En la conferencia organizada por el CSIS en Washington, la representante comercial de los Estados Unidos, Katherine Tai, cuestionó las reglas multilaterales de comercio en vigencia, porque no reflejan los cambios en la agenda internacional, no sirven a todos los países y tampoco a los intereses de los trabajadores. Sin ambigüedades, reclamó un régimen transparente, propuso reemplazar el sistema de solución de controversias por negociaciones directas entre las partes, impugnó el papel de las empresas públicas y pidió terminar con el uso que algunos países hacen de autodenominarse en desarrollo, para obtener mayor flexibilización en la implementación de las normas.
Los planteos de la embajadora Tai no hicieron más que confirmar la aversión de los Estados Unidos para ceder soberanía a un organismo multilateral, con reglas que deben ser respetadas por todos los miembros, y donde los acuerdos son alcanzados por consenso. El conflicto con China y la desindustrialización del cinturón fabril, donde se impuso Donald Trump en las elecciones de 2016, siguen condicionando la política comercial y las negociaciones para reformar la OMC.
En la misma reunión, la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, tuvo la tarea de aclarar que si bien los Estados Unidos perdieron 2-2,4 millones de empleos en el sector manufacturero por el crecimiento de China, en el mismo período y como consecuencia de las exportaciones a éste y a otros mercados, agregaron 6,6 millones de puestos de trabajo, de los cuales cuatro fueron en la exportación de servicios que tienen mejores remuneraciones. Con el mismo espíritu, la directora Ngozi agregó que durante 1995/2022 el ingreso per cápita en los países desarrollados aumentó un 50%; mientras que en los emergentes y en desarrollo, el incremento superó el 140% al partir de una base menor. Asimismo, afirmó que el PB Industrial de los Estados Unidos es el más alto de su historia, a pesar de la caída de los empleos porque las empresas utilizan tecnologías capital intensivo de mayor productividad.
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El intercambio entre la embajadora Tai y la directora Ngozi puso de manifiesto las contradicciones de la política de Estados Unidos iniciada por Trump y continuadas con esta administración con las restricciones a las importaciones, provenientes de China invocando razones de seguridad nacional; el Órgano de Apelaciones consideró que esas medidas eran “inconsistentes” con las obligaciones en la OMC. Las cifras exhibidas por Ngozi desmienten los diagnósticos calamitosos del USTR sobre los efectos del comercio internacional en los últimos treinta años, y por el contrario, confirman sus efectos positivos por la mayor especialización. La directora Ngozi agregó que los gobiernos en vez de restringir el comercio deberían recurrir a políticas domésticas para compensar a los sectores afectados durante la transición.
El mensaje de Katherine Tai fue desalentador para las negociaciones que están teniendo lugar en Ginebra para reformar la OMC y alcanzar resultados en la próxima conferencia ministerial que tendrá lugar en febrero de 2024. La insistencia en suprimir el Órgano de Apelaciones y reemplazarlo por negociaciones directas entre los estados-miembros implica abandonar uno de los principios fundadores de la OMC que reconocía la independencia de los tribunales para evaluar las denuncias de incumplimiento de los compromisos y la obligación de todos, sin diferencias relativas, de respetar los veredictos.
Los Estados Unidos podrán seguir hablando de transparencia, mecanismos de facilitación de comercio, inclusión de derechos de los trabajadores o seguir promocionando el “friendly or near shoring” para disfrazar sus políticas unilaterales de subsidios y restricciones discriminatorias. Pero el autismo de la embajadora Tai, sus diatribas contra el multilateralismo y su negativa a considerar la apertura de mercados solo contribuirán a ensanchar la brecha con los países en desarrollo, empujándolos a buscar otras alternativas para poder crecer.
