestiones de seguridad e inmigración; tampoco en otras convicciones económicas, que alimentan su adhesión al capitalismo, sin predicar reformas para hacerlo más amable. Esos funestos parecidos fortalecerán, en caso de una victoria, un espacio político de derecha que no tiene, como en las naciones que admiramos, su contraparte más progresista.

Las aventuras del peronismo han vaciado de protagonistas e ideas a un ideario más inclinado a la distribución. Las derrotas electorales, como la santafesina, han despojado a quienes aspiraban a incidir sobre este lado de la balanza. La parsimonia de políticos como Lavagna y Stolbizer los hizo llegar casi tarde.

"El nuevo partido de la derecha tiene el aporte del peronismo, que se va en su etapa final hacia el centro con inclinación distribucionista".

Defensa del conflicto. Hoy, como escribieron Rosanvallon y Fitoussi, “las palabras acaban perdiendo su sentido: se bautiza como ‘reformas’ hasta los mismos retrocesos sociales”. Eso es la derecha, se la llame como se la llame.  

Con el pretexto de que no hay que confrontar, los políticos de la nueva derecha se amontonan alegremente. Por cinismo o error, creen que deben fingir cualquier arreglo para evitar el conflicto. Pasan por alto que el conflicto de ideas y posiciones es inevitable. El gran desafío de la política no es borrar el conflicto, sino reconocerlo, diferenciarlo de un enfrentamiento sin sentido y tramitarlo. El batallón de oportunistas pasa por encima del conflicto como si ese salto fuera posible. Y se dedica a la pelea por candidaturas.

Por eso, lo que muestran no puede interesar sino a quienes gestionan su puesto en las listas electorales. ¿Cómo explicar de otro modo los cambios de Victoria Donda, que fue y volvió para terminar de nuevo con Cristina Fernández, después de prometer aventuras progresistas?

Queda algo a más largo plazo. Por primera vez, la Argentina tiene un partido de derecha en condiciones de ganar, sin recurrir a un golpe militar. Se formó, como era previsible, con los aportes del peronismo, que entra en su etapa final como movimiento de centro con inclinaciones distribucionistas. Ni Pichetto ni Macri tienen caídas populistas. Tampoco son políticamente correctos. Cuando era jefe de Gobierno, le escuché decir a Macri que estaba harto de que los peruanos vinieran para atenderse en los hospitales de la Ciudad, sin pagar. Natalio Botana, que estaba presente, le recordó que el preámbulo de la Constitución asegura esa igualdad. Pichetto no se lo va a recordar, ya que su talante antiextranjero elige las mismas palabras que Donald Trump.

Nada por allá. Lo que sucede es grave porque no se avizora un gran partido colocado del centro a la izquierda. El radicalismo ya celebró a los neoperonistas en Cambiemos. En los países donde hay derecha, en general hay una alternativa más progresista. Salvo los pequeños partidos trotskistas, en la Argentina esa alternativa se desvaneció.

Durante muchas décadas existió un espacio populista del centro hacia ambos lados, y un espacio republicano liberal con bandas progresistas (la UCR). Hoy el partido de derecha se forma con el PRO, el radicalismo y la tropa de peronistas que se incorporan en busca de lugares bajo el sol electoral. No podemos prever su futuro con certeza. Pero si triunfara, se abre una nueva etapa en nuestra historia política y los retrocesos serán mayores que los progresos.

El riesgo argentino no es convertirse en Venezuela, ya que dos gobiernos de Cristina no lograron ni aproximarse a ese modelo, a pesar del encendido discurso. El riesgo argentino es acentuar los rasgos de un país socialmente dividido e injusto.