Ejemplar en la región y buena parte del planeta, nuestro país ha iniciado la cuarentena para enfrentar al coronavirus a solo 12 días de conocerse el primer caso, cuando China la estableció en el día 24, Italia en el día 35, España en el 42 y Francia en el día 43.
Sin embargo, está visto que un virus puede hacer infinidad de cosas, pero una no: cambiar el comportamiento faccioso de los sectores dominantes nacionales y multinacionales.
Producto de las pretensiones facciosas del establishment, incapaz de mirar nada más que su ombligo aun en medio de la pandemia (el episodio sanitario, social y económico más grave desde la Segunda Guerra Mundial), Alberto Fernández se vio obligado, más allá de sus intenciones, preferencias o deseos, a desarrollar un perfil bifronte.
El PowerPoint de Alberto: extienden cuarentena pero evaluarán excepciones en el interior
A- De cara a la opinión pública, receptar el 80% de popularidad y constituir un récord.
B- Con sectores de poder, mostrar fortaleza e intransigencia frente a los extemporáneos seis grandes choques observados en solo cuatro meses, lo que también supone un récord. Veamos esta escalada de conflictos todos intempestivos:
◆ Paro de agroexportadores.
◆ Advertencia de eléctricas.
◆ Disparada de alimentos.
◆ Despidos de Techint y otras empresas y cadenas de alimentos.
◆ Sabotaje de los bancos.
◆ Extorsión de las prepagas de salud.
A pesar del estilo conciliador que desde el minuto cero el Presidente quiso imprimir a su gestión, el mismo, como es habitual, no fue correspondido por los sectores de poder.
Si en los albores de la democracia, el sí que bondadoso ministro de Economía Juan Carlos Pugliese acuñó aquella ya emblemática sentencia: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, la misma encaja muy bien en la actual coyuntura, salvo que el actual presidente, a diferencia de Alfonsín, cuida su corazón y entonces no parece dispuesto a rifar su popularidad y torcer el rumbo que quiere imprimir a su gestión claudicando frente a la extorsión de los poderosos.
Hace muy bien Alberto, quien sabe que la primera gran tarea que acometió Néstor Kirchner en el año 2003 –tras la megacrisis del año 2001 y el “que se vayan todos”– fue reconstruir la palabra y autoridad presidencial, sin la cual nada es posible en la gestión, y menos enfrentar una crisis de la magnitud que enfrentamos y la que sobrevendrá a la pandemia.
Y la clave para sostener la autoridad presidencial que ha construido ejemplarmente no es satisfacer las demandas corporativas de los grupos de poder sino mantener sólida su relación con la opinión pública, que en una mayoría notable lo acompaña en su tarea. Mantener el vínculo y, en un paso que estimamos será necesario de cara a los días por venir, transformar la opinión pública en pueblo, esto supone propender, impulsar, sostener la organización ciudadana y en última instancia impulsar la militancia.
Como bien señala Damián Selci en su último ensayo: “El porvenir es largo, como decía Althusser, y seguramente nuestros hábitos deban cambiar, y muchas cosas deban cambiar. En todo caso, ante desafíos duraderos, ante crisis hondas y extendidas, nada peor que el individualismo y nada mejor que la organización, porque (como decía Perón) solo la organización vence al tiempo, y solo la militancia puede sostener en el tiempo a la organización, evitando que se paralice, que sus lazos orgánicos se rompan… Es tan indescifrable lo que tenemos por delante que un viejo lema militante de los 70, revitalizado durante el kirchnerismo, adquiere ahora toda su pertinencia y esplendor: como un mantra, el siglo XXI podría repetir para sí mismo unidad, solidaridad, organización, unidad, solidaridad, organización, porque el capitalismo neoliberal ha enmudecido y, en lo que respecta al futuro inmediato, ya no puede ni siquiera mentir.
*Director de Consultora Equis.