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Si falta información oficial crece el riesgo de mala leche

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

La frase “mala leche” tiene su espacio en la Real Academia. La primera de sus acepciones es “mala intención”. Y, para Argentina, también se la identifica con mala suerte. 

Es un recurso que viene de lejos. El modismo se aplica a quien muestra mal carácter, mal genio o malas intenciones. “El origen de la expresión se remonta a la antigua creencia de que la leche con que se amamantaba influía en el carácter. Por ejemplo, Aristóteles aseguraba que existía una cierta organización social que venía determinada por la leche mamada. Así, los miembros naturales de una aldea eran los que habían ingerido la misma leche. Por su parte, San Agustín recomendaba que los niños cristianos no fueran amamantados por amas paganas, porque esto influiría negativamente en su fe. Los médicos también aconsejaban que se buscaran nodrizas sanas física y mentalmente”. La cita toma parcialmente un artículo de la revista Muy Interesante y viene bien para poner ropaje a lo que los argentinos padecimos (y aún padecemos) como consecuencia de la crisis política y económica que ocupó el pasado fin de semana, cuando buena parte de los medios –en particular la televisión, los portales de noticias, programas periodísticos de cable y redes sociales– propinaron a sus audiencias y lectores un sinfín de opiniones amañadas, seudoprimicias, especulaciones sesgadas y otros recursos non sanctos. 

En verdad, se dio una vez más lo que sucede cuando no llega información certera, clara, definida, de parte de quienes son los verdaderos protagonistas. En este caso, las autoridades nacionales que vivían su entuerto interno de manera descarnada. Desde el poder se hizo todo lo contrario a lo que los expertos en comunicación definen como una adecuada administración de la crisis política.  

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“El silencio, en estos casos, es probablemente la peor herramienta a utilizar en una crisis de comunicación ya que suele confundirse con una falta de respuestas y de transparencia –señala el experto español en comunicación política Isaac Hernández en un extenso trabajo publicado en su página web”–. Agrega: “El silencio tiene otros lugares donde se encuentra más cómodo, más útil y con mayor campo de maniobra. La comunicación nunca se detiene, nunca tiene pausa. Es por lo que, aun cerrando canales de comunicación de un gobierno, de los medios de comunicación con más recorrido, incluso aquellos de carácter más tradicional, no se puede frenar lo que un ciudadano quiere opinar o transmitir”. 

Es en este punto donde se apoyaron aquellos comunicadores locales que intentaron acercar información (cierta, falsa, sesgada) para ocupar el espacio vacío de la información oficial. Con el agregado de la mala leche demostrada por buena parte de ellos. Ante la falta de datos ciertos, se echaron a vuelo ominosos pájaros de mal agüero y –por consiguiente– una catarata de ingredientes negativos que solo lograron provocar mayor angustia en una audiencia atónita.

Define Hernández: “Ante riesgos de comunicación política, cuando no se transmiten mensajes o estos tardan en comunicarse, la comunicación llega a aumentar por esa sensación de rumor, de vacío, del no saber que se puede estar discerniendo sobre la situación en cuestión. Es ahí donde está uno de los caldos de cultivo de las fake news. Cuanto antes se dé respuesta firme, con argumentos y con información fiable y creíble, mejor. Ante las crisis de comunicación dar respuesta sí, reaccionar no”.

Al parecer, los administradores de la información pública (tanto los que responden al Presidente como quienes adscriben a las ideas de la vicepresidenta) no tuvieron en cuenta ninguna de las recomendaciones del experto español, que no difieren de las que hacen sus colegas argentinos, que mucho saben sobre situaciones de crisis no resueltas.