El descongelamiento de Marcos Peña, el principal sobreviviente político de la crisis de 2018, no se consumó con las entrevistas del fin de semana pasado en dos diarios en los que afirmó que este año no se va a votar solo por la economía sino por un cambio más profundo o para no volver al pasado.
El verdadero regreso del jefe de Gabinete al juego electoral fue una movida que le atribuyen principalmente los empresarios petroleros que operan en Neuquén, que respondían el lunes en Buenos Aires y en Houston con una sonrisa si alguien les preguntaba si estaban aliviados por el triunfo de Omar Gutiérrez, del Movimiento Popular Neuquino, y sobre todo por la derrota de Ramón Rioseco, el hombre que había recibido el respaldo de la ex presidenta Cristina Kirchner en la provincia. “¿Aliviados? Nosotros nunca pensamos que Rioseco iba a poder ganar, eso fue una demostración de lo bueno que es Peña para estas cosas”, respondían.
La inflación que el Gobierno podría moderar pero elige tener
En su lectura tipo House of Cards patagónico, el prestidigitador electoral número uno de Cambiemos habría filtrado a través de los medios, semanas antes de la votación, que lo que pasara en Neuquén era una batalla que tendría impacto nacional y que sorprendían las chances del kirchnerismo. Así conseguiría forzar en una elección local donde su candidato puro, Horacio “Pechi” Quiroga, iba a salir tercero, que se hablara de la derrota de Cristina que, en realidad, con Rioseco salió segunda. “Acá nunca nos comimos que ganaba, fijate que Gutiérrez le sacó 15 puntos; fue todo de Peña”. De hecho, varios de ellos dicen haber ganado almuerzos a los que se habían comido la curva de Marcos y creían que habría batacazo K en Vaca Muerta.
Mito o realidad, la lectura que emergió de la primera elección desdoblada es que en el año de las presidenciales, y ante la falta de motivos económicos para que el oficialismo salga a pedir el voto (están más cerca de los rin raje que de los timbreos), la única salida oficial será cerrarse hacia el PRO y reforzar la grieta. Nada que no haya escrito el propio asesor presidencial Jaime Duran Barba en este mismo diario hace quince días.
Serán elecciones muy particulares que bien podrían ser bautizadas “tech”, y no por un boom tipo Silicon Valley que hubiera soñado el Presidente, sino porque todo se definirá entre el techo de votos que tenga la ex presidenta, cuánto apoye Techint a Roberto Lavagna y cuánto se acuerde la gente de que con Macri te echaron del laburo. La denuncia del linfedema político de Florencia Kirchner muestra que su madre sigue hablando para los propios. El ex ministro de Economía se dedica a desactivar lo que llama el “infantilismo progresisita” de los que lo corren por izquierda, y a rechazar pedidos de ir a internas en el #peronismoracional para no tirar la plata enfrentando a “precandidatos con apoyo de grupos financieros”, según ha dicho. ¿Sergio, sos vos? Y el Presidente, bueno, sólo ve optimismo y crecimiento cuando pasa una tarde en Expoagro.
Más inflación y menos recaudación, el recálculo del FMI al cerrar la misión
Es que será un año donde la ingeniería electoral del oficialismo será proporcional a la malaria económica. Los más pesimistas creen que el equipo económico erró groso el diagnóstico de que habría una recuperación con desinflación de la mano del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y que eso iba a generar chances de reelección que funcionarían como calmantes para el mercado financiero y el dólar. Aunque se puede ver algún brote gris, como el cemento, los bolsillos están flacos para comprar pero no tanto como para parar las remarcaciones. El peor combo posible.
Así, el rebrote inflacionario al menos hasta mitad de año pone en duda la recuperación salarial y por ende un eventual repunte de la actividad. Ello aumenta las posibilidades de la principal oponente con la que el propio Gobierno elige confrontar porque cree que así tiene más chances, Cristina Kirchner, lo que alimenta la manija que se dan los operadores financieros, lo que puede terminar en el dólar, y obligar al Banco Central a forzar más alta la tasa de interés. Así, enfría más la producción pero nunca el costo de vida, en un círculo vicioso que empiezan a leer todos los actores políticos.
Hasta la UCR, que ha rejuvenecido tanto en su ímpetu que no sólo se abren de Macri en Jujuy o en Mendoza: en cualquier momento dejan de recordar a Balbín y se ponen a hablar de J-Balvin.