COLUMNISTAS
UN TIEMPO NUEVO

Kahneman y Milei

El psicólogo israelí-estadounidense Daniel Kahneman, Premio Nobel 2002, demostró que la gente toma decisiones en contextos de incertidumbre en base a sentimientos de placer y dolor, de interés y aburrimiento, de alegría y padecimiento, de satisfacción e insatisfacción. La comunicación de una campaña electoral gira en torno a promesas, pero la gente juzga a los gobiernos por hechos. Quiere sentir que pasa algo positivo ya, algo que le permita vivir mejor. En la política de la red, el espectáculo es bueno y necesario, pero también se necesita comer.

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Razones. El Premio Nobel 2002 formuló una teoría sobre la forma en que tomamos decisiones. Es necesario no dar solo malas noticias. | Pablo Temes

Esta semana pude conversar con dirigentes de distintos sectores políticos, varios de oposición. Lo que describiría su actitud frente al gobierno de Milei es el desconcierto. No existe una actitud golpista. Incluso quienes rechazan sus ideas quisieran que termine el mandato, pero todos se preguntan ¿hasta cuándo soportará la gente esta contracción económica brutal y el ambiente de inestabilidad y desesperanza que se vive?

Normalmente trato de usar números para acercarme a la realidad superando prejuicios. Los precios están descontrolados, comparados con los de otros países en los que vivo. El paquete de medicamentos que compro periódicamente cuesta en Argentina 775 US$ norteamericanos, en Ecuador 323, y en México 221. Los ingresos en los tres países también son distintos: el salario mínimo en Ecuador es de 460 dólares, en México 450, y en Argentina 202. Concretamente, los argentinos tienen salarios propios de los países más pobres del mundo y precios de los productos superiores a los de los más ricos.

Recuerdo la frase del maestro Joseph Napolitan: “el lugar más sensible del cuerpo del ciudadano es el bolsillo”. ¿Cuánto tiempo más aguantarán los argentinos esta situación? ¿Qué puede hacer el Gobierno para que la gente sienta que está haciendo algo que la favorece, antes de reaccionar en su contra?

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En ningún país americano, los economistas tienen tanto protagonismo político como en la Argentina. Tampoco hay otro que tenga problemas económicos tan serios, con la excepción de la dictadura militar de Venezuela. No hay otro sitio en el que se exija a los candidatos que designen al ministro de Finanzas antes de las elecciones, y exhiban programas económicos, que nadie lee, pero son talismanes umbanda. Los autores de programas sesudos pierden las elecciones y las ganan quienes saben comunicar sentimientos e imágenes y movilizar a los electores.

El gran desafío de Milei es saber separar lo coyuntural de lo de fondo

En política no importa mucho lo que dice el candidato, sino lo que comunica con su lenguaje corporal, actitudes y memes. La economía es todavía más subjetiva. Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, fue un psicólogo israelí-estadounidense, que nunca estudió  economía. Profesor de psicología en Princeton, desarrolló estudios acerca de la psicología del juicio, la toma de decisiones, y el comportamiento económico, dentro de un paradigma behaviorista.

Kahneman, más que ecuaciones analizó cómo funciona nuestro cerebro, cómo se generan las actitudes que adoptamos a partir de hechos económicos. Leyendo su obra comprendí porqué tengo en casa tanto disparate que compré porque parecía una ganga, y también porqué la mayoría de la humanidad vivió hundida en la pobreza, suponiendo que estaba en el paraíso proletario hasta 1990.

Kahneman explicó, con la prospect theory, cómo los individuos toman decisiones en entornos de incertidumbre, apartándose de algunos principios básicos de la Teoría de la Probabilidad. Su teoría se enmarcó en la psicología hedonista que según él, “es el estudio de lo que hace que las experiencias y la vida sean agradables o desagradables. Se trata de sentimientos de placer y dolor, de interés y aburrimiento, de alegría y padecimiento, de satisfacción e insatisfacción. Estudia toda la gama de circunstancias que ocasionan sufrimiento y disfrute, desde lo biológico hasta lo social”. El autor murió la semana pasada, a los 90 años, en este tiempo en el que la Tercera Revolución Industrial instaló la búsqueda del placer como norte de la actividad humana.

En el libro que estamos preparando, “La nueva comunicación política argentina, de Mauricio Macri a Javier Milei”, decimos que en las campañas electorales está prohibido aburrir. Cuando en su senectud, un sector del PRO pretendió hacer concentraciones sin música, alegría, movimiento, y tratando de rescatar los viejos valores del trabajo, el ahorro y el sacrificio, perdió unas elecciones que tenía ganadas. Dio espacio para que Milei encabece un nuevo fenómeno, en el que el candidato cantó, bailó, se expresó con espontaneidad, rompiendo  los moldes de la sociedad tradicional. Armó un torbellino que elevó al cubo al salto del bache y los globitos, reemplazándolos con una motosierra.

Si en campaña se comunican promesas, a los gobiernos se los juzga por hechos

En Occidente la mayoría quiere el cambio. Se burla de los antiguos valores, incluidos los progresistas que aparecieron recientemente, muertos casi cuando nacían. Su caducidad no significa que la gente quiera volver al pasado, sino que se necesita más cambio radical en el cambio. No vuelve la cigüeña, llegan los niños in vitro.

