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aprendizajes

El robot creativo

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

El futuro del trabajo es una incógnita. O más bien el futuro de ciertos trabajos. Ya hay redactores que fueron reemplazados por inteligencias artificiales. Hasta donde hemos ido viendo, se trata de redacciones mecánicas, basadas en datos que hasta un humano debería buscar en la red para hacer su copy-paste. 

Unos alumnos me muestran diálogos con las IA; les piden una obra de teatro sobre un tema determinado, en el estilo de Shakespeare o de Florencio Sánchez. Estos engendros son un plomazo. Lo que las IA escriben, al menos como dramaturgia, es un debate dialogado, contrastando ideas con un respeto excesivo. Son argumentaciones, no argumentos. Les cuesta matizar las motivaciones psicológicas con las patológicas, las tragedias con las catástrofes, en fin, parecen telediarios de los 80 más que obras de teatro. Y no hacen buenos chistes. Pero, se nos dice, las IA pueden aprender.

¿Y en el caso de los dibujantes? Los programas ofrecen dibujos de calidad (publicitaria) para casi cualquier capricho y no pagan derechos de autor, porque supuestamente no lo hay y los robots no se ofenden ni dan de comer a sus hijos hechos de chips. Pero esto es falso. Las IA son alimentadas en un banco de datos de ilustraciones previas, que tienen dimensiones, estilo, ironía, personalidad, alma. Cuando se aduce que un dibujo hecho por una IA no paga derechos de autor, se omite decir que está alimentada por el trabajo de esos autores a los que reutiliza. Las IA no tienen la ¿objetividad? de una foto. Al igual que nosotros, lo que aprenden lo toman de lo que se les muestra. Las IA ya pueden ofrecer el estilo de Quino o de Dalí para ilustrar un libro o una publicidad de hamburguesas. Para ello se aprendieron a Quino o a Dalí. Pero no pueden escribir Mafalda.

Así que el reemplazo de lo humano por la robótica no se da con las mismas características en todas las producciones. En la ilustración, por ejemplo, podríamos hablar de plagio, si bien las imágenes artificiales no corresponderían exactamente con lo preexistente.

Las IA pueden aprender, sí. Los humanos, también. Habrá que repensar las creaciones para que sean más artísticas, para que la diferencia entre una real y una artificial se verifique en la existencia del alma. Y entonces sí, salir a vender el alma. Como siempre.