Menudo intríngulis se nos presenta, con el caso del artículo de opinión sin firma publicado por The New York Times, a quienes ejercemos el periodismo en estos tiempos de posverdades y fake news, de juegos y batallas entre medios, de reformulación de preceptos básicos en esta profesión que van quedando superados por el tiempo y la tecnología, de nuevos paradigmas y de conductas colectivas que están revolucionando las relaciones sociales.
¿Es lícito lo consumado por TNYT al abrir espacio para cobijar en sus páginas la columna de un (hasta ahora) ignoto funcionario de alto rango de la Casa Blanca, pletórica de críticas al presidente Donald Trump, con amenazante tono y carente de datos concretos que justifiquen su difusión con autoría anónima? La pregunta se enlaza con otro interrogante: ¿en qué medida la ausencia de firma involucra al diario neoyorquino como promotor del ideario anti-Trump en el seno del gobierno norteamericano?
TNYT tiene un pasado bastante oscuro en su política (revisada durante 2017, con límites al anonimato de las fuentes no respetados en este caso) de reconocer como válidas informaciones no chequeadas adecuadamente que derivaron en hechos dramáticos, como la afirmación desmentida por los hechos de la existencia de armas de destrucción masiva que justificó la invasión a Irak.
Una de las premisas básicas para que un artículo de opinión tenga validez y merezca ser publicado es que contenga información y no solo la mera condición de texto con fuerte impacto sobre la opinión pública. Es lo que Woodward y Bernstein revelaron en el caso Watergate, que concluyó con la caída del presidente Richard Nixon (datos concretos, aportados por un anónimo informante y publicados en forma de notas informativas con las firmas de sus autores). No es tampoco similar a la batalla conjunta del New York Times y el Washington Post para defender la libertad de expresión y liberar por vía judicial los Papeles del Pentágono, que involucraron acciones ilegítimas de varios gobiernos norteamericanos en relación con la Guerra de Vietnam. Uno y otro caso se originaron en fuentes reservadas, cuyos nombres fueron defendidos en su anonimato por los periodistas y los medios.
El New York Times tiene un pasado oscuro en su política de reconocer como válidas informaciones no chequeadas
Este caso es diferente, y por lo tanto pasible de un análisis cuanto menos severo desde el punto de vista de la ética periodística. ¿Cuánto dice el autor del artículo acerca de hechos concretos, traducibles en el lenguaje de la información? Es –y que se disculpe, por favor, la analogía llevada a la exageración– como si en uno de los muchos programas de opinólogos que inundan la televisión argentina se pusiera frente a las cámaras a una persona con máscara y ropa irreconocibles, se le distorsionara la voz y se le escuchara decir: "Soy parte del Gobierno y les aseguro que Macri es un incapaz y nos está llevando al abismo pese a que muchos, en el gabinete, piensan como yo". Esto, aunque fuese cierta la pertenencia del personaje al equipo presidencial, sería inadmisible.
Veamos algunos de los tramos de la columna en cuestión y definamos si lo que dice tiene carnadura para ser entendida como periodísticamente aceptable o solo cubre el interés de quien opina:
* “El dilema –que él (Trump) no comprende del todo– es que muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan con diligencia desde dentro para frenar partes de su programa político y sus peores inclinaciones. Lo sé bien, pues yo soy uno de ellos”. ¿Cuántos cuáles son los “muchos”?
* “Es por eso que muchos de los funcionarios que fuimos designados por Trump nos hemos comprometido a hacer lo que esté a nuestro alcance para preservar nuestras instituciones democráticas y, al mismo tiempo, contrarrestar sus impulsos más equivocados hasta que deje el cargo”. Nuevamente: ¿cuántos, de qué niveles, son los “muchos”?
* “Aunque fue electo como republicano, el presidente muestra poca afinidad hacia los ideales adoptados desde hace mucho tiempo por los conservadores: libertad de pensamiento, libertad de mercado y personas libres. En el mejor de los casos, ha invocado esos ideales en ambientes controlados; en el peor, los ha atacado directamente”. ¿Ejemplos? Ninguno.
* “Desde la Casa Blanca hasta los departamentos y las agencias del Poder Ejecutivo, los funcionarios de alto rango admitirán en privado su desconfianza diaria ante los comentarios y las acciones del comandante en jefe. La mayoría está trabajando para aislar sus impulsos de sus caprichos”. En este caso involucra a todos, al decir que "los funcionarios de alto rango…". ¿Y la mayoría? ¿Cuánto es “la mayoría”?
* "Dada la inestabilidad de la que muchos (¡otra vez!) han sido testigos, hubo rumores dentro del gabinete sobre invocar la Enmienda 25, la que daría inicio a un complejo proceso para destituir al presidente. Sin embargo, nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que –de una manera u otra– llegue a su fin". En fin: rumores, clima destituyente en el gabinete y casi una amenaza: “… de una manera u otra”.
La Sociedad de Periodistas Profesionales (SPJ, por su sigla en inglés) es contundente en sus principios sobre la cuestión: "Las fuentes anónimas son a veces la única llave de acceso a una gran historia, levantando el telón de la corrupción y logrando que se cumpla con la misión periodística de hacer que los poderosos rindan cuentas y los ciudadanos estén informados. Pero las fuentes anónimas también pueden ser el camino hacia un pantano ético".
* Actual Defensor de los Lectores diario PERFIL.