COLUMNISTAS

Goles en contra

El presidente Alberto Fernández, atajando penales en la playa de Mar de Ajó.
El presidente Alberto Fernández, atajando penales en la playa de Mar de Ajó. | Captura

Alberto Fernández atraviesa el tiempo más definitorio en lo que va de su mandato. Y eso que pasó varios. La inminente firma del acuerdo con el FMI pone en juego una doble sostenibilidad clave: la de un país que irremediablemente deberá encarar, con poco margen social, un ajuste económico durante lustros y la de una coalición de gobierno que expone peor que nunca sus contradicciones y fragilidad.

A sabiendas de lo que se arriesga es que el Presidente, en los últimos días, sobreactuó en público y en privado sus dotes de dialoguista. Lo hizo con ese matiz que lo caracteriza, que es endulzar el oído de su contraparte.

Con ese tono protagonizó dos actos oficiales esta semana. En uno llamó Wadito a De Pedro mientras lo miraba a los ojos. El ministro del Interior había sido poco menos que desahuciado por Fernández y el albertismo desde su renuncia por escrito post PASO. En el otro, compartió escenario con Luana Volnovich, a la que elogió por su tarea. La directora del PAMI había quedado expuesta por sus vacaciones en un reducto exclusivo del Caribe junto a su novio, que es su segundo en el organismo.

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No es casual que esta catarata de miel presidencial haya bañado a dos cabezas visibles de La Cámpora. Tras la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque del FdT en Diputados, hay que evitar cualquier fuga.

Dentro de ese mismo “Operativo Contención” fuentes oficiales cuentan que Alberto F y Cristina Fernández de Kirchner se contactaron días atrás. Tras ese diálogo, el Poder Ejecutivo tomó nota por duplicado. Por un lado, de que no habría ni una sesión extraordinaria en el Congreso, con lo que algunos proyectos que le interesaban al Gobierno perderán estado legislativo. La otra, que el acuerdo con el FMI ingresará por la Cámara Baja y no por el Senado. Se respira hondo en ciertos despachos oficiales.

Esta onda pacifista, producto más de la necesidad que de la convicción, choca sin embargo con la cruel realidad subterránea de la interna oficialista, en una suerte de goles en contra innecesarios.

Así fue que el jefe de Gabin…perdón, el canciller Santiago Cafiero salió el viernes a sostener que el peronismo apoyará la reelección de Alberto F. Ajá. Horas antes había salido a negar la versión cuasioficial de que en los próximos seis meses el Gobierno definiría el llamado a la crucial licitación del 5G.

No solo Cafiero piensa en la dificultad 2023. Otro albertista como Gabriel Katopodis, ministro de Obras Públicas, admitió por radio que hay “un escepticismo cultural” dentro del FdT.

No se sabe si por escepticismo o para preservarse, el jefe de Gabinete formal, Juan Manzur, intenta evitar cualquier tema árido. Nada dice ni opina de la readecuación tarifaria de la energía, donde pujan albertistas y kirchneristas.

Tampoco Manzur metió bocadillo en torno al anuncio sobre la posible creación de una Empresa Nacional de Alimentos. Acaso esté viendo si le conviene o no, como accionista de una conocida compañía de aceitunas.

La idea de esta empresa surgió de un hombre de Juan Grabois en el Ministerio de Desarrollo Social (el ministro Juan Zabaleta no estaba al tanto). Se la “vendió” al secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, desesperado por su fracaso con el control de precios, acordado o impuesto. El jefe de Feletti, el ministro Matías Kulfas, jura que tampoco sabía demasiado de la iniciativa.

Difícil así que dure cualquier pacifismo.