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El set y la nada

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| Cedoc

Por la tarde veo dos productos televisivos. El primero es una serie. Se llama Gambito de Dama y narra la historia de Elisabeth Harmon, cuya primera parte transcurre en un internado para niñas huérfanas. Ahi descubre, como lo hizo Hölderlin, que donde está el peligro está la salvación. Y empieza a jugar al ajedrez con un no docente del lugar, un hombre solitario y huraño que poco a poco la deja entrar al mundo del tablero. Un lugar donde ella puede tener el control y la eficacia que no tiene en su vida. Adicta a los tranquilizantes desde niña, pasará a ser adoptada por una pareja que también se va a separar. La poesía de Beth Harmon está hecha a martillazos. Cada golpe que recibe es demoledor: su madre se suicida chocando el auto con ella arriba (“Cerrá los ojos”, le dice), la mujer que la adopta, una vez separada, se encariña con ella pero muere de hepatitis. Ambientada en los 60, la serie tiene algo de la perfección estilística de Mad Men. La chica que interpreta a Harmon, Anya Taylor-Joy es una actriz extraordinaria. Si uno pasa por alto la fábula americana (los rusos son malos o estúpidos y los yanques son geniales), los siete capítulos de la serie pueden ser adictivos. La historia de la niña prodigio podría ser un relato de Salinger. 

Lo otro que vi es el documental de Vilas, Serás lo que debas ser o no serás nada, donde se indaga la obsesión de nuestro mejor tenista por ser el número uno del mundo. Y la del periodista Eduardo Puppo por apoyarse en las estadísticas para demostrar que Vilas lo fue, aunque sea por una hora. 

Vilas es un megalómano de fuste y es genial que su guardián en el centeno se llame Puppo, ya que “pupo” es una forma coloquial de llamar al ombligo. Me había olvidado de que el tenis era hermoso –vemos archivo de Vilas, Connors, Borg– y me llama la atención cuando Puppo muestra un cuaderno de Vilas dónde el tenista dibuja una cancha de tenis y expresa un sentido esotérico para ese espacio. En otra hoja, Vilas escribe: “Soy el mejor.” 

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También cuenta que asiste a una conferencia de Krishnamurti y que esto le cambia la vida para siempre, algo difícil de creer cuando lo vemos llorando media hora después porque le están por dar o no el número uno oficial. Sobre el final,  Puppo y Vilas se pasean por una Mónaco lluviosa y se les cruza un hombre que le dice: “Le puse a mi hijo Martín Guillermo por vos”. Hasta en ese caso a Vilas se le niega el primer lugar.