Una encuesta de la Universidad de San Andrés dice que un 51% todavía ve bien a Milei. La opinión sobre su imagen, tanto positiva como negativa, divide a la población en dos partes iguales, pero no han pasado ni cuatro meses de gobierno y ese tipo de opinión es volátil.  Alberto Fernández, Gabriel Boric, Pedro Castillo, Guillermo Lasso, Gustavo Petro, tuvieron a esa altura una opinión mejor que la de Milei. Al llegar al año se desmoronaron. Que después de tres meses de gobierno la imagen de Milei tenga un saldo positivo es bueno, pero no significa demasiado.

Las variables que sirven para diagnosticar lo que puede ocurrir con el Gobierno son otras, más duras, tienen que ver con actitudes, no solo con opiniones. Versan sobre  percepciones acerca de los sentimientos de placer y dolor, interés y aburrimiento, alegría y padecimiento, satisfacción e insatisfacción, a los que se refiere Kahneman en su teoría. La metodología para estudiar el tema es más compleja que los programas para hacer encuestas que se se pueden comprar en la red por cien dólares.   

La encuesta encontró que el 70% de los argentinos dice que no está satisfecho por la forma en que están marchando las cosas en el país. Muchos de ellos no se movilizan a favor o en contra del Gobierno, porque por el momento, le dan tiempo para que derrote a la inflación. Sin embargo, este problema está perdiendo fuerza en el corazón de los ciudadanos: fue el principal para el 60% hace un mes, ahora lo es para el 47%. Está siendo desplazado por la sensación de que caen los ingresos y el desempleo y por la avalancha de noticias negativas. Si el Gobierno no hace algo para revertir esta tendencia puede llegar un estallido.

La mayoría sabe que es indispensable que cambien muchas cosas. No puede seguir vigente una legislación penal que afecta tanto a los menores de edad, declarándolos no imputables para proporcionar a las bandas de sicarios y narcotraficantes miles de soldaditos. No puede seguir existiendo una legislación laboral que entrega los sindicatos a dinosaurios del siglo pasado, para que cacen esclavos usando la afiliación obligatoria y manipulando las obras sociales. El Estado no puede mantener a cientos de miles de militantes de los partidos, que solo usan su posición burocrática para el activismo.  

En estos y en otros temas hay un amplio consenso que incluye a dirigentes peronistas, libertarios, radicales, del PRO Jurásico, del PRO Moderno, y de un amplio sector de la sociedad, artistas, científicos, periodistas, profesionales, emprendedores, jóvenes que quieren que el país progrese. El gran desafío de Milei es tener la capacidad de separar lo coyuntural de lo de fondo.  Mientras se siguen discutiendo leyes sobre temas concretos, debería ser posible llegar a un acuerdo nacional, no para conseguir cuatro votos en el Parlamento, sino para poner las bases de un cambio profundo del país.

Estudiar es pecado

Es liviano creer que se puede realizar una transformación duradera de la Argentina sumando a los pocos legisladores libertarios con algunos que se pueden comprar para la ocasión. Así como fue absurdo que el peronismo diga, durante décadas, que un presidente no peronista no podía terminar el período, es absurdo pensar que se puede hacer un cambio sin escuchar a los peronistas.

Sergio Massa estuvo a tres puntos de ganar las elecciones en la primera vuelta. Milei sacó 30% cuando el tigrense pidió a los electores que escojan entre seguir con la tarifa del transporte de ese entonces, o pagar la tarifa que pone ahora el Gobierno. En este siglo se eligieron dos presidentes no peronistas, Macri y Milei, en ambos casos en segunda vuelta. Todos los presidentes peronistas ganaron en una sola vuelta, a veces de manera abrumadora, como Cristina en el 2011.

Para que el cambio sea duradero hay que llegar a un gran acuerdo acerca de las grandes líneas del desarrollo del país, que represente a más del 90% del electorado, que ojalá incluya hasta a los copitos y a los activistas mapuches de Jones Wallace. Solo eso dará seguridad para que lleguen las inversiones extranjeras del colchón Bank.

Sería bueno que el discurso de Milei no sea solo negativo. En la campaña supo comunicar una ilusión tan poderosa, que todavía permite que la gente lo apoye en estos primeros meses. No ofreció dar un golpe a la gente común, dijo que los políticos y la “casta” pagarían el ajuste. Muchos aplaudieron pensando que el nuevo gobierno quitaría sus bienes a otros, sin afectar sus privilegios.

La comunicación de una campaña electoral gira en torno a promesas, pero la gente juzga a los gobiernos por hechos. Quiere sentir que pasa algo positivo ya, algo que le permita vivir mejor. En la política de la red, el espectáculo es bueno y necesario, pero también se necesita comer.

El mensaje de un gobierno no puede ser solo negativo: corto jubilaciones, congelo salarios, dejo en el desempleo a miles de empleados públicos, ahogo a la cultura, a los recitales, al cine, cierro entidades públicas que fueron parte del aparato electoral del gobierno anterior. Aunque todo eso sea necesario, hay también que sembrar, cuidar la vida, crear ocupaciones. No solo destruir el pasado, sino construir un futuro deseable.

Soy nómade. Leo la prensa y veo la televisión de distintos países. Lo poco que se publica sobre la Argentina es negativo y falso. Se sabe que hubo manifestaciones violentas contra el Gobierno, que todos los políticos argentinos dicen que los otros son ratas, corruptos o locos. Nadie sabe cuánto durará el Gobierno y tampoco lo que puede venir después. ¿Habrá alguien que quiera invertir en un país así?

* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.