Se dijeron –y se siguen diciendo– tantas barbaridades sobre lo que iba o va a hacer Cristina que da cierto pudor intentar poner la lupa sobre su futuro sin el prurito de quedar a contramano de la realidad.
Cierto es que ella y el kirchnerismo en su conjunto mucho han hecho para que se dispararan varias de esas especulaciones e hipótesis. Distinto resulta cuando desde sectores políticos y mediáticos interesados (de ambos bandos) se derramaron esas presunciones en formato supuestamente riguroso y “recontrachequeado”.
Por si hace falta decirlo, Cristina demostró ser un animal político de peso. Utilizó como casi nadie las fortalezas propias y las debilidades ajenas para avanzar sobre espacios nunca antes explorados en nuestra joven democracia. Para bien y para mal, claro. Ya habrá momentos para balances más profundos.
Lo que no puede ni debe desconocerse es que con el alto nivel de aceptación que tiene en la opinión pública y las contundentes demostraciones de poder que continúa dando, no pareciera que CFK vaya a borrarse de la escena post 10-D. Entre que siga manejando todo –como quieren algunos– o que vaya presa –como desean otros– hay una amplia gama de grises. Para verlos, sólo hay que esforzarse un poco en no ser binarios. O básicos.