En cuanto terminó la votación en Diputados, me puse en el bolso el disfraz de potus de interiores y me mandé por Villate rumbo a la quinta de Olivos. Logré pasar la guardia con la careta vieja de Alberto Fernández (parece que sigue viniendo, o que el soldado de la puerta no está enterado de los cambios).
Me escabullí por el jardín y entré por la puerta-ventana a la sala más grande, redecorada. En seguida corrí a la maceta, me puse el disfraz y me quedé paradito esperando.
No tardó en llegar la gente. “¡Lo hicimos, Néstor!”, vociferaba Agustín Rossi, mientras buscaba desesperado algo de comer o tomar (“¡Cómo extraño la pizza con champagne del menemato! Estos te largan duro, ni un café”, pensaba).
“¡Lo hicimos! Porque sin nosotros, no hubiera sido posible”, exclamó Claudio opositor ma non troppo, mientras agregaba: “Y además, le pusimos controles para que no se gasten la guita en pavadas”.
“¡Controles las pelucas!”, gritó un barrabrava de Tigre que, en los ratos libres que le deja la venta de paco y el manejo del estacionamiento de la cancha, labura de guardaespaldas del jefe de Gabinete.
“Calma”, le pidió Massita. “Si total, colocamos deuda pública en la ANSES, y con esa plata y los superpoderes, hacemos lo que queremos, hasta el tren bala si hace falta.”
“Pará, pará”, interrumpió Néstor, mientras le pegaba una nalgada a José Jefe de Bancada. “El año que viene la guita es para el Conurbano y para los gobernadores que vengan al pie. Ahora que la ANSES reemplaza a las AFJP en financiar municipios y obra pública. No se olviden que tengo que sacarle a Negro cualquier chance de armar pejotismo.”
“Esperen, esperen”, susurró desde un costado Carlos Fernández, mientras buscaba algo para comer. (Cómo extrañan la pizza con champagne.) “Nos compramos una deuda fenomenal hacia al futuro, porque ahora tendremos que atender a los ex afiliados a las AFJP, que serán más jubilados de reparto.”
“Pero para cuando haya que pagarles, nadie se va a acordar que fuimos nosotros”, lo calmó Loved Boudou.
“Pero, Amado, hice las cuentas y la plata que le afanamos a los afiliados a la capitalización apenas nos alcanza para pagar deuda, sobre todo ahora que la economía crece menos y que, además, hay una fuga de capitales fenomenal. El sector privado huye de nosotros”, insistió, siempre en susurros, Carlos Fernández.
“No digas pavadas”, gritó Moreno, mientras se le escapaba un tiro al aire que obligó a todo el mundo –incluso a mí– a tirarse al piso.
“¿Qué hacés, animal?”, gritó Néstor. “A ver si la despertás a Cristina. ¡Ya les dije que no le lleven problemas!”
“Perdón, jefecito, es instintivo”, se disculpó Moreno, mientras insistía: “Mucho no van a poder fugar, porque puse un veedor en cada mesa de cambio, llamo a las empresas, les mando la AFIP, los denuncio”.
“Mirá, lo único que lograste es que se trabara toda la operatoria de comercio exterior y tenemos un problema bárbaro. Y se va a crear un mercado negro enorme”, dijo Cristóbal, empresario amigo, mientras buscaba algo de comer
“Además”, esto lo dijo para sí mismo, “la guita grande ya nos la llevamos en todo este tiempo, tratando, justamente, de evitar la hiperinflación, el Plan Bonex, la confiscación de depósitos, la pesificación asimétrica, el default, las mentiras con el INDEC, y ahora la confiscación de los ahorros previsionales. Lo que quedó aquí es la ‘caja chica’ para que jueguen los políticos con sus amigos y el resto lo pagan los asalariados y jubilados que no pueden sacar la plata afuera porque no la tienen.”
“No te preocupes, Carlos”, insistió Néstor. “Si no alcanza, entre un poco de inflación y un poco de devaluación, licuamos el gasto y liberamos reservas del Banco Central, además, tenemos la guita del Nación y del Provincia, ahora que subimos los límites de préstamos al sector público con el Presupuesto.”
“Además”, siguió argumentando Néstor, “todavía nos quedan las acciones de empresas privadas que le pasaron a la ANSES, que podemos vender contra un blanqueo de capitales y, si hace falta, metemos encaje 100% a los depósitos y hacemos crédito dirigido. ¡Lo tengo todo estudiado!”
“Me parece que me están cagando a mí”, pensó el mozo que, finalmente, entró con un termo de café y vasitos descartables. (¡Cómo se extraña la pizza con champagne!) Y siguió pensando.
Kirchner tiene la plata para la campaña de 2009 y a los empresarios y sindicalistas amigos; la ANSES, con el dinero que ahora habrá que aportarle como impuestos en lugar de ahorro, les financiará cualquier proyecto.
Las AFJP recibirán alguna compensación, al menos por el capital que tienen.
Pero todos los costos de la transición al régimen de capitalización de estos 14 años que ya pagamos los asalariados habrán sido en vano.
Y, además, destruyendo las instituciones y cambiando las reglas todos los días, cada vez habrá menos inversión genuina, menos puestos de trabajo, o se le cargará tanta rentabilidad para compensar el riesgo que la única forma de conseguirla será pagando salarios de miseria.
Encima, como el sistema de reparto está quebrado, cuando me jubile me darán la mínima, como al 70% de los jubilados actuales, haya aportado lo que haya aportado, o me estafarán a mí y a mis hijos con la inflación y la próxima confiscación.
Los dejé tranquilos, y me fui por el mismo camino que vine. No sé por qué me dieron ganas de llorar.