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Defensor de los Lectores

En medio de la tormenta, más prudencia y menos desmesura

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Tiziano (Alegoría de la prudencia). Para ser libre, el individuo necesita autodominio y debe conquistar la excelencia. | cedoc

Son estos tiempos turbulentos, por momentos tormentosos por excesos en los actos y las palabras. Es probable que los hechos de la semana anterior en los alrededores del edificio donde vive la vicepresidenta de la Nación hayan sido menos importantes que lo que la mayoría de los medios definieron: la concentración en apoyo a Cristina fue importante (aunque no tan masiva como en otros momentos), colmada de muestras de alegre acompañamiento. Y también de acciones fuera de una medida prudente, tanto de parte de algunos manifestantes como de la policía, de dirigentes políticos a uno y otro lado de las vallas que enmarcan la grieta. Y cuando digo vallas no me refiero solo a las metálicas, esas que se pusieron para prevenir o provocar, según lo que unos u otros piensen o definan. 

Una vez más, el color del cristal con que se mira les da a los hechos una caracterización distinta, siempre opuesta e irreconciliable.

Algo sobró, algo faltó.

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Faltó un buen ejercicio de prudencia (templanza, sensatez, buen juicio, según la RAE), sobró imprudencia. Faltó mesura (moderación, en la misma fuente), sobró desmesura (carencia de moderación, de urbanidad).

Plantear la cuestión en estos términos no implica defender una u otra postura política sino la praxis empleada por ambas para seguir sus objetivos. 

La mesura y la desmesura forman parte de la esencia de la poesía palatina, que nos remite una vez más a los griegos. 

En un interesante estudio publicado por la Universidad Nacional de Cuyo, la experta en cultura griega Adriana Poquet analiza la poesía palatina y puntualiza, citando al filósofo neoescolástico alemán Josef Pieper (1904-1997): “La prudencia es la ‘medida’ de la Justicia, de la fortaleza, de la templanza. El libre obrar del hombre es bueno porque se conforma a la medida de la prudencia. Ser prudente conduce a llevar a cabo acciones buenas. La prudencia es, por tanto, causa, raíz, madre, medida, estímulo, ejemplo, guía y razón formal de las virtudes morales. Suministra a cada una el complemento que le permite el logro de su propia esencia y todas participan de ella, alcanzando el rango de virtud”. 

Agregaba Poquet: “El griego poseía la noción de totalidad, unidad; en consecuencia, el cosmos era apreciado como un todo armónico, equilibrado y, por ende, mesurado. Lejos de ser el hombre considerado un ser escindido, separado en cuerpo y alma, se valoraba la persona humana y su libertad, en el sentido de que, para ser libre, este individuo necesitaba autodominio y debía conquistar la excelencia”.

Mesura y desmesura, prudencia e imprudencia parecen términos similares para el análisis de conductas públicas. El periodismo no queda fuera del análisis, pero es correcto enfatizar su rol para la compleja tarea de buscar una relación de fuerzas menos dramática, menos peligrosa para el bien de la sociedad y de la democracia, menos virulenta. 

La prudencia es recomendada por los principales manuales de estilo de medios importantes en el mundo. Prudencia y mesura deben regir buena parte de los abordajes que los periodistas asumimos cuando se trata de transmitir información, e incluso opinión (una carta publicada en el Correo de hoy critica la falta de mesura de un columnista en PERFIL del domingo 28 de agosto). 

El prestigioso diario The Guardian, de Londres, les pide a sus periodistas máxima prudencia a la hora de expresar opiniones personales en las redes: “Ten en cuenta que expresar opiniones partidistas, a favor de un partido u opiniones fuertes en las redes sociales puede dañar la reputación de The Guardian sobre su información justa y basada en hechos, y tu propia reputación como periodista”.

O sea: prudencia y mesura en lugar de leña al fuego.