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Gramsci y el partido de Bergoglio

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Gramsci y Papa Franciso. | Pablo Temes

Antonio Gramsci nunca publicó un libro en vida. Pero su obra se ha vuelto inmortal. El fundador del Partido Comunista italiano se ha convertido en un clásico de la teoría política con ensayos fundamentales como Cuadernos de la cárcel, Notas sobre Maquiavello y Escritos políticos. Pero hay un texto de Gramsci no tan difundido que ha sido indispensable para analizar el formidable poder que ostenta la Iglesia católica.

En Las maniobras del Vaticano el filósofo italiano alertó a principios del siglo pasado sobre el descomunal fenómeno de masas que controla el Papa, la inquietante relación que se manifiesta entre el Estado laico y la Santa Sede y el inocultable protagonismo político que pretende asumir la Iglesia. “Los gobiernos hacen concesiones a las corrientes liberales a expensas de la Iglesia y sus privilegios y esto crea la necesidad de un partido de la Iglesia”, sintetizó Gramsci.

El partido de la Iglesia se ha convertido esta semana en el centro de las oraciones para el gobierno argentino. Es que Francisco fue la carta de presentación que Alberto Fernández utilizó en la primera conversación que mantuvo con Joe Biden. "Quiero trabajar junto a usted para ordenar a América Latina y creo que con el Papa como socio, definitivamente, nos va a ir muy bien", aseguró Alberto ante el demócrata que puso fin al trumpismo.

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“Los gobiernos hacen concesiones a las corrientes liberales a expensas de la Iglesia y sus privilegios y esto crea la necesidad de un partido de la Iglesia”, sintetizó Gramsci en Las maniobras del Vaticano, donde alertó sobre el poder del Papa.

Biden es el primer presidente católico de los Estados Unidos desde el asesinato de John Kennedy. Le confesó a Fernández que siente una profunda y sincera admiración por Jorge Bergoglio y reconoció que comparte con el jefe del Vaticano tres ejes que guiarán su administración en el plano internacional: la lucha contra la pobreza, la asistencia a los refugiados y la prevención del cambio climático.

Siendo vicepresidente de Barack Obama, Biden conoció al Papa en 2015 durante la gira que convirtió a Francisco en una suerte de rockstar moral para los estadounidenses. Y le recordó a Alberto que como era "el católico del Gabinete" estuvo siempre al lado de Bergoglio: lo guió en su recorrida por Washington y le abrió las puertas del Capitolio para que se convierta en el primer líder de la Iglesia en pronunciar allí un discurso ante los legisladores norteamericanos.

Biden también le reveló al presidente argentino que guarda un importante recuerdo personal de Francisco porque el Papa le ofreció un sentido respaldo espiritual cuando tuvo que enfrentar la muerte de uno sus hijos.

Alberto aprovechó la emoción de Biden para destacar la amistad que mantiene desde hace años con Bergoglio y para recordar que Francisco brindó su apoyo en las negociaciones argentinas ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). Estados Unidos es clave en las decisiones del FMI y Argentina debe saldar una millonaria deuda con el organismo, por lo que el Papa se erige como un puente “divino” para acercar posiciones.

La gestión de Francisco ante el Fondo se inició en febrero, cuando antes de que estalle la pandemia el Vaticano organizó un seminario en el que participaron la titular del FMI, Kristalina Georgieva; el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz; y su ex alumno en la Universidad de Columbia, el ahora ministro de Economía, Martín Guzmán.  

El congreso financiero/religioso se tituló "Nuevas formas de fraternidad solidaria, de inclusión, integración e innovación” y fue gestado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano. "Aprovechemos para construir puentes que favorezcan el desarrollo de una mirada solidaria desde los bancos, las finanzas, los gobiernos y las decisiones económicas –sostuvo el Papa ante financistas y funcionarios–. Recuerden su responsabilidad ante las naciones empobrecidas y alivio de la deuda para las naciones muy endeudadas".

Pero el softpower franciscano esgrimido por Alberto Fernández tiene un límite: a medida que la discusión sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) avanza en Argentina, aumenta la distancia entre la Casa Rosada y el Vaticano.

Pero el softpower franciscano esgrimido por Alberto Fernández tiene un límite: a medida que la discusión sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) avanza en Argentina, aumenta la distancia entre la Casa Rosada y el Vaticano. La legalización del aborto en el país del Papa sería una noticia de impacto internacional muy difícil de digerir para Bergoglio: el partido de la Iglesia nunca le perdonaría ese pecado.

Esta semana, por caso, el Vaticano se encargó de que se difundiera en la prensa local una carta enviada por Bergoglio a un grupo de ex alumnos en la que califica al aborto como un asesinato. “El asunto del aborto no es un asunto primariamente religioso, sino humano, un asunto de ética humana previo a cualquier confesión religiosa. Y sugiero que se hagan dos preguntas: 1) ¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema? Y 2) ¿Es justo alquilar un sicario para resolver un problema? Me causa gracia cuando alguien dice: '¿Por qué el Papa no envía a la Argentina su opinión sobre el aborto?' Pues la estoy enviando a todo el mundo (incluso a Argentina) desde que soy Papa”.

Algunos interrogantes deberían estar resonando en el Frente de Todos. ¿Cuál será la actitud del Papa en las próximas semanas frente a la delicada coyuntura política, social y económica local? ¿Cómo se desarrollará el "enigma Francisco" frente a su propio país? ¿Seguirá Bergoglio mediando entre Argentina, Estados Unidos y el FMI sin atender el impulso que impone la revolución verde para legalizar el aborto?

Gramsci diría que Alberto no tiene margen para hacer más concesiones a expensas de la Iglesia. Pero también diría que deuda y aborto no comulgan para el partido de Bergoglio.
 

*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación. (@rodrigo_lloret)