Aunque no me crean esta nota no es sobre Boca. No me refiero solamente a la nota de hoy, sino a este espacio, a las últimas notas, o la mayoría de las notas. Les aseguro (¡créanme!) que sábado a sábado intento escribir sobre otros equipos y otros temas. Me paso toda la semana pensando asuntos sobre los que escribir, consumiendo información deportiva, intercambiando ideas con mis amigos futboleros, y, la verdad, encuentro temas interesantes sobre los que pensar y escribir (porque escribir –o hablar por radio y televisión– es una forma de pensamiento, algo que el periodismo deportivo parece olvidar constantemente) sin embargo, siempre pasa algo que hace que, la mayoría de las veces, termine escribiendo (la nota entera o parte de ella) sobre Boca.
No hay una semana que no pase algo importante (por lo general malas noticias para el hincha) en Boca. Es absolutamente agotador. Por supuesto, se dirá con razón, también pasan cosas en otros equipos, empezando por River. Y, como también sabemos bien, sobre River, dirigido por un banquero espónsor de muchísimos medios, casi no salen malas noticias. Como si no pasara nada. Como si allí no hubiera internas en la barra brava, discusiones en el plantel, malas decisiones en las compras, ataques de divismo de Gallardo e, incluso, resultados deportivos irregulares (que mejoraron recientemente). Se van de pretemporada al sur, vuelven, les va mal en la primera parte del campeonato y no sale una sola nota diciendo que “fracasó la pretemporada”. Compran a Tapia, no juega ni diez minutos, y en ningún lado se habla del tema. Podría dar cien ejemplos más. River es el equipo del poder (y el poder no solo reside en obtener apoyos sino en administrar silencios) y esto es así, al menos desde el almirante Carlos Lacoste y luego Carlos Menem en adelante. Así son las cosas y hay poca discusión sobre ello. Y también hay problemas en casi todos los otros clubes (la relación entre Milito y Costas en Racing, ¿cómo es? Y en el Independiente del PRO, ¿todo es claro?, etc., etc.). Pero Boca es otra cosa. Es doblemente otra cosa. Primero, porque es el equipo que más vende. Cuando gana, vende porque gana. Y cuando pierde, pierde y entonces… ¡Hay crisis en Boca! Y en segundo lugar, Boca vende porque efectivamente… ¡Hay crisis en Boca! Y hay crisis desde hace años y años. Incluso Boca ganó, salió campeón y, solapadamente, por abajo, seguía habiendo crisis (la gestión de Riquelme, a esta altura está claro, no es buena, o a veces es directamente mala).
Y ahora, lo del domingo pasado contra Lanús, la platea insultando a la comisión directiva, la popular de Casa Amarilla insultando a los que insultaban a la comisión, para llegar a un cántico que se escuchó también después de la derrota contra Alianza Lima: “¡Que se vayan todos!”. Estaría tentado de decir que algo está roto en Boca, pero tal vez sea prematuro decirlo. O en todo caso, parece haber muchos hinchas de Boca que priorizan su apoyo al macrismo antes que su apoyo a Boca. Porque lo que se rompió en Boca hace un tiempo es la hegemonía del macrismo, que funcionaba como una especie de normalidad que muchos no aceptamos más.