COLUMNISTAS
Internas libertarias

Francos cayó y el poder se reacomoda

En menos de una semana, Milei barajó y dio de nuevo. La caída del jefe de Gabinete exhibe la pulseada entre Karina y Caputo, y el resto del mundo.

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Guillermo, de Franco... | Pablo Temes

En apenas cinco días, el gobierno Milei revolucionó –no se sabe si a favor o en contra– la escena política con la instalación de cambios claves en el gabinete. Apresurado, como si hubiera perdido la elección del domingo pasado y necesitara aliviar una pérdida que no ocurrió. Incluso, parecía atinado el Presidente al afirmar que disponía del tiempo del mundo para modificar su equipo. Pero se precipitaron los remiendos ministeriales mientras se reunía con la mayoría de los gobernadores (a dos de ellos se los llevará a EE.UU. este mes para ver a Trump), los mercados le jugaban a un éxito perenne e histórico y se pacificaba en apariencia con su socio Mauricio Macri (encuentro cargado de sospechas por la ficción de amistad y las objeciones del ingeniero boquense por la llegada de Manuel Adorni a la Jefatura de Gabinete en lugar de Guillermo Francos, la preeminencia que, según él, tiene Karina Milei y la imposibilidad de reemplazar a Martín Menem en la Cámara de Diputados por Cristian Ritondo. No es lo único). Todavía estaba colgado ayer a la tarde el retrato del nuevo ministro del Interior, que muchos destinan a Santiago Caputo. Demasiada tensión cuando uno dispone de la sartén por el mango.

Francos estaba sentenciado: había cometido deslices insoportables por su presunción de ser autónomo y distinto a cierta uniformidad obediente del Gobierno. Por ejemplo, atreverse a dar entrevistas con aquellos fichados como enemigos de los medios.

“Viste”, le repetían con encono a Milei, “fue al programa del que está en juicio con vos, al del otro que repite que tu hermana es una simple repostera y, en la mañana, siempre le contesta a esa pareja que se burla de vos repitiendo que hablás con los perros” (los nombres y apellidos de esos interlocutores señalados los pone el lector).

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Parece una imputación poco sustancial –la libertad de comunicación– para despedir a un jefe de Gabinete que participó del triunfo, aunque a nadie le resulta grato escuchar esas versiones todos los días sobre un subordinado rebelde. Y Francos se mostraba entusiasta con esa acusación, la disfrutaba: ser el único con el cual se podía hablar en la administración. Ahora lo reemplaza Adorni, alguien que, al revés del dialoguismo de Francos, terminaba sus mensajes por las redes con una palabra: “Fin”. Basta ese detalle para entender la diferencia entre dos personas. Obvio: menos flexible Adorni con la prensa, a quien Milei eligió tanto por sus conocimientos de economía o la gestión como portavoz, además de sumarle alguna experiencia callejera por haber disfrutado de la noche en el pasado, la música y su disposición a ser “plomo” del equipo del cantante Cacho Castaña. Recordar que una de sus grabaciones exitosas acompañó la última campaña electoral de Milei.

Para colmo, en su riña interior con Caputo junior, Francos soportaba la agresión en las redes de quienes, invocando la CEPC u otra ONG parecida, le inventaban tendencias de izquierda, vínculos chinos y, en particular, una inquina de un sector del gobierno de Donald Trump por episodios del pasado ocurridos en el BID cuando era un alto funcionario. Es decir, una venganza de Mauricio Claver-Carone, hoy apartado de la administración republicana. Se defendió Francos y, cuatro días antes de las elecciones, se despachó contra Caputo declarándose harto de quienes influían sobre el Presidente pero jamás –por razones de cargo– firmaban un expediente o la entrada a la Casa Rosada. La guerra en pleno. Aunque estaba descontada su salida, el resultado de los últimos comicios fortaleció brevemente a Francos: la misma noche de la victoria se fue a cenar a Pizza Cero con parte de la familia; el ahora renunciado ministro del Interior, Lisandro Catalán, y Daniel Scioli, celebrando que debía garantizarse su permanencia por haber instalado la boleta única, para muchos una clave en el sorpresivo triunfo del oficialismo. Duró poco la garantía: cinco días apenas, se marchó alegando “trascendidos públicos” que forzaban su exilio, sin alegar “cansancio moral”, cuando en el pasado se excluyó de la política. Curioso: había estado el mismo día con el Presidente en la reunión con los gobernadores, junto a Caputo, y pocos preveían un desenlace tan veloz. Aunque ese día también entrevistó al Presidente, a solas, y allí debe haber advertido la inconveniencia de permanecer en el mismo team. Se diría que es la conclusión de su carrera política, a menos que el Gobierno lo recicle en otra misión de menor responsabilidad. Si hubo funeraria para Cristina de Kirchner o Juan Schiaretti por razones de edad luego de los últimos comicios, en este caso también vale la observación. Raro igual: parte del poder quien gana, no quedan aquellos que perdieron.

Suele decirse que quien saca no pone. Es una tradición, y Santiago Caputo no pudo romperla: deseaba reemplazar a Francos, ya había decidido salir del closet (o del cepo, para que no haya malas interpretaciones) en el que permaneció durante todo el Gobierno como notable influyente y poderoso, al estilo Coti Nosiglia en tiempos de Raúl Alfonsín. Justamente al “gris”, como muchos lo denominaban, Caputo le guarda cierta admiración y respeto comercial por la vinculación del radical con el ministro de Salud en el Hospital Güemes, Mario Lugones, y con el hijo de este, cuya supremacía desde el exterior (España) siempre se le reconoce. Para Santiago fue una pésima noticia la llegada de Adorni, seguramente instalado en el cargo a instancias de la hermana presidencial, aunque al malogrado asesor le reservan un superministerio del Interior con áreas nuevas como Obras Públicas y Transporte (este último lugar se lo habían ofrecido a Guillermo Dietrich, como prenda de favor a Mauricio Macri, pero el elegido del PRO rechazó la alternativa aduciendo que estaba comprometido en una importación de automóviles y camiones eléctricos que lo privaban de la función pública). Nadie se explicaba ayer la dilación del nombramiento de Caputo. En verdad, a muchos les cuesta entender la razón por la cual los que ganan pierden, y la persistencia del Gobierno en enredar situaciones políticas favorables cuando se le estabiliza y mejora el cuadro económico. La Argentina al palo.