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Apuntes en viaje

Gira I

Ahora las paredes interiores están pintadas con paisajes litorales muy alucinantes: camalotes, carpinchos, regios cardenales. Dejamos todo preparado para la noche

Obras de Marta Toledo.
Obras de Marta Toledo. | Cedoc

A mí me gusta mucho la ciudad de Santa Fe. Tal vez porque tengo amigos queridos allí. Siempre me arrepiento de no haber ido más seguido los años que viví en Paraná… pero es que a las dos ciudades las separa más que el río Paraná. Aunque la gente de una y otra viaje a diario a una o a otra para estudiar y trabajar, es raro que se crucen para otra cosa. Pregunté hace poco y me dijeron que eso sigue igual que hace veinte años. Nosotros apenas atravesábamos el túnel para algún recital grande o porque tocaba un amigo, pero fuera de eso nunca.

En cambio ahora cuando llego a la ciudad enseguida me siento en casa, sobre todo en las épocas de calor. La temperatura alta y pegajosa de Santa Fe me encanta.

Vamos con Naty y Raquel. Nuestra gira empieza allí, después sigue a Venado Tuerto y termina en Rosario. Llegamos a la tarde, mediados de noviembre, abrimos las ventanillas y algo abrasador se mete en el auto. ¡Llegamos!, digo sacando la cabeza como esos perros felices cuando salen de paseo con sus amos. Nos están esperando Mimi y la Gabi en el centro cultural La Casa del Nogal, donde más tarde presentaremos unos libros y leeremos. El lugar es muy lindo, hace poco que lo tienen y de a poco se va armando. Antes fue un boliche, nos cuentan, esa calle era reducto bolichero en los 90. Ahora las paredes interiores están pintadas con paisajes litorales muy alucinantes: camalotes, carpinchos, regios cardenales. Dejamos todo preparado para la noche y vamos a lo primero que hay que hacer en Santa Fe si llegás en el verano: tomar liso. Aunque ya no lo sirven en esos vasos chiquitos, tan característicos… la moda de la cerveza artesanal colonizó hasta la costumbre del liso, ahora viene en un vaso parecido a los de la pinta. 

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Al otro día, Mimi también se sube al auto con nosotras y salimos, con lluvia, hacia Venado Tuerto. Otra cosa que me gusta de la provincia son esos pueblitos pegados, uno al lado del otro, en esa zona. Por el clima y las filas de camiones transportando granos, la ruta se hace lenta. Cuando pasamos por Firmat, hay una placita de juegos al costado del camino y todas decimos: ¿¡serán las hamacas de Firmat!? Ya saben, esas que se mueven solas.

En Venado sigue lloviendo, pero la lluvia apacible de la tarde, con intervalos de apenas llovizna, se vuelve una cortina de agua por la noche. Desde el bar donde quedamos atrapadas, la vemos correr por los ventanales y hacer pequeñas olas en la calle, a la luz de los faros de los autos. A la mañana es un día completamente despejado y lleno de sol. Nos alivia pues la feria del libro a la que fuimos invitadas tiene una programación preciosa y mucho ocurre en el exterior del galpón, donde hay un escenario y están las mesas de libros. Así como llovió, paró; pero el tercer día otra vez está fulero: nubladísimo y frío. 

Damos unas vueltas por la ciudad y no hay nadie, como si toda la población hubiera sido abducida de las calles. Llevamos a Mimi a la terminal porque ella vuelve a Santa Fe y nosotras al día siguiente vamos a Rosario. Es domingo de tarde temprano. Durmiendo en las dársenas hay perros callejeros, todos bien cuidados. Cuando llega el micro despedimos a Mimi y a Cecilia, otra autora amiga que viaja en el mismo micro. Le digo a Raquel que me entristecen las terminales, que ya extraño a Mimi, que no estoy acostumbrada a ser la que se queda levantando la mano mientras alguien pega la cara a la ventana del colectivo. Estoy acostumbrada a ser la que se va, no la que se queda.