Las encuestas electorales ocupan un lugar destacado en la decisión electoral de muchos ciudadanos; los efectos que producen en ellos son de muy distinto y contrario signo; esta influencia es susceptible de afectar los resultados electorales (y) no es posible, sin embargo, predeterminar el sentido de esta influencia, aunque ello no elimina el riesgo de manipulación. En definitiva, la regulación de esta materia cuenta con una base sólida en la que apoyarse”. La cita corresponde a un muy pormenorizado análisis publicado en la Revista Mexicana de Opinión Pública (octubre, 2011), cuyo autor es Luis Gálvez Muñoz, doctor en Derecho y profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Murcia, España.
El catedrático resume, en definitiva, lo que viene inquietando desde hace décadas a observadores periodísticos, politólogos, sociólogos y analistas del campo político: la necesidad de establecer reglas muy claras al momento de difundir por los medios de comunicación masiva los resultados de estudios de opinión susceptibles de orientar en una u otra forma el voto de los ciudadanos de cualquier país.
Esto se hace aun más complejo cuando las cifras son proporcionadas con intencionalidad extraperiodística. No es lo mismo una encuesta encomendada por un medio independiente que otra financiada por organismos no gubernamentales y no sesgados en lo político, cámaras corporativas o empresas privadas.
El pasado domingo, PERFIL tituló su portada así: “Encuesta: Scioli, más cerca de ganar en primera vuelta”. Por cierto, en un marco preelectoral muy volátil en el que las cifras para unos y otros varían de manera casi cotidiana, tal afirmación en la tapa presupone una apuesta atractiva pero riesgosa, porque la afirmación hecha por este diario y el agregado, en tipografía destacada, de los porcentajes (42, 27 y 19 para Scioli, Macri y Massa, respectivamente) dan la idea de que así estaban las cartas echadas.
El estudio fue realizado por la consultora Ipsos-Mora y Araujo para una empresa privada que no es mencionada en la nota. La prolija ficha técnica respondió al protocolo vigente en PERFIL. No resultan cuestionables los contenidos de esa cobertura, desarrollada con detalle en las páginas 2 a 4. Sí, según estimo, la forma en la que se ofertó desde la portada, que aclara –pero en tipografía de menor cuerpo– que el sondeo de Ipsos indica un 38% de intención de voto para el candidato del Frente para la Victoria. Y agrega: “Pero si se suman los proyectados, llegaría a 42% y le sacaría 14 puntos de diferencia a Macri”.
Veo esto último cuestionable, o al menos como objeto de un análisis ontológico de mayor profundidad. Con 42% y 14 puntos sobre el segundo, efectivamente la elección quedaría definida en primera vuelta. Si se toman las cifras crudas sin proyecciones, sin embargo, Scioli no llegaría al 40% necesario para no ir al ballottage.
Contar con un estudio independiente de tales resultados cautiva a cualquier editor de un medio no comprometido y es buen argumento de venta desde la tapa. Pero debo insistir aquí con algo ya escrito en columnas anteriores: la seducción de las encuestas debe ser morigerada a la hora de entregar títulos y contenidos a los lectores para evitar sesgos no queridos.
El trabajo de Gálvez Muñoz señala: “Este auténtico ‘bombardeo obsesivo de cifras’ es recibido con notable atención por parte de la opinión pública, tal y como pone de manifiesto el dato, suministrado por distintas encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas español, de que en torno a las dos terceras partes de los electores dicen seguir la publicación de encuestas durante el período preelectoral, un porcentaje muy alto y, desde luego, muy superior al que usualmente se suele interesar por las cuestiones políticas”. Entre el 7 y el 13% de los ciudadanos consultados tras las elecciones –revela el catedrático– aceptó que el conocimiento de las encuestas influyó sobre su decisión final. Un porcentaje nada desdeñable.
Título engañoso. En la edición de ayer, página 15, se publica un título a tres columnas que da lugar a malentendidos. “La UCR –dice– acepta negociar una nueva Corte tras las elecciones”. Esto no coincide con lo que se indica en el texto de la nota, donde claramente se señala que hay en el partido político dos líneas: una, encarnada por el senador Sanz, que aceptaría comenzar a debatir la renovación entre los comicios y la asunción del nuevo gobierno; otra, expuesta por el diputado Mario Barletta, que prefiere la opción del 11 de diciembre. No es entonces la UCR la que “acepta”, sino un sector de ella.
Errata. En Espectáculos del domingo 20, la tapa presenta, equivocadamente, la imagen del trofeo de los premios Grammy en lugar del correspondiente a los Emmy, como sí se publica en la doble página central